El uso indiscriminado del Paquete semanal, ese canal televisivo difundido por buena parte de Cuba, me han hecho  escribir uno que otro texto acerca de la responsabilidad de padres, abuelos, tíos, en fin adultos, con menores  que residan  en el hogar.

He visto a niños y niñas con cuatro o cinco años jugando en un lugar donde una pantalla reproduce robos, crímenes, incluso violaciones.  Esos chiquillos no son responsables si luego de ver una escena pretenden tocar el seno de una mujer o una niña. Los culpables son los mayores.

Mucho menos la culpa puede caer en el famoso paquete porque en un mundo cada vez más interconectado, con tantas wifi y los nauta hogar, en cualquier momento se baja el mejor video clip o el más pornográfico. El acceso a esa metralla que está en la nube es una responsabilidad individual y cada vez nos tenemos que acostumbrar más a esa realidad de hoy, no del futuro.

Ahora bien, dentro de la oferta de audiovisuales se puede pescar alguna que otra joya, por ejemplo Der jungen Karl Marx (El joven Marx), que ya desde Hamburgo Jóse Benedí y  Volker Krüger, me habían recomendado ver, porque ambos saben que Marx fue y es mi amante.

De esa incitación han pasado unos meses y yo he escrito a varios camaradas sin que ninguno me hiciera llegar la película, hasta que el viernes pasado estando en la playa mi amigo Victor Fowler me llamó diciendo “en el paquete de esta semana está El joven Marx”. Le pedí que me lo trajera en una memoria y ayer lo hizo.

 Ah, no hay un solo paquete: lo descubrí un  tiempo atrás. Circulan diversos grupos y en tres lugares, cercanos a mi casa,  esa película de Raoul Peck no estaba entre las ofertas audiovisuales de la última semana.

La he visto dos veces. Como cine ¿que decir? está bien, lo que sucede es que mi Marx, mi Moro lo había imaginado de otra forma: más atractivo y sensual, de esos hombres que desnudan con la vista,  pero no es mi película, es la del director nacido en Haití. Lo que pienso del judío lo escribí  en 1988, en un modesto libro Moro, el gran aguafiestas, que vio la luz en  su primera edición en 1990, ya lleva otras cuatro, incluida una traducida al gallego y del que debe hacerse también una multimedia.

A Marx le da sangre y carne el actor alemán Auguste Diehl,  Jenny Von Westphalen, el AMOR, así con mayúscula, de Moro, la interpreta la actriz luxemburguesa Vicky Krieps, a Federico Engels el gran amigo, le tocó al actor Stefan Konarske y a Mary Burns la amante de Engels, le da vida Hannah Steele.

 Por supuesto que están Proudhon (Olivier Gourmet), Weitling (Alexander Scheer), Ruge (Hans Uxe Bauer) y otros luchadores, algunos no tan  jóvenes como Engels y Marx.

Coescrita por Peck y Pascal Bonitzer, la cinta da cuenta de discusiones entre aquellos intelectuales  que navegaban de los Brazos de Hegel y Kant a los de Feuerbach, en debates acalorados, hirientes,  con un Moro que me lo imagino así con cierta arrogancia, porque lo era. Tiene excelentes imágenes de las condiciones de vida de los proletarios, especialmente en las hilanderías.

Aplaudo en Peck la escenografía, la  reconstrucción de época,  (1843 a 1848) pero sobre todo porque El joven Marx  no escamotea su actitud militante. El director  trata al personaje como lo que es: un hombre, un científico excepcional  que tuvo la suerte de tener un amigo también excepcional  y una mujer a su altura,  por su inteligencia y actitud ante la lucha. Utiliza a manera de  parlamentos frases de libros claves como El manifiesto comunista o de las tesis, esa famosa  de “que no se trata de contemplar el mundo sino de transformarlo”.

Hay,  sin embargo, dos detalles que no me parecen ciertos.  Engels presenta a Mary como su esposa, nunca lo fue y cuando ella habla con Jenny en el largometraje le dice por qué no desea ni puede tener hijos, incluso le habla que Lizzy, su hermana, está esperando para ser la mujer de Federico. Así fue, cuando Mary se murió, él se unió a Lizzy y un día antes de que falleciera se casó con ella. Pero eso iría en otra película.

El otro aspecto es que Marx no fue un bebedor de tragos fuertes. De todas las cartas, biografías y testimonios que he leído sobre sus hábitos, se habla de vino y abundante te. Lo real es que fue un joven gozador de los “placeres mundanos”. Eleanor, su hija menor,  escribió como su padre reía con ganas, tanto que su torso se estremecía.

El director no es un novato, si nació en la empobrecida nación vecina, estudió en Francia y otras naciones del primer mundo, tiene una rica obra como Lumumba, Asesinato en Pacot, No soy tu negro (nominada al Oscar) y  el pasado año terminó el filme que nos ocupa.

El final de la cinta Peck lo trae a nuestros días con figuras contemporáneas  y hace hincapié en lo que sigue representando El capital en nuestros días, ese libro más traducido que La biblia y que todo el mundo habla de él pero …¿lo entienden?.

Creo que esta cinta en el Paquete es una muestra de que en la amplia producción audiovisual hay  de todo, se va de lo sublime a lo ridículo, porque de donde sacaron esta peli, también pudieron grabar un Caso cerrado. Esa diversa lluvia que  cae en nuestros adolescentes y jóvenes obliga a que se instrumente la apreciación audiovisual como disciplina en las escuelas. En fin, hoy, con sobrada razón  digo ¡VIVA EL PAQUETE, VIVA LA VIDA DEL JOVEN MARX!. Espero que pronto en La séptima puerta se pueda ver, porque, por eso de los aniversarios, el próximo 5 de Mayo, mi amante cumple 200 años.

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