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- Escrito por: YURIS NÓRIDO / CUBASÍ
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Más que correcta ha sido la puesta. Las tramas han estado perfectamente contextualizadas (una demanda permanente del público a las producciones cubanas). Y ha habido «novelería»; quizás no con un ritmo trepidante, pero sí atendiendo la evolución de los personajes e incluyendo puntos de giro convincentes.
Eso de articular historias a partir de los altibajos del amor es la esencia misma de la telenovela tradicional. Y Tan lejos… ha honrado esa herencia, asumiendo de paso otros móviles vinculados a la agenda pública, los desafíos de una época particularmente difícil, y otros conflictos de orden social.
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Pero las relaciones humanas (el amor en muchas de sus variantes) fue la columna vertebral, por más que los efectos de la pandemia de COVID-19 marcaran el devenir de los personajes.
He ahí una sutil diferencia: no fue, como afirmaron algunos, una telenovela sobre la COVID-19. Fue una historia (muchas historias) de amor, de encuentros y desencuentros, de retos y realizaciones… en tiempos de la COVID-19.
Aquí se utilizaron los códigos de siempre, pero se moderó en alguna medida el tono.
No fuimos testigos de los grandes énfasis del melodrama, de la grandilocuencia de ciertos personajes (y sus actores), ni de un regodeo en el lugar común. Esa lucha entre héroes y villanos tuvo aquí interesantes matices.
Alguien le comentaba hace un tiempo a este cronista: es una telenovela contada como una serie. Para una parte de la teleaudiencia puede resultar una virtud. Para otra parte será una carencia.
Lo cierto es que cada una de las tramas se desarrolló sin incoherencias esenciales, aunque por momentos se notara cierta dispersión en el argumento. Es uno de los riesgos de las historias corales: cuando hay muchas tramas relativamente autónomas y de similar peso dramático, el espectador puede extrañar una trama central lo suficientemente sólida como para constituirse en eje de la propuesta.
Quizás faltaron más nexos entre las historias, que contribuyeran a definir mejor un objetivo común. Algo así como un camino compartido por todos los personajes. Un rumbo.
Y quizás faltaron golpes de efecto que movilizaran mucho más las tramas, que otorgaran más emotividad y pirotecnia. Eso se espera de una telenovela… al menos es lo que espera buena parte del público. Más sorpresa.
No obstante, la variedad de conflictos garantizó la vitalidad del argumento. Aquí se habló de dilemas generacionales, maltrato familiar, dificultades económicas, solidaridad, poliamor, delitos, emigración ilegal, realización artística, vocación profesional…
Uno de los grandes valores de Tan lejos y tan cerca ha sido la validación de modelos de comportamiento perfectamente legítimos.
Las telenovelas cubanas, de manera general, apuestan por reafirmar el triunfo de un modelo «políticamente correcto» de pareja, de familia. Puntualmente hay desmontajes de esa familia «perfecta» a la que se aspira; pero casi siempre se trata de elementos secundarios o circunstanciales.
Aquí se asumió con normalidad la existencia de modelos bastante alternativos en la creación de dramatizados cubanos, aunque perfectamente coexistentes en la sociedad contemporánea: mujeres jóvenes a las que no les interesa tener descendencia; madres solas en la crianza de los hijos; relaciones homosexuales que concretan familias; personas de la tercera edad que viven plenamente su sexualidad…
La naturalidad con que se presentaron fue un acierto, particularmente plausible en tiempos de intensos debates ante un referéndum para un nuevo Código de las Familias.
Y lo mejor fue que se evitó el didactismo que ha lastrado otras producciones.
No pocas polémicas ocasionó la telenovela (en este mismo portal nos referimos a la del beso de amor entre dos mujeres), pero movilizar la opinión pública sobre temas sensibles puede ser otra de las ganancias de los dramatizados de televisión.
La corrección en casi todos los apartados de la puesta en pantalla es también una ganancia. Fotografía, iluminación, ambientación, diseños de presentación y despedida, musicalización… apostaron por consolidar ciertos estándares de calidad que la Televisión Cubana necesita desde hace mucho. No es que la factura pueda competir con las realizaciones de la mejor televisión actual en el mundo, hay aquí cuestiones de disponibilidad de tecnología y recursos. Pero es notable la dignidad formal y buen gusto.
Han sido interesantes las dinámicas de movimiento de los actores en escena, en diálogo provechoso con los encuadres. Hubo un buen uso de los primeros y primerísimos planos, tan caros a la telenovela (y tantas veces desaprovechados o mal utilizados en las producciones nacionales).
