El factor tecnológico ayudó de manera decisiva a propiciar la tipología de consumo cinematográfico cotidiano, que de manera ostensible allana el camino al apogeo de preferencias por los seriados televisuales
¿Steven Spielberg, Lars Von Trier y Quentin Tarantino en la Televisión? ¿Ocurren cambios en la escena mediática en el siglo XXI?
En los créditos de varias series estadounidenses figuran hoy nombres de guionistas y directores cinematográficos. Ambos medios se han convertido en vasos comunicantes en perpetua retroalimentación. Alfred Hitchcook fue un adelantado, al ganar en 1958 la Concha de Plata en el Festival de Cine de San Sebastián por la película Vértigo y el Globo de Oro por la mejor serie de tv con Alfred Hitchcook presenta.
Temporadas, homenajes, remakes, relaciones hipertextuales, coinciden en el universo audiovisual, donde los recursos del flashback —técnica que intercala en el desarrollo de la acción pasajes de un tiempo anterior— y de vertiginosos laberintos narrativos, construyen tramas que remiten al emblemático mago del suspenso, e incorporan hallazgos de Martin Scorsese (La edad de la inocencia), Peter Bogdanovich (Luna de papel) o Christopher Notan (Batman, el caballero de la noche).
Sin duda, una nueva plataforma halla el cine en la televisión, su hermana menor por la edad. Quizás no hubo antes series tan originales y audaces como las actuales. Lo cierto es que la sala grande pierde públicos, mientras millones de espectadores se arrellanan en el sillón de casa en espera del próximo capítulo. El factor tecnológico ayudó de manera decisiva a propiciar la tipología de consumo cinematográfico cotidiano, que de manera ostensible allana el camino al apogeo de preferencias por los seriados televisuales.
Tanto en la pequeña como en la gran pantalla, la ley de la verosimilitud forma parte del juego de las expectativas en la ficción. Este principio no significa que la obra sea una narración de la realidad lo más exacta posible, según se pretende a veces. Lo verosímil es lo que impresiona por su verdad aunque nunca haya sucedido. De ningún modo se trata de que el cine y la televisión copien de manera exacta lo que acontece. El arte audiovisual es creación de la realidad o con la realidad, no la realidad misma.
Desde las reflexiones del filósofo griego Aristóteles, dicho precepto considera que el texto (lo que se dice, como se cuenta la historia) debe adecuarse a lo que los públicos crean que es la verdad y que la obra responda a reglas del género dramático elegido en la narración. Son claves para lograr credibilidad en filmes, series y telenovelas. Existe la tendencia errónea de reconocer un género en el drama, sin tener en cuenta que este abarca a la dramaturgia y los seis géneros: comedia, pieza, tragedia, farsa, tragicomedia y melodrama.
De igual modo, la orientación marcada hacia los lados feos de la vida: violencia, desamor, soledad, silencio, en ocasiones se asumen como puntos de vista desde una mirada escatológica, sin considerar preceptos relacionados con la estructura y el desarrollo de la trama, que al quedar estancada en escenas caracterizadoras en demasía, impiden el avance del relato. La posibilidad de ajustarse a la ley de la verosimilitud, resulta imprescindible para el audiovisual y su comprensión por los espectadores. En la actualidad, la producción audiovisual prevalece sobre la escritura y la lectura. Es puente de entendimiento, de saberes que circulan fuera de la escuela, de la familia. ¿Quién no se ha sentido parte de los relatos de William Shakespeare, Julio Verne o Gabriel García Márquez? No por azar, sus relatos inspiran a guionistas y realizadores de cine y televisión. Desde sus estéticas particulares, fascinan a diferentes generaciones. En todas las épocas, el amor, la amistad, el romance, la solidaridad, entre otros valores, lideran en la ficción, mediante la sugerencia polisémica de la imagen, la riqueza expresiva del arte, que conmociona desde la pequeña y la gran pantalla.
Tomado de Bohemia