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- Escrito por: Laura Mercedes Giráldez /Granma
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Lanzando una moneda al aire, Orlandito y su esposa Susana dejan a la suerte si, en su intimidad, incluyen a otro hombre o a otra mujer. «Se aman, pero su vida sexual ha quedado en un tercer o cuarto plano, por lo que deciden experimentar en busca de la chispa de antes»
Delvys Fernández. Foto: Endrys Correa Vaillant
Lanzando una moneda al aire, Orlandito y su esposa Susana dejan a la suerte si, en su intimidad, incluyen a otro hombre o a otra mujer. «Se aman, pero su vida sexual ha quedado en un tercer o cuarto plano, por lo que deciden experimentar en busca de la chispa de antes».
Él padece –según ella– el «síndrome del macho latino: Es un hombre con dogmas prestablecidos, con las costumbres que la sociedad nos ha impuesto a la hora de tratar la sexualidad. Sin embargo, por su pareja es capaz de pasar por encima de esos tabús».
«Dentro de una relación, mientras todo sea consensuado, me parece positivo», asegura Delvys Fernández, quien interpreta el personaje de Orlandito en el dramatizado Tan lejos y tan cerca, que transmite actualmente la televisión cubana. «¿Dónde está escrito que el amor tiene que ser de una forma u otra? Creo que entre tanto las personas involucradas estén de acuerdo, es válido. La novela me ha ayudado a ver la vida desde esa perspectiva».
Esta historia es para «refrescar la carga dramática de la trama principal de la teleserie»; sin embargo, nunca imaginó que tendría tanta aceptación. «El arte debe generar polémica. Es importante que la gente opine. Siempre supe que la novela iba a provocar discordias, sobre todo porque trata temáticas que no se habían abordado antes de forma tan explícita en la televisión nacional. No obstante, el público ha abrazado todas las historias, a pesar de ser fuertes, porque reflejan nuestra realidad, por dónde va el país».
En el caso de Orlandito y Susana (Leidis Díaz), aunque «las situaciones en las que se ven envueltos son graciosas», los intérpretes –guiados por Eduardo Eimil, quien se desempeñó en la dirección de actores– trabajaron a partir del hecho de que «existen relaciones que caen en la rutina sin darse cuenta. Pierden la frescura que las mantiene activas».
«Fue súper interesante. Empezamos a estudiar cómo se comporta ese fenómeno en Cuba y nos dimos cuenta de que hay una comunidad grandísima de parejas que tras pasar por situaciones similares, ha tomado ese camino para salvar su unión.
«Nos divertíamos muchísimo en el estudio. Fue un reto inmenso. Buscamos la veracidad. Si el público se ríe no es porque lo provocamos, sino porque la situación es simpática, pero tratamos de hacerla desde la sinceridad más absoluta».
En ese sentido, la química entre los dos actores estuvo a su favor. «Fue gratificante».
Dos grandes retos enfrentó Delvys Fernández en Tan lejos y tan cerca. Dirigida por Alberto Luberta y Loysis Inclán, fue escrita, producida y editada al mismo tiempo. «Para mí es lo más interesante de este proyecto. Le impregnó un rigor muy complejo».
Para construir las tramas, Luberta –a cargo también, junto a Lil Romero, del guion– «usó mucho de lo que hablamos, del trabajo de mesa, de lo que se estudió y lo incorporó a las historias. Sumó un poco de por dónde los actores quisimos llevar a los personajes».
De Delvys, Orlandito tiene su forma de solucionar los problemas: «bajar las tensiones a través del chiste. Le puse el desenfado y las trasformaciones que sufre cuando las cosas no le salen como lo planifica».
Un segundo desafío fue grabar en medio de la pandemia. «Había muchas personas mayores que teníamos que cuidar, escenas de cercanía», lo que se traduce en una responsabilidad multiplicada: «aumentabas el cuidado que ponías en ti, porque no solo exponías a tu familia, sino también a la de tus compañeros».
