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- Escrito por: Lety Mary Alvarez Aguila
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Representar desde el audiovisual las dinámicas actuales de los adolescentes y jóvenes supone un estudio profundo de la realidad. Esa mirada, sin prejuicios ni temores, ha caracterizado por más de diez años a la revista Una calle, mil caminos, que llega cada verano a las pantallas de Cubavisión con el propósito de ofrecer a la teleaudiencia múltiples visiones ante problemáticas del entorno familiar y social.
Una temporada tan esperada como aplaudida se despidió recientemente de la parrilla televisiva y, como se ha hecho habitual, las opiniones populares emergen para aplaudir la calidad de los programas estrenados. A pesar de que la revista se distingue por sus memorables telefilmes, hay un proceso detrás de cada historia dramatizada, una investigación que explora aristas positivas y espinosas de la juventud cubana: sus vivencias cotidianas, deseos, aflicciones, relaciones sociales y humanas. Conectar con ese público meta, tan inclinado a otros tipos de consumo audiovisual en la actualidad, ha constituido una misión desde los inicios del programa, y no se puede negar que el equipo comandado por Magda González Grau se empeña año tras año en perfeccionar la receta que, con las mismas fórmulas y una esencia construida, pretende adecuarse al contexto mediante nuevas búsquedas y perspectivas.
Una calle, mil caminos constituye una mezcla útil y perfecta de las funciones atribuidas al medio televisivo. Resulta destacable la intención de trascender el simple entretenimiento y atraer al espectador con una puesta eficaz en sus concreciones artísticas y narrativas, donde confluyen secciones de entrevistas, recorrido por locaciones vinculadas a la temática tratado y, sobre todo, la interactividad y retroalimentación con las audiencias, pues ellas sustentan el trabajo creativo.
En colaboración con el Centro de Estudios sobre La Juventud y otras instituciones, Una calle… se nutre fenómenos atemporales, pero también de problemáticas vinculadas a los tiempos modernos, así como de otros tantos asuntos que merecen una mayor visibilidad. En ese sentido, la revista enfoca su realización en la pluralidad de una Isla con todos sus pedazos, fortunas y lágrimas. Su sensibilidad y agudeza invitan a la reflexión colectiva y concientiza desde esos mil caminos encontrados en la influencia de los códigos audiovisuales.
Evidentemente, los procesos socioculturales y realidades en transformación implican a núcleos tan esenciales como la familia, cuyos roles determinan en gran medida el sentir y actuar de una generación d que busca su lugar en el mundo. Sirve el programa veraniego además para orientar, proponer y explicar naturalezas y conductas a través de la ciencia o los estudios históricos y sociales. De ese modo, no solo atañe al adolescente o joven del hogar, sino a su círculo cercano que de igual modo se convierte en un importante destinatario de Una calle, mil caminos.
Si bien existe un amplio espectro de situaciones por plasmar en los gustados telefilmes, la propuesta sabatina se propuso un en este 2024 exhibir ocho dramatizados de estreno que reflejaran interesantes puntos de vista frente a temas poco abordados en la ficción, puesto que no acudirían a reposiciones de temporadas anteriores. Plausible y muy acertado fue construir argumentos que, basados en una perspectiva juvenil, giraran en torno a tantas interrogantes que nuestra conciencia no ha dejado escapar.
Tanto la superación de los miedos en El salto, o la batalla por el crecimiento y la superación personal (pese a los embates del llamado determinismo) en La flor del Marabú nos hicieron comprender que es posible florecer entre adversidades. Por otra parte, los telefilmes Invisibles y Abuelas y Mazmorras se centraron en las personas con conducta deambulante y la ancianidad respectivamente.A través de sus ojos nos adentró en un paisaje cienfueguero mixturado con la figura de Martí. Asimismo, tuvimos Barcos de papel para el navegar efímero de la vida, y una conmovedora historia llamada Maite sobre el sentimiento de culpa ante la pérdida de un ser querido.
Un concurso lanzado en la red social Telegram coronó a Árbol Negro como el telefilme más popular del verano. Por su tratamiento al legado de la ancestralidad, sumado a una visualidad deleitante de la ciudad trinitaria, la entrega protagonizada por Alejandro “Malero” Guerrero conquistó elevados números en las votaciones.
La temporal estival acaba, y a la vez suma otro año de historia a uno de sus espacios más esperados. Un “hasta luego” en lo que el tiempo pasa, su producción continúa y buenos y nuevos caminos se abran en la infinita calle de la cubanía.
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- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
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Mucho se ha discutido, en entornos artísticos y académicos, la necesidad de concebir para la televisión, propuestas educativas que respalden el trabajo formativo de las escuelas y del propio hogar. Pero en ese intento de ecuación prefecta, que en un principio suena bien, sigue faltando una variable vital: los intereses reales de las actuales infancias, tan distintas a las de décadas pasadas, por estar sujetas a las nuevas tecnologías y a contenidos audiovisuales foráneos.
