El mes de Mayo trajo la noticia. El complejo cultural “Fresa y chocolate” ofrecía a la prensa una premier especial de la película “La mirada”, ópera prima de Alfredo Ureta, producción independiente protagoniza por el actor Néstor Jiménez.

Teníamos ante nosotros una película ligera, para sentarse a verla, alejada del efectismo y el sobresalto; una historia que fluye en sus 83 minutos, demandando de quien la aprecia su culminación, en el proceso de interpretarla como propuesta artística. Drama narrado al estilo del road movie o película de carretera, la historia de un reencuentro, un viaje en auto hasta el pasado por un camino que no es el mismo ya.

Contarla desde la mirada del que llega (y en producción independiente) le permite al realizador apropiarse de un tempo más propio del cine europeo que del ICAIC. De ahí que si alguien llegara a contarnos previamente la película, no puede decirse que esto interrumpa su disfrute de la obra.

El tempo de la cinta nos revela en toda su intensión la cualidad adquirida por el protagonista, ahora transformado por la distinta realidad en la que ha estado inmerso por tres lustros, a lo largo de los cuales el sustento material de sus recuerdos infantojuveniles ha involucionado considerablemente, presentándosele entonces, aun más extrañador.
“Es la historia del que regresa a un lugar al que perteneció, y la impresión que se lleva mientras trata de conectarse nuevamente a sus raíces -la define Ureta-; eso sin intentar grandes eventos o grandes emociones, solo apegándonos a esa realidad posible. Algo que pudiera sucederle a cualquiera que se ausentara por 15 años de su país por cualquier causa, y al regresar encontrara ante sí una situación cambiante como la que caracteriza a la sociedad cubana de hoy”.

Las estancias del filme están marcadas por los cubanos que montan al vehículo, cargando el fardo de su destino personal: un sobreviviente “profesional” (enfermero, mecánico, vendedor de agromercado, micro negociante por la izquierda), una muchacha (el despropósito de la vida, el albedrío del amor), un policía oriental que vuelve a casa en coincidencia con un santero que va leyendo “Una pelea cubana contra los demonios” (el derecho de todos a existir), una pareja a punto de concebir (problemas de vivienda), incluso un revelador encantador de cocodrilos. Todos entran y salen a lo que es hoy la versión de la realidad que ostenta el protagonista, para marcarle pautas que le revelan la gran verdad del filme: el escenario donde desarrolló su vida, ya no existe; aquella vida prestada que se ha armado en el exilio no es su vida; y ahora él no pertenece a ningún lugar.

Queda claro (en interpretación lineal) cuando se refiere a su elección matrimonial. Queda claro cuando parquea frente a la casa de su infancia un auto color plata, contra un paisaje casi sepia o medio gris; desciende entonces con un portarretratos donde aparece su familia en blanco y negro, fotografiada frente a ese mismo ambiente que tal parece congelado desde entonces… desciende con la fotografía bajo el brazo, colgándole del otro el bulto nuevo, que ha traído desde el primer mundo.

PRODUCCIÓN INDEPENDIENTE

Ureta confesó durante la rueda de prensa, que además de escribir el guión hizo la edición y se encargó parcialmente de la dirección de arte. La producción corrió a cargo de Alexis Yero, Susel Ochoa y el propio Ureta; los efectos visuales y postproducción son de Abel Milanés, y en la dirección de fotografía repite Alejandro Pérez, con quien el realizador ha traído adelante una larga relación de trabajo, en su vasta experiencia como realizador de vídeo clips. “Nos entendemos bien, a partir de que compartimos una estética con propuestas similares” -asegura el director.

El oído del público agradece la música de Juan Antonio Leyva y Magda Rosa Galbán (cuya larga experiencia incluye “Los dioses rotos”), a la que se suman cortes fonográficos de Celina González, David Blanco y X Alfonso, cuyos derechos de autor fueron cedidos. Así mismo el sonido directo realizado por Rebeca Alderete y el eficiente diseño de banda sonora, de Osmani Olivare, al que se suma de manera orgánica el trabajo de edición de efectos y ambientes de Sheyla Pool.
La nómina actoral la completan, Galia González, Salvador Palomino, Liset Meléndez, Gustavo Miquel, Rafael Martínez y Andrés Serrano, por cierto, muy atinadamente llevados por el diseño de vestuario y maquillaje de Manolo Marrero.