La novela ha traspasado la pantalla chica y forma parte de la cotidianidad de muchos cubanos. «Se me acercan espectadores para decirme que disfrutan las historias y que están pendientes de lo que pasa. Esa es una de las principales satisfacciones, así como haber logrado que comprendiesen que Orlandito y Susana se quieren. Lo más fácil sería separarse, pero ellos buscaron alternativas».
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- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
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Los últimos meses, dentro de la programación de la señal estándar de Cubavisión, han significado un reencuentro con tiempos pretéritos, marcados por las desigualdades sociales, las carencias e injusticias de una república bananera y corrupta, que para los desposeídos solo brindaba la esperanza de que, “para el año que viene” tal vez las cosas cambiarían.
Con guion y dirección general de ese inolvidable hombre de teatro que fue Héctor Quintero, Para el año que viene, su primera y única gran obra para la televisión, ha venido a refrescar las tardes de martes, miércoles y jueves, con personajes pintorescos, situaciones hilarantes, textos muy bien hilvanados y descripciones de una Cuba diferente a la que hoy tenemos, pero que existió; una Cuba con algunas luces, pero demasiadas sombras.
En esta obra, Quintero pone su ojo en historias de personas comunes, con vidas aparentemente intrascendentes, pero que también formaron parte de esa construcción social de lo cubano, de lo nuestro.
En Para el año que viene, se puede identificar con mucha facilidad la figura de la madre cubana de todos los tiempos; la de los sacrificios, los desvelos, la del sufrimiento en silencio, la de las desilusiones. También está el joven soñador y de bajos recursos que ve truncada sus aspiraciones por la necesidad de mantener a su familia.
El argumento de la obra teatral de Héctor Quintero, Contigo, Pan y Cebolla, es usado inteligentemente para seguir en su última fase las vidas de esta familia cubana de bajos recursos en tiempos de la neocolonia.
Tristes realidades como el desempleo, la prostitución, el analfabetismo, también son representadas en esta obra sin sentimentalismos de más, todo lo contrario: hay una intención dramatúrgica clara de utilizar el choteo cubano para construir potables situaciones cómicas. La presencia de personajes arquetípicos, muy usuales en el teatro vernáculo de los años 20 y 30, es marcada en la telenovela, permitiéndoles a muchos intérpretes lucirse con sus caracterizaciones.
Nuestra entrañable Diana Rosa Suárez da vida a Fefita o Fefa, un personaje complejo, entre la comedia y el drama, que pasa por varias fases dentro de la historia.
Para el año que viene fue creada en un tiempo difícil para el país, pleno período especial, y el resultado, pese a evidentes carencias productivas, es bastante digno. Fue una novela necesaria en su momento, y también en este en el que ha sido repuesta; volver al pasado desde la ficción y recordarnos el porqué de nuestro presente, es vital en tiempos de odios, de guerras mediáticas y de intenciones anexionistas.
La urgente necesidad de recrear la historia en nuestros dramatizados es algo que no podemos seguir evadiendo. Para nadie es un secreto las dificultades productivas que atraviesa la televisión junto al país, pero experiencias cercanas como LCB, La Otra Guerra en sus dos temporadas demuestran que, con creatividad y empeño, se puede hacer un producto atractivo y que conecte con el público.
Los dramatizados históricos representan para los actores un importante entrenamiento en la caracterización, el decir, la gestualidad y la adquisición de fogaje y conocimiento para su carrera. Los jóvenes que hoy se forman en nuestras academias muy pocas veces logran toparse con producciones de época, y cuando lo logran, no están lo suficientemente preparados para asumir tal reto.
Cuba está llena de figuras, hechos y momentos históricos dignos de ser recreados desde el arte. Perder la oportunidad de que el conocimiento de la historia marque la ruta del futuro que queremos, no debe ser el camino de una nación en constante lucha ideológica y defensa de su soberanía.
A lo mejor, para el año que viene, logremos interesantes encuentros con la historia desde nuestra televisión y sus dramatizados.