Hace ocho años recibimos una noticia que jamás hubiéramos querido escuchar. La patria entera se estremeció, consternada, mientras un dolor indescriptible se multiplicaba en el corazón de cada cubano agradecido. Al mismo tiempo, se renovaba el compromiso con el ejemplo del hombre que consagró su vida a los humildes de esta tierra y de toda la humanidad.
Desde aquel 25 de noviembre de 2016, ¿cómo entender la ausencia de Fidel en la primera línea de todos los riesgos, en las tribunas donde defendía los principios más sagrados, o a ras de calle, monte o serranía, encarnando el espíritu del pueblo? ¿Cómo imaginarlo en la distancia infinita, cuando su verdadero lugar es la inmortalidad reservada a los imprescindibles: aquellos que luchan cada día y han cumplido bien la obra de la vida?
Por eso, ni la ausencia, ni la distancia, ni la muerte han podido abarcar la estatura de este guerrero eterno. Desde el combate precursor en el Moncada hasta su último discurso visionario en un Congreso del Partido Comunista de Cuba, donde alertó sobre peligros que hoy son aún mayores, su presencia sigue viva.
Hoy, el ardiente profeta de la aurora sigue en los pequeños que entregaron sus juguetes preferidos a los niños de Guantánamo. Está en el gesto solidario de los militares que luchan por reparar los daños causados por huracanes. Está en los obreros, campesinos, profesionales, deportistas y artistas que acuden a las zonas afectadas por sismos. Esta tierra puede temblar a veces, pero nunca lo harán sus mejores hijos.
Ese es el legado supremo del hombre, del amigo, del compañero que antepuso las glorias personales al empeño de edificar un porvenir digno, soberano y glorioso para la patria. Su ejemplo está presente en el coraje con que cada cubano bien nacido defiende sus conquistas y en la fuerza para afrontar cualquier desafío, sin importar cuál sea.
Hoy, convertido en inspiración y guía, el Comandante en Jefe sigue a nuestro lado, ordenando desde su inmortalidad el arduo y sublime combate cotidiano por preservar el derecho irrevocable de Cuba y los cubanos a forjar la esperanza y convertirla en realidad.