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- Escrito por: Ivón Peñalver / Fotos: cortesía del proyecto
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Entrevista a Luismel González Llanes, actual director del espacio Donde va La Habana.
Desde 2006, el televidente capitalino y, afortunadamente el de casi todo el país, puede seguir el rumbo de las tantas atracciones culturales que suceden en esta Habana de todos. La vía es Donde va La Habana, espacio del canal homónimo que surgió como su cartelera cultural.
Con idea original y producción, desde entonces, de Liuvar Losada, Donde va La Habana salió al aire bajo el liderazgo de Luis Leonel León, que también fuera su guionista y los conductores Yipsia Torres y Carlos Ever Fonseca. La asesoría, desde sus inicios hasta hoy, corre a cargo de Damián Cordero Soto.
Ha transcurrido el tiempo y con él nuevas exigencias, que han traído como consecuencia la aparición de rostros muy jóvenes junto a una nueva dirección. Por tal motivo conversamos, justamente, con Luismel González Llanes para que nos acerque a esta nueva “temporada” de uno de los espacios más apreciados del canal.
¿Qué nombres están asociados a los inicios del programa?
«La idea original del programa es de Liuvar Losada, en la dirección han estado Tania Menéndez, Leonardo Luis Blanco Montes, siguió Dielsis Jiménez y ahora yo, que inicié esta” nueva temporada” junto al más reciente casting de presentadores. Damián Cordero Soto ha sido el asistente de dirección desde los inicios y ahora comparte esa responsabilidad con la de guionista. Félix Agüero es el camarógrafo y la producción se mantiene en manos de Liuvar Losada.»
¿Por qué nace el programa y bajo qué criterio elije dónde ir?
«La idea siempre fue y será mostrar y llevar los eventos que se sucederán durante la semana en la capital, y hacerlo de una forma atractiva, diferente e intentando llegar directamente a los protagonistas para que ellos mismos cuenten e involucren al espectador.
«Realmente son diversos los criterios de selección para elegir qué se presenta en el programa; lo principal, al menos en esta nueva etapa, es responder al concepto de cartelera cultural, o sea, intentar que en cada emisión se pueda proponer la mayor cantidad de opciones culturales posibles. Además, se trata de que haya la mayor representación de manifestaciones artísticas, no solo música, también literatura, teatro (tanto infantil como para adultos), humor, artes plásticas y visuales; de forma general, eventos de diferentes cortes. Todo esto —como ya te decía— contado o propuesto por los mismos artistas.
«Para ello se han agregado no solo la forma tradicional de la entrevista o la visita a locación, sino también se ha implementado algo que ahora mismo está muy de moda en las redes sociales Facebook e Instagram, que son los videos selfie, donde en un minuto, los artistas presentan al televidente su opción cultural. Esta fue una manera, primeramente, de ampliar las propuestas, pues no siempre podemos llegar logísticamente a muchos lugares, y segundo, se convierte en una forma efectiva de mover el rimo del programa y adaptarlo a las nuevas visualidades.
«Por supuesto, otra forma de mostrar la información son los tradicionales spots que muchos artistas realizan para sus funciones, los cuales básicamente son ideados para el televidente.
«Todo esto que te comento tiene una máxima de la cual partimos para sustentar el trabajo y es que cualquier selección temática tiene que ir respaldada por la calidad de las propuestas artísticas. Se trata de que lo mostrado en el programa contenga y represente la mayor factura estético-artística del arte en la capital.»
¿Cuál es el mayor reto de una propuesta como esta?
«El mayor reto del programa es el tiempo en el aire (alrededor de 12 minutos). Hay que condensar, entonces, la mayor cantidad de propuestas al televidente y de la manera en que habitualmente lo ha hecho el programa.
«De la misma manera, lograr que el espacio sostenga esa característica de estar presente en los lugares en que se llevan a cabo las presentaciones artísticas mostradas, y que sean los protagonistas quienes muestren qué hacen y cómo lo logran, para que así inviten al público a acompañarlos.
«En ese sentido, es un reto, a su vez, tratar siempre de mostrar lo que se puede encontrar en dichas propuestas, para quien asista vaya con una idea y así pueda elegir mejor en cuanto a gustos propios.
«Como es lógico, mostrar ese proceso lleva tiempo en pantalla aun y cuando se trate de hacer una edición dinámica, por tanto, los conceptos de variedad y forma entran en contradicción en tan corto tiempo. Este ha sido y es el mayor reto, como soluciones, entonces, han salido esto que decía de los videos selfie y spots, como otras formas de mostrar, informar y entretener.»