No siempre el audiovisual cubano ha entendido lo importante de arriesgar estéticamente en el mundo de los niños, quienes detectan con más facilidad cuando a un producto diseñado para ellos, le falta honestidad e imaginería. Por eso es tan importante escuchar a las audiencias, decodificar desde el análisis y el seguimiento, aquellos resortes comunicativos que los mueven, y a partir de ellos empezar a construir.
Por fortuna, el actor, dramaturgo, director y “niño eterno”, Maykel Chávez, sabe escuchar muy bien a las infancias; habilidad esta, seguramente adquirida en la radio, donde los Cuentos para Federico, vieron la luz en plena pandemia de la Covid. En ese soporte radiofónico, Chávez tuvo el tiempo suficiente para ensayar ciertas fórmulas, junto a aquel ratoncito azul, de carácter hiperactivo y opiniones muy suyas, que lo acompaña hace algunos años, desde que lo concibiera para el teatro, aunque otras fueran las esencias: Federico Valdemar.
En muy poco tiempo Federico conectó con el público, por esa voz divertida y la picardía que el propio Chávez le impregna a la interpretación del rol. Así, su paso al audiovisual se logró de manera orgánica, entendiendo que la radio descartaba del mundo de Federico a una de las infancias más vulneradas históricamente, por el desconocimiento y la falta de voluntades: las niñas y los niños sordos.
Nacía así, desde los estudios de animación del ICAIC, un programa entretenido, pícaro como su personaje protagónico, jovial, sincero y con un atractivo visual impresionante. Su primera temporada barrió con preconceptos y fórmulas anquilosadas de cómo hacer un programa infantil. Pero esta segunda entrega, concebida como un regalo para nuestros niños en la jornada estival, ha madurado y bordado con delicadeza los detalles que hacen de Fede Tv, más que un programa infantil, todo un proyecto sociocultural e incluyente.
Chávez, en su doble función de actor, director general y guionista del espacio, concibe una estructura aparentemente sencilla, en el que un tema central va dándole sentido a todos los materiales audiovisuales colocados en la emisión. Lo más nuevo de los estudios de animación del ICAIC, junto a obras de culto, sirve para graficar los disímiles tópicos de un programa que renuncia a la ñoñería, la idealización de lo infantil y al exacerbado azucaramiento en los diálogos.
Fede Tv es un programa para niños de este siglo: niños que se portan mal, pero que aprenden de sus errores; niños con miedos que tendrán que vencer; niños que son malos con otros, pero que en el proceso deciden ser buenos. Son esos detalles los que hacen a este programa dominical uno diametralmente opuesto a lo que nuestra televisión nos tiene acostumbrados.
El actor, en su doble rol de Pipo-Pipo y Federico, muestra una versatilidad increíble, acompañada de esa vocación innata en él para divertirse y divertir a los demás. Chávez es un hombre que ama a los niños y siempre está rodeado de ellos. Eso se nota en el tono con el que construye a Federico y su alter ego televisivo.
La intérprete de lenguaje de señas Massiel Suárez, es un elemento imprescindible en los objetivos de Fede Tv. Su participación como un personaje más, y no como un ente cualquiera dentro de un “cuadrito”, permite que el niño sordo se vea representado y que el oyente tenga la curiosidad y la voluntad de aprender las señas mostradas en el transcurso del espacio.
Una visualidad a base de gráficas y de mucho ingenio, provee de dinamismo a Fede Tv. Pol Chaviano se encargó de la construcción de este Federico versión marioneta, mucho más efectivo que la versión animada, pues permite inmediatez a la hora de grabar las emisiones. Aunque el títere en esta televisión del siglo XXI ha pasado a un segundo plano, cuando se hace un buen diseño los milagros pueden ocurrir, y este es el caso.
Los animadores Isis Chaviano, Reinier Escalona, Johanhm Ramírez y Armando Alba, fueron los encargados de proveer de magia al espacio, con todos los elementos gráficos que lo componen. Cada tema, idea importante a remarcar o diálogo ingenioso, está respaldado por la animación, un vehículo expresivo que nunca envejece.
Tan poderoso es el mensaje dejado por Fede Tv emisión tras emisión, que ya, escuelas, círculos de interés, o peñas culturales, hacen uso de estos materiales en sus respectivas dinámicas. Cuando un formato se convierte en un proyecto más allá de la pequeña pantalla, es porque hay una audiencia ávida y necesitada de estos contenidos. Federico ha abierto puertas para otros espacios con propuestas de inclusión y empoderamiento infantil. Es, por demás, el reflejo vivo de las nuevas infancias; esas, que como Fede , siempre tienen una pregunta en la “puntita” de la lengua y unas ganas enormes de aprender.