Ya se acerca el festival Cuerda Viva 2014. La Gala de premiaciones será 22 de marzo en el Karl Marx y el 23 un concierto en el propio teatro con invitados y ganadores.

Aquí van unas palabras de Reynaldo González, Premio Nacional de Literatura y de Periodismo Cultural sobre el Programa.

Muchos creen que los años acumulados nos llevan obligatoriamente a la magnificación del pasado, a esquivar las novedades y entregarnos a la nostalgia por lo vivido. Confieso que me ocurre lo contrario. Junto con el respeto por las expresiones musicales que animaron mi infancia y mi juventud, y me acompañaron en las aventuras de la madurez, no he perdido el gusto por la novedad, por mantenerme informado acerca de los caminos que abren los jóvenes.

En Cuba, país caracterizado por una extraordinaria producción musical, al punto de constituir una de las columnas fundamentales de nuestra cultura, disfruto la siempre renovada necesidad de información que me impulsa a buscar las nuevas expresiones, sentirlas y hacerlas mías. Por eso acudo a los programas de Cuerda Viva y, en ocasiones, voy a sus manifestaciones en vivo, en los escenarios. Si me quedara solamente escuchando la música de mis mayores, sería como petrificarme.

Entre los jóvenes que siguen los espectáculos de Cuerda Viva marcando con el cuerpo lo que sucede en la escena, mis amigos músicos y melómanos pueden hallarme, como se dice: gozando la papeleta. Si padezco de nostalgia, mi nostalgia es amable, al recordar mi adolescencia, desde las primeras películas de Bill Halley y sus Cometas, y la voz grave y rítmica de Elvis Presley, con su abrupto meneo de caderas y el estremecimiento de sus rodillas, las películas de James Dean, una rebelión espontánea y no tan “sin causa” como se quiso ver a partir del título de su película más emblemática. Todo eso se unió a los asuntos nacionales, no me llevó al inmovilismo del cuerpo ni del pensamiento, que es el peor. De alguna manera irrefrenable mi generación unió el gusto por las ondas internacionales y la acción para cambiar los asuntos internos. Nada de eso me “descubanizó”, ni me alejó de las responsabilidades que me imponía la época. No acepté, luego, los epítetos de “enfermito”, o de “penetradito cultural” con que algunos cuadrados calificaron a quienes no establecimos inútiles muros de contención a las influencias de los tiempos nuevos. Fueron los gloriosos años de los Beatles y del rock más incisivo, un tanto eclipsados en Cuba por la manía de la intolerancia. Así que, vencida la intolerancia,  cuando en Cuerda Viva le dieron espacio a las nuevas expresiones, verdaderas sorpresas de lo que llaman fusión, con predominantes sonidos de rock y conocimientos que superan con creces lo que tuvimos nosotros, saludé el suceso. Si un programa de televisión escapa de los límites de la pequeña pantalla, genera conciertos y actos masivos colmados de alegría juvenil, se asiste a un permanente renacimiento, el júbilo del cuerpo y del espíritu gana una concreción necesaria. Eso es vigor social, y yo lo saludo.

Reynaldo González

Premio Nacional de Literatura

y Premio Nacional de Periodismo Cultural

 

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