El programa cuenta con nuevos rostros y hacedores, ¿Qué le exige a los que llegan?
«Sí, el programa en esta temporada cuenta con una nueva dirección, por parte mía, y nuevos rostros, Anabel Arencibia y Frank Daniel Martínez, actores ambos, que se estrenan como conductores precisamente en Donde va La Habana
«El reto en ese sentido también es inmenso para todos, los antiguos conductores Dyelsi Jiménez y Maisel Bello crearon una forma y un estilo de cómo interactuar con el televidente muy fresco, distendido, fuera de lo tradicional y el encartonamiento. Mantener ese concepto, pero adaptado a los nuevos conductores fue un desafío. La idea es mantener la frescura y el ritmo sin imitar, con la preocupante de que ambos conductores se estrenan en la especialidad.
«Creo que en el corto tiempo que llevan esto se ha ido logrando, ambos tienen mayor confianza y conocimiento de las técnicas de la entrevista, han encontrado un ritmo con el que se sienten cómodos con ellos mismos y con las exigencias del programa, y estoy seguro que a medida en que pase el tiempo, esto mejorará aún más.
«Por mi parte, asumir la dirección de un programa fundador del canal fue otro desafío inmenso. Un programa, además, con una audiencia declarada dentro de los que se encuentran especialistas de las diferentes artes; que por demás se ha caracterizado por muy buena visualidad. Entonces, mantener estilo, concepto y forma y agregarle mi impronta como realizador, hecho que trato de hacer en función de sentirme cómodo y disfrutar todo lo que hago, fue un proceso de coordinación propia en el que me sumí desde que el canal me propuso dirigirlo.
«Personalmente, me gusta el producto que ha estado saliendo. Siempre hay inconformidades y habrá elementos que mejorar, pero creo que el objetivo inicial que nos hemos propuesto de visibilizar la vida cultural de la capital, hacerlo a la manera nuestra y, además, divertirnos en el proceso, se ha cumplido.»
Pues qué bien saber que, con nuevos aires, el televidente desde casa en materia de información y disfrute, sigue la buena ruta por Donde va La Habana.
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- Escrito por: Lety Mary Alvarez Aguila
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Recrear desde la ficción entornos delictivos, crímenes, actividades ilícitas y otras manchas sociales ha construido la narrativa de un género históricamente gustado, tanto en la literatura como en el medio televisivo. El policíaco, como suele denominarse, parte de situaciones y misterios que serán descifrados por sus protagonistas. Pero más allá de una visión idílica y salvadora, el dramatizado policial puede representar casos posibles y cercanos a la compleja realidad.
Con tal misión ha cumplido Tras la Huella desde que apareció por primera vez en las pantallas cubanas. Casi 20 años han transcurrido y, a pesar de las transformaciones en la programación, nuestra televisión apuesta siempre por la producción y exhibición de la popular serie. En los últimos años, debido a las posibilidades y planificación de sus hacedores, ha formado parte de las opciones especiales que ofrece Cubavisión durante las temporadas de verano e invierno.
Un nuevo paquete de capítulos de Tras la Huella dinamizó las noches de domingo en la recientemente concluida etapa estival. Casos como Doble Play, El hilo de la madeja, Libre Cambio, Asuntos Personales y Lejos del mundo colocaron sobre la mesa temáticas inquietantes de la cotidianidad. Si bien el guion de la serie-con basamento en hechos reales- acostumbra incluir acontecimientos típicos de la concepción del género como los asesinatos, estafas o robo con violencia, cabe resaltar la perspectiva inteligente y actualizada para abordar fenómenos crecientes y relativamente nuevos en la sociedad. Ejemplo de ello resultan las negociaciones con moneda libremente convertible y las experiencias negativas que en múltiples ocasiones ha dejado esta especie de mercado.
Sin abandonar sus esencias, Tras la Huella explora y se sumerge en la Cuba de hoy con el fin de lograr un producto pulido con matices de realidad. Asimismo, procura aportar movilidad, suspenso y reflexión al televidente que, además de consumir el audiovisual como entretenimiento, se muestra cada vez más exigente ante la necesidad de identificación y la dosis de realismo por encima de la evidente ficción. Una atrevida incursión constituyó el abordaje del feminicidio, un sendero tan escabroso como real, y que sirvió de foco principal en el caso El hilo de la madeja. Fue Tras la Huella una vez más el espejo de pérdidas y temores, de largas investigaciones, de secuelas psicológicas y heridas abiertas para siempre.
