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- Escrito por: YURIS NÓRIDO / CUBASÍ
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El joven y Talentoso actor Shay Suede, (Imperio, Mujeres Ambiciosas) encarna a Ícaro, uno de los hijos de Lucía, fruto de su primera relación. Ícaro es un muchacho difícil, irreverente, arrojado a los bordes de la marginalidad y el delito, a causa de la ausencia de una estructura familiar.
Veremos además en el elenco, actores de la actual Suerte de Vivir que se han robado los corazones de los cubanos por su talento y carisma: Fabiola Nascimento, la hermosa Naná y Armando Babaioff, el ladino y codicioso Diego. Pero en esta entrega, la Nascimento interpreta a Cacao, la hermana de Lucía, una mujer compleja que se ve enrolada a través de los años en un triángulo amoroso, involucrando a dos hombres unidos desde la infancia, aunque esa unión les produzca dolor. Mientras que Armando Babaioff asume con la gracia que lo caracteriza, el rol de un policía algo inquieto y noble, que se verá en una encrucijada cuando una colega de trabajo, le haga una propuesta atrevida y con la habilidad para sacudir sus preconceptos morales.
Otros actores, entre veteranos y noveles, cierran el elenco de Nuevo Sol, asegurándonos un espectáculo a nivel interpretativo.
Temas como el racismo, la paternidad solidaria, la corrupción de los políticos, el tráfico de drogas, la prostitución y el cambio de identidad, articulan con bastante eficacia el discurso de la obra: las segundas oportunidades están para tomarlas y hacer de nuestras vidas un Nuevo Sol.
De seguro el público disfrutará cada intenso capítulo de esta telenovela llena de música, hermosos paisajes y asuntos medulares en la Bahía y el Brasil contemporáneos. Nos esperan meses de ritmo, maldad desmedida y una segunda oportunidad para Beto y Lucía.
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- Escrito por: Dalgis Román Aguilera
- Categoría: Temas
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Cuando el pasado 25 de mayo el Parlamento aprobó el proyecto de Ley de Comunicación (tras largo proceso de consulta y debates, que incluyeron su publicación en sitios digitales al alcance de la ciudadanía) tuve la certeza de que iniciaba, de manera formal, un proceso complejo y de urgencia. Hoy como si fuera un acto de premeditación, cuando me disponía a redactar estas líneas, a mi celular llegó vía WhatsApp un mensaje de un número desconocido advirtiéndome de férreos controles gubernamentales a los canales privados de comunicación de la ciudadanía. Me pedían sumarme a la cadena por el bien de mis contactos, a los que debía proteger de la censura. No es casual, es la vida.
Ese nivel de exposición con el que convivimos los cubanos de manera muy particular (singularidades de nuestra sociedad que es punto de mira y objeto de cuestionamientos y manipulaciones, y que de tanta defensa se ha tornado a veces en coto cerrado, o en información que llega con atraso) signó la necesidad de la norma. Su estructura y redacción ajustaron términos, abrieron el espectro, definieron escenarios y esclarecieron asuntos medulares relativos a la incuestionable importancia de la comunicación, reconocida como derecho y deber según el modo de actuación de sus protagonistas en cada contexto.
Para enriquecerla fueron activos en su debate los compañeros de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), los Comunicadores sociales (que celebran su aniversario 32 el próximo 26 de junio), el claustro formador de los futuros actores desde los medios fundamentales, ellos se saben responsables directos de la correcta aplicación.
A la ciudadana que soy le alegra ver explícitamente reflejado el espacio comunidad. Nuestro modelo de gobierno tiene allí su concreción. Me enorgullece que, en apego a la Carta Magna, podamos exigir ser resarcidos si resultáramos injustamente afectados, ¡Yo conozco el poder de la palabra! No me asustan los patrocinios, la publicidad, ni las alianzas, los valoro como muy necesarios, y esa es una realidad que no tienen que explicarnos a los que desde la televisión, la radio y la prensa escrita sorteamos escollos materiales para hacer lo que nos toca. Entiendo las razones de los preocupados, pero mi bando es el de hacer e ir rectificando, nunca la quietud, la inactividad ante la urgencia.
Conozco la Ley y no voy a contarla, la analicé, confronté a colegas amigos, revisé artículos cuya firma premiada con respeto valida el compromiso desprejuiciado. Ahora toca esperar los reglamentos que la implementarán.
Mientras escribo pienso que este asunto, como otros de carácter legal, requiere de una mayor cultura jurídica en nuestra población, y en la concientización de que todos los trabajadores de la radio y la televisión somos sus artífices, aunque en el contenido de algunos vaya solo el aparente entretenimiento de la programación variada.
Sí, la nueva Ley de Comunicación nació bien, la estructura que ha de sostenerla tiene en el liderazgo del Ministro, Alfonso Noya, a un cubano cabal, a un hombre sensible y revolucionario. Pero comunicarnos mejor, hacer de este arte herramienta que construya, rectifique, motive, esclarezca e impulse a escala social e individual, es un asunto que no puede resolver por sí sola, una Ley.