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- Escrito por: Ivón Peñaver Fotos: Tomadas de la página de Facebook “El rostro de los días”
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Reflexiones acerca de la función y el impacto de los diálogos de la actual telenovela cubana en pantalla
Llega finalmente la telenovela El rostro de los días a un momento donde parece que se desencadenarán conflictos que ya superan el tiempo de espera del televidente: uno de ellos, la verdadera historia de Mariana, y el otro, la delicada situación por la que atraviesa Lía. Estos dos conflictos verdaderamente sensibles, si bien han sido muy bien interpretados por las féminas que los sufren, los diálogos en que se insertan, en muchas ocasiones, quedan muy por debajo de la gravedad de los temas reflejados.
Y desearía hacer un aparte en el tema diálogo: el qué y cómo se enfrentan a través de las palabras los personajes, y para eso en contraposición traigo a la palestra dos escenas vividas por Luisa María Jiménez y Dennys Ramos. De hecho, las dos cuentan lo mismo: la llegada de la madre a la casa del hijo. La primera vez para conocer al nieto, “compartir” un poco el dolor del hijo ante la pérdida de su esposa y el reto de asumir la paternidad en solitario. El segundo encuentro les permitirá permanecer un tiempo mayor juntos, pues ella ha perdido a su padre y necesita un nuevo rumbo para sus días.
Tanto en uno como en otro momento, las palabras fueron las imprescindibles, fue tan convincente ese primer abrazo y el juego de miradas en el segundo encuentro que el resto no valía. Para la segunda vez no se repitió la misma solución, se dijeron algo más, y la propia dinámica de la cámara habló por los actores. Fueron escenas sumamente convincentes, respaldadas por un diálogo que, cuando se produce entre madre e hijo, parece impecable, no siempre así cuando intervienen otros personajes, como la vecina de Fabián e, incluso, cuando su propia cuñada le asegura que puede contar con ella bajo cualquier circunstancia. Esa expresión se repite constantemente, llega un momento que no aporta más.
Y es que amén de la calidad actoral, el qué decir es la columna vertebral de cualquier propuesta comunicativa. La telenovela lleva consigo, es cierto, un modo de expresión sencilla a fin de llegar a todos los públicos, pero sencillo está muy distante de decir vacío. Y muchas veces la situación parece compleja, pero resulta casi ingenua la manera de reflejarse.
Es esta una telenovela que merece aplausos a partir de su propósito de encarnar una visión amplia de la familia, desde el prisma de la maternidad y la paternidad responsables, pero carece por momentos de textos sustanciosos en correspondencia con la situación que se narra. En ciertas ocasiones se habla con una distancia innecesaria, los textos son repetitivos, a veces en voz de Obelia Blanco y Tamara Morales. Si se estuviese lejos de la pantalla, parecería que es la misma escena, amén de que el conflicto que encarna esta última es esencial para el giro sicológico de más de un personaje.
La telenovela cuenta con muchos seguidores y qué bueno que el televidente se pueda ver reflejado en una realidad tan especial, pero mejor sería si esa realidad tuviese un peso mayor en lo dicho, siempre que este fuera realmente centro de conflictos. Sucede que cuando no hay un trabajo espacial que desempeñe un rol dramático, ni el trabajo de la iluminación o el vestuario realicen una especial función dramática, es desde el interior de cada personaje que toman vuelos los conflictos. Por esa razón sigo aplaudiendo esas escenas que con total economía de recursos evaden lo manido, y crecen, entonces, sin palabras.
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- Escrito por: Rosa Blanca Pérez
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A pesar de las inconformidades de los públicos, la Televisión Cubana busca satisfacer en lo posible los variados gustos e intereses
No hago ningún descubrimiento al decir que el Doctor Francisco Durán García, Director Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, se ha convertido en una presencia cotidiana y más aún familiar en millones de hogares cubanos. Y no solo porque nadie quiere estar al margen de su diaria y documentada actualización sobre la situación epidemiológica en Cuba y el mundo, sino por su sapiente, sosegada y respetuosa manera de llamar al pan pan y al vino vino, sin alarmar, pero con el debido realismo. Ni más ni menos como debe ser.
Y si evoco e invoco al eminente galeno es porque en más de una ocasión se le ha escuchado expresar en sus habituales y virtuales conferencias de prensa que –y cito textualmente–: “todo cubano lleva dentro un pelotero… y un médico”. Una amable manera de pedirle a la población que no desestime los riesgos de la COVID-19, que no se automedique y mucho menos se abstenga de acudir a los servicios primarios de salud ante la evidencia de cualquier síntoma o la posibilidad de haber estado en contacto con algún portador del nuevo coronavirus.
Lo que quizás no sepa el Doctor Durán –tan inmerso en sus quehaceres científicos– es que también todos los cubanos llevan dentro un programador de televisión. O casi todos, que no es lo mismo... pero es igual. Digo esto porque en los actuales tiempos de confinamento en el hogar, a muchos compatriotas no les basta con sentarse frente al televisor a ver la programación que con tanto esmero y equilibrado sentido de la diversidad –y hasta de la urgencia– se ha diseñado, sino que cuestionan a ultranza cada propuesta que aparece en la pequeña pantalla.
Doy fe de que afirmo esto con total conocimiento de causa, porque sé de adultos –sin niños en la casa, por supuesto– que se quejan por la cantidad de espacios infantiles con que cuenta actualmente la parrilla de programación, como si no fuera imprescindible mantener entretenidos a los pequeñines retenidos entre cuatro paredes, después de haber visto sus correspondientes teleclases.