Acierto para unos y desacierto para otros supuso la novedad de una temporada con varias miniseries contenidas en sí, pues la mayoría de las historias fueron presentadas y desenlazadas a lo largo de varias semanas. Ciertamente, este cambio estructural permite un flujo menos atropellado de la secuencia de escenas, aunque se corre el riesgo de que las sorpresas o entradas y salidas de personajes conlleven a un final inesperado y aparentemente desconectado del argumento del caso. Aun con las diferentes asimilaciones, surte efecto si se está en presencia de un enredo sustancioso y bien conjugado en cuanto a panfleto y dirección.
Tras la Huella continúa entre los espacios favoritos y esperados por el público cubano. Episodios estelarmente bordados, otros que no han gozado de total aceptación; actores con experiencia, oportunidad para rostros noveles. Esos contrastes, unidos a la entrega de su conjunto de guionistas y directores, definen y retan a un dramatizado policial que ha prevalecido en el tiempo como heredero de memorables programas de su mismo corte. Muchos esperan ansiosamente capítulos nuevos, otros desean ver más escenas en el plano íntimo de sus protagonistas, y todos extrañan a los antiguos integrantes de su clan verde olivo. Quién sabe si algún día nos puedan sorprender.
Recrear desde la ficción entornos delictivos, crímenes, actividades ilícitas y otras manchas sociales ha construido la narrativa de un género históricamente gustado, tanto en la literatura como en el medio televisivo. El policíaco, como suele denominarse, parte de situaciones y misterios que serán descifrados por sus protagonistas. Pero más allá de una visión idílica y salvadora, el dramatizado policial puede representar casos posibles y cercanos a la compleja realidad.
Con tal misión ha cumplido Tras la Huella desde que apareció por primera vez en las pantallas cubanas. Casi 20 años han transcurrido y, a pesar de las transformaciones en la programación, nuestra televisión apuesta siempre por la producción y exhibición de la popular serie. En los últimos años, debido a las posibilidades y planificación de sus hacedores, ha formado parte de las opciones especiales que ofrece Cubavisión durante las temporadas de verano e invierno.
Un nuevo paquete de capítulos de Tras la Huella dinamizó las noches de domingo en la recientemente concluida etapa estival. Casos como Doble Play, El hilo de la madeja, Libre Cambio, Asuntos Personales y Lejos del mundo colocaron sobre la mesa temáticas inquietantes de la cotidianidad. Si bien el guion de la serie-con basamento en hechos reales- acostumbra incluir acontecimientos típicos de la concepción del género como los asesinatos, estafas o robo con violencia, cabe resaltar la perspectiva inteligente y actualizada para abordar fenómenos crecientes y relativamente nuevos en la sociedad. Ejemplo de ello resultan las negociaciones con moneda libremente convertible y las experiencias negativas que en múltiples ocasiones ha dejado esta especie de mercado.
Sin abandonar sus esencias, Tras la Huella explora y se sumerge en la Cuba de hoy con el fin de lograr un producto pulido con matices de realidad. Asimismo, procura aportar movilidad, suspenso y reflexión al televidente que, además de consumir el audiovisual como entretenimiento, se muestra cada vez más exigente ante la necesidad de identificación y la dosis de realismo por encima de la evidente ficción. Una atrevida incursión constituyó el abordaje del feminicidio, un sendero tan escabroso como real, y que sirvió de foco principal en el caso El hilo de la madeja. Fue Tras la Huella una vez más el espejo de pérdidas y temores, de largas investigaciones, de secuelas psicológicas y heridas abiertas para siempre.
Acierto para unos y desacierto para otros supuso la novedad de una temporada con varias miniseries contenidas en sí, pues la mayoría de las historias fueron presentadas y desenlazadas a lo largo de varias semanas. Ciertamente, este cambio estructural permite un flujo menos atropellado de la secuencia de escenas, aunque se corre el riesgo de que las sorpresas o entradas y salidas de personajes conlleven a un final inesperado y aparentemente desconectado del argumento del caso. Aun con las diferentes asimilaciones, surte efecto si se está en presencia de un enredo sustancioso y bien conjugado en cuanto a panfleto y dirección.
Tras la Huella continúa entre los espacios favoritos y esperados por el público cubano. Episodios estelarmente bordados, otros que no han gozado de total aceptación; actores con experiencia, oportunidad para rostros noveles. Esos contrastes, unidos a la entrega de su conjunto de guionistas y directores, definen y retan a un dramatizado policial que ha prevalecido en el tiempo como heredero de memorables programas de su mismo corte. Muchos esperan ansiosamente capítulos nuevos, otros desean ver más escenas en el plano íntimo de sus protagonistas, y todos extrañan a los antiguos integrantes de su clan verde olivo. Quién sabe si algún día nos puedan sorprender.