El punto más débil fue (ya viene siendo habitual) el sonido. En ocasiones se dificultó la comprensión de textos por desniveles del audio.
Por último, hay que resaltar el compromiso del elenco con las historias que se narraron. Ha sido un buen casting. Los actores encarnaron a personajes reconocibles, y los dotaron de una singular humanidad.
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- Escrito por: Laura Mercedes Giráldez /Granma
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Lanzando una moneda al aire, Orlandito y su esposa Susana dejan a la suerte si, en su intimidad, incluyen a otro hombre o a otra mujer. «Se aman, pero su vida sexual ha quedado en un tercer o cuarto plano, por lo que deciden experimentar en busca de la chispa de antes»
Delvys Fernández. Foto: Endrys Correa Vaillant
Lanzando una moneda al aire, Orlandito y su esposa Susana dejan a la suerte si, en su intimidad, incluyen a otro hombre o a otra mujer. «Se aman, pero su vida sexual ha quedado en un tercer o cuarto plano, por lo que deciden experimentar en busca de la chispa de antes».
Él padece –según ella– el «síndrome del macho latino: Es un hombre con dogmas prestablecidos, con las costumbres que la sociedad nos ha impuesto a la hora de tratar la sexualidad. Sin embargo, por su pareja es capaz de pasar por encima de esos tabús».
«Dentro de una relación, mientras todo sea consensuado, me parece positivo», asegura Delvys Fernández, quien interpreta el personaje de Orlandito en el dramatizado Tan lejos y tan cerca, que transmite actualmente la televisión cubana. «¿Dónde está escrito que el amor tiene que ser de una forma u otra? Creo que entre tanto las personas involucradas estén de acuerdo, es válido. La novela me ha ayudado a ver la vida desde esa perspectiva».
Esta historia es para «refrescar la carga dramática de la trama principal de la teleserie»; sin embargo, nunca imaginó que tendría tanta aceptación. «El arte debe generar polémica. Es importante que la gente opine. Siempre supe que la novela iba a provocar discordias, sobre todo porque trata temáticas que no se habían abordado antes de forma tan explícita en la televisión nacional. No obstante, el público ha abrazado todas las historias, a pesar de ser fuertes, porque reflejan nuestra realidad, por dónde va el país».
En el caso de Orlandito y Susana (Leidis Díaz), aunque «las situaciones en las que se ven envueltos son graciosas», los intérpretes –guiados por Eduardo Eimil, quien se desempeñó en la dirección de actores– trabajaron a partir del hecho de que «existen relaciones que caen en la rutina sin darse cuenta. Pierden la frescura que las mantiene activas».
«Fue súper interesante. Empezamos a estudiar cómo se comporta ese fenómeno en Cuba y nos dimos cuenta de que hay una comunidad grandísima de parejas que tras pasar por situaciones similares, ha tomado ese camino para salvar su unión.
«Nos divertíamos muchísimo en el estudio. Fue un reto inmenso. Buscamos la veracidad. Si el público se ríe no es porque lo provocamos, sino porque la situación es simpática, pero tratamos de hacerla desde la sinceridad más absoluta».
En ese sentido, la química entre los dos actores estuvo a su favor. «Fue gratificante».
Dos grandes retos enfrentó Delvys Fernández en Tan lejos y tan cerca. Dirigida por Alberto Luberta y Loysis Inclán, fue escrita, producida y editada al mismo tiempo. «Para mí es lo más interesante de este proyecto. Le impregnó un rigor muy complejo».
Para construir las tramas, Luberta –a cargo también, junto a Lil Romero, del guion– «usó mucho de lo que hablamos, del trabajo de mesa, de lo que se estudió y lo incorporó a las historias. Sumó un poco de por dónde los actores quisimos llevar a los personajes».
De Delvys, Orlandito tiene su forma de solucionar los problemas: «bajar las tensiones a través del chiste. Le puse el desenfado y las trasformaciones que sufre cuando las cosas no le salen como lo planifica».
Un segundo desafío fue grabar en medio de la pandemia. «Había muchas personas mayores que teníamos que cuidar, escenas de cercanía», lo que se traduce en una responsabilidad multiplicada: «aumentabas el cuidado que ponías en ti, porque no solo exponías a tu familia, sino también a la de tus compañeros».
La novela ha traspasado la pantalla chica y forma parte de la cotidianidad de muchos cubanos. «Se me acercan espectadores para decirme que disfrutan las historias y que están pendientes de lo que pasa. Esa es una de las principales satisfacciones, así como haber logrado que comprendiesen que Orlandito y Susana se quieren. Lo más fácil sería separarse, pero ellos buscaron alternativas».