Hablaba con una de las editoras de La Jiribilla, sobre los próximos dosieres de esa web y me comentó que estaban pensando dedicarle un especial a Eslinda Núñez por haber sido electa Premio Nacional de Cine.
"¡Que maravilla, acabo de enterarme!", le grité y enseguida propuse: "No quiero esperar al especial, quiero emborronar unas líneas para este número", y ella me dijo que sí.
Y aquí estoy, son las cuatro de las mañana, hoy es día de cierre y ayer en la tarde noche mi Mamá, un bebé de 98 años, no me dejó sentarme a la máquina. ¿Por dónde empezar?
Quizás por las conversaciones que he sostenido con colegas desde hace un tiempo acerca de cuándo le darían ese premio a Eslinda, la única actriz cubana que trabajó en tres clásicos de nuestro cine: La primera carga al machete, Memorias del subdesarrollo y Lucía por no hablar de Amada, la increíble Laura de Mujer transparente o Cecilia con una Isabel Ilincheta para recordar. Porque en cine esta singular actriz acumula más de veinte filmes en los que pudo hacer papeles protagónicos o secundarios, siempre que le ofrecieran madera para montar el personaje. Ha filmado en Cuba y en el extranjero como El jinete sin cabeza que hizo en la ex Unión Soviética, y tuvo que ser hospitalizada. Una enfermera que hablaba poco español la mimaba mucho y Eslinda le daba las gracias por ese trabajo. Y según declaró la actriz en una entrevista con Amaury Pérez “tuve el apoyo de esa enfermera que me hizo valorar tanto mi trabajo. Yo le dije que yo la admiraba mucho a ella por su trabajo y ella me dijo que ella admiraba tanto el trabajo de todos los artistas. Yo le decía: No, ¡yo soy la que la admiro a usted! Ella me decía: No, no es posible, porque fíjese yo solamente puedo curar el cuerpo. ¡Ustedes los artistas curan el alma! ¿Qué sería de los trabajadores si cuando llegan a la casa no pueden poner un radio, una música, leer un libro, ir a un teatro el sábado, el domingo? Sería una vida espantosa, tristísima. ¡Ustedes nos curan el alma!”
Si nuestra actriz tenía alguna duda del valor de su profesión a partir de aquel momento sólo quiso trabajar más y mejor en lo que sabe hacer como una araña: tejer bien un personaje para que quien lo reciba crea en él.
Pintar fue otra manifestación artística que sedujo a Elinda durante su niñez en Sagua la grande pero cuando subió al escenario y supo qué hacer con sus manos comprendió que ella había nacido para la actuación.
Tal vez debía referirme en primera instancia a su larga hoja de servicio en el teatro empezando por un a Santa Camila que estremeció La Habana, o sus apariciones en la televisión siempre que la han llamado y ha gustado del guión, como en decenas de cuentos, teledramas o teatros, además de las series La otra cara y Doble juego, ambas dirigidas por Rudy Mora.
Pero yo no quiero hablar solo de la actriz, de ese rostro del cine cubano, sino de Eslinda, la mujer tierna que se le iluminan los ojos cuando se le habla de Inti, el hijo que tuvo con su primer novio, único y actual esposo, el cineasta Manuel Herrera.
O cuando en una reunión del Secretariado de la UNEAC enseña las fotos de su nieta y cuenta las “cosas extraordinarias” que hace como toda buena abuela habla de los hijos de sus hijos.
Porque a Eslinda con el voto secreto de los delegados al Séptimo Congreso de la UNEAC se le reconocieron por supuesto que sus méritos como actriz, pero también la honestidad y valentía que rige sus actos, por eso forma parte de la presidencia y actúa en correspondencia con tal cargo.
Saber que un compañero está enfermo y más que preocuparse ocuparse de su estado es una de sus actitudes naturales, que la hacen más grande en esa sencillez que demuestra cuando hace una pregunta o emite una opinión.
El jurado presidido por el editor y Premio Nacional de Cine 2007, Nelson Rodríguez, e integrado por los realizadores Víctor Casaus y Léster Hamlet, el sonidista José Galiño, el investigador y profesor Mario Piedra y Martha Díaz, Decana de la Facultad de Medios de la Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte, al otorgarle a Eslinda el Premio Nacional de Cine realizó un acto de justicia.
Claro, ella tiene más premios, como la Distinción por la cultura nacional de la República de Cuba; premio de actuación en el Festival Cinematográfico Internacional de Huelva, España y Premio de actuación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba(UNEAC), por el filme Amada; invitada de honor al festival de cine de Bogotá, Colombia (1992) con motivo del 500 centenario del Descubriento de América y en el Festival de cine de la Habana en Nueva York (2001) donde recibió un homenaje por su trayectoria cinematográfica.
Pero los premios de su terruño como la medalla 300 aniversario de la fundación de Santa Clara los guarda celosamente. Recientemente confesó “Santa Clara es una ciudad que yo quiero mucho, una ciudad que mucha gente me dice: ¡ay, pero no tiene mar!, no tiene esto, pero tiene a su gente que son gentes maravillosas. Son gentes muy emprendedoras, personas que les gusta leer, trabajar, adornar, adornar la vida. Mi mamá es una mujer que es un ejemplo. Mi mamá murió, pero siempre fue un ejemplo de lo que era una villaclareña para mí.”
Y entre lo que tiene que ser una santaclareña está ser una madre fuerte y dulce, saber cocinar, disfrutar de la vida, ser alegre…todo eso y más, que esta cubana ha cultivado con cuidado y amor. Quizás el lector piense que por estas últimas cualidades no se llega a Premio nacional de cine. Y razón tiene, pero ¡que bueno que a una condecoración profesional se una la que otorga la vida, esa que se da a veces solo con el pensamiento a aquellas personas que son buenas “en el buen sentido de la palabra” como diría Antonio Machado!. No más, sencillamente gracias Eslinda por ser.