El protagonista de la cinta, Néstor Jiménez agradeció a Ureta haber pensado en él para protagonizar su primera cinta (y para trabajar en la segunda), e hizo referencia a las dificultades de trabajar en un filme como este, a cuyo exiguo presupuesto se suman dificultades propias de la carretera, especialmente el calor y el sol constante.
“Como actor me ha tocado representar muchos ‘papeles’, al cabo de tantos años… en este caso me atrajo fundamentalmente la tranquilidad del personaje, que tal parece no inmutarse” -dijo Jiménez. “Por sus características, el road movie es una experiencia fuerte, porque hay que andar al sol cientos de kilómetros, todo el tiempo filmando. Sin marcha atrás. El trabajo en carretera te impone dificultades, como el vapor del pavimento, la brillantez del camino sobre los ojos, todo eso agota, pero en verdad me agradó mucho trabajar con Alfredo, muy conocido ya como realizador, que ahora me escogía para acompañarlo en un hito importante de su carrera y del rumbo de su vida”.
Así mismo refirió la diferencia de este trabajo con el de la televisión: “En la realización de una telenovela, digamos, hay mucho texto y una dinámica de producción… aquí tenía más tiempo para la interiorización… la experiencia que queda al final es que fue bueno haber tenido la oportunidad, ojalá que se vuelva a repetir”.

Según palabras del director de “La mirada”, quiso rendir especial homenaje con esta cinta a Raúl García, recientemente fallecido: “fue un gran sonidista, un gran profesional y un gran amigo. De él recibí muchas lecciones, no solo de cine sino de vida. Él tuvo que ver mucho con mi formación, si algo soy, se lo debo”. También le rindió honores a dos imprescindibles de la cinematografía cubana, Tomás Gutiérrez Alea y Humberto Solás, quienes cultivaron brevemente el road movie (Guantanamera y Miel para Ochún, respectivamente).
“Mi intensión fue hacer una película que respetara el cine cubano, mientras buscaba una arista en un campo bastante transitado” -nos dijo el novel director.
Ureta confiesa que había guardado el guión, durante varios años, hasta que finalmente pudo llevarlo a cabo como producción independiente, para lo cual fue indispensable contar con el trabajo de varios amigos que aportaron su esfuerzo, y concebir un tiempo de filmación muy eficiente (20 días) con un equipo muy reducido.

“El cartel de la película, por ejemplo, fue diseñado por Katia y Quike, un hermoso cartel alegórico a momentos importantes del filme, logrado con suma sencillez -nos dice Ureta. Creo que en general ha sido un trabajo de conjunto, donde por suerte también pude trabajar con personas que mayoritariamente vivían su primera experiencia cinematográfica. Eso sumó la sinergia de quienes llegan al medio con el entusiasmo del primer día. Agregar la experiencia de los otros, logró una mezcla perfecta”.
Ureta también nos refirió que llevó cuatro años todo el proceso de terminar el filme, y que además del apoyo de personalidades y amigos contaron con la colaboración de instituciones como el Movimiento Nacional de Vídeo y la Asociación Hermanos Saiz. Finalmente, cuando el presupuesto no daba para más, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficas adquirió los derechos de exhibición en Cuba a partir de sufragar la terminación de la banda sonora y la postproducción.

NUEVA GUARIDA PARA UN VIEJO REALIZADOR


Una de las mejores noticias que se derivan de este estreno es que en un par de meses podría estar lista para estrenarse la segunda película de Ureta: “La guarida del topo”, definida por él como “una historia muy universal, y a la vez poco frecuentada por el cine cubano”. Al parecer cuenta la historia de un personaje caracterizado por la timidez, con un gran mundo interior, que atraído por una mujer se aventura al cambio, y ve interrumpida su rutina por una sucesión de acontecimientos fuertes, que van desde el romance hasta el crimen y la investigación policial.

Según mi entrevistado, regresa él como guionista y casi repite el equipo de realización, pero el proyecto nace con buen pie, por haberse agenciado un premio en el Primer Fórum de Coproducción “Haciendo Cine”, organizado durante la VII edición de la Muestra de Nuevos Realizadores del ICAIC.
“Por vía de ese premio pudimos obtener una parte del financiamiento. Sobre ella puedo decirte que está en el proceso de postproducción, y ha sido producida por la Casa Productora de Telenovelas del ICRT.
“Es una historia totalmente diferente. Creo que va a haber sorpresas y que va a captar la atención del público ese cambio bastante radical entre una y otra película, tanto en la temática como en la manera de contar.

Entonces, el futuro de Alfredo Ureta, ¿anda por los caminos del largometraje? ¿Adiós al vídeo clip? -le preguntamos al realizador de más de medio centenar de esas pequeñas joyas audiovisuales, que de común le otorgan pertinaces la estatuilla de los Premios Lucas.
“En el futuro, ojalá que haga películas, y que también haga vídeo clips de vez en cuando, ¿por qué no? Es algo en lo que me he entrenado, y creo que no sería el realizador que soy de no haber tenido la experiencia de tantos vídeo clips en mi haber. Ese es un género que merece tanto respeto como el mismo cine”.

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