Lo que pasa con la televisión en Cuba siempre es asunto de interés nacional. Para millones de personas, la televisión es la principal opción de entretenimiento e información. En Cuba, todo el mundo “sabe” de televisión.
Y como todo el mundo sabe, todo el mundo se siente con la capacidad para armar una parrilla de programas. La Televisión Cubana tiene siempre un reto: satisfacer a un público heterogéneo, que no es la masa homogénea que algunas viejas teorías de la comunicación pintaron.
El tan manejado concepto del “gran público” encierra demasiados matices.
Lo cierto es que los espectadores están reclamando, desde hace mucho tiempo, un cambio. Y no ese cambio dialéctico del día a día. Sino transformaciones hasta cierto punto radicales.
Nuestra televisión, efectivamente, debe cambiar concepciones y prácticas añosas, casi anquilosadas. Debe tener más en cuenta las necesidades y las opiniones del público, asumiéndolas en su rica complejidad, jerarquizándolas. Debe modernizarse (y no hablamos ahora solo de una dimensión técnica). Debe apostar siempre por la calidad, asumiéndola como estándar inviolable…
Entre los directivos, ahora mismo, parece haber conciencia de esa necesidad.
“A partir de las sugerencias y de las quejas del público, de los estudios del Centro de Investigaciones del ICRT, y de las opiniones de nuestros artistas y técnicos, estamos en un proceso de cambio de programación —asegura Omar Olazábal Rodríguez, vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).
“Hemos hecho un análisis de las propuestas actuales y encargamos proyectos a realizadores destacados. También nos hemos propuesto hacer modificaciones a algunos de los programas actuales. La idea es ir haciéndolo paulatinamente, de manera que los primeros cambios podrán apreciarse en las próximas semanas.
“En una primera etapa nos hemos centrado en la programación nocturna de Cubavisión, después los iremos ampliando a los demás horarios y canales, teniendo en cuenta de que la Televisión es un sistema, de manera que cada canal puede asimilar contenidos específicos”.
Según Olazábal, el deseo de renovar la parrilla es manifiesto, pero es necesario tomar en cuenta varias circunstancias, entre ellas el alto costo de la producción. Por eso resulta inviable hacer un cambio radical e inmediato; además, es necesario pensar bien todas las acciones, investigar las respuestas del público.
“La estructura definitiva de la institución está ahora mismo en un proceso de análisis, pero sí hemos creado un cargo importante, el director general de contenidos de la TVC, que se ocupa fundamentalmente de la programación, del seguimiento a los proyectos y, algo muy importante, del análisis de los reportes de recepción —explica.
“La TVC tiene un sistema de estudio de la recepción muy confiable, muy bien establecido; estamos al tanto de las quejas, de las sugerencias y también de las opiniones favorables sobre nuestras propuestas, sobre nuestra manera de hacer televisión. Estamos convencidos de que hay que aprovecharlo mucho más”.