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- Escrito por: Luis Casariego Fotos: Cortesía de su hijo Patricio Wood Pujols Fotomontaje: Luis Casariego
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Mujer de dulzura sensible y humana
La primera actriz y locutora cubana Yolanda Pujols (1927-2015), según su nombre artístico, aunque se llamaba María Yolanda Pujols González, pasó su infancia y adolescencia en el barrio de Buenos Aires y El Tivolí, en Santiago de Cuba.
Primera hija de una familia cubana humilde y modesta, de ascendencia haitiana y catalana; su madre trabajadora en una fábrica de sombreros y su padre vidriero. Fue una niña consentida, mimada por tías, primas y muy tímida, aunque al comenzar en la escuela mostró gran interés por la declamación, las dramatizaciones, el baile, el canto y el arte escénico. Fue estimulada por sus profesoras Belén Feliú y Bessi Ferrer, quienes semanalmente le daban un poema para que lo memorizara y dijera en las actividades de la escuela.
Con solo 10 años, declamando y bailando, obtiene el Primer Premio en el Teatro Oriente; según ella misma, allí perdió el miedo escénico. Comenzó así su vertiginosa carrera profesional, formando parte del elenco en la emisora Cadena Oriental de Radio, en Santiago de Cuba, junto a su hermana Carmen, primeras en hacer locución en esa ciudad.
Desde muy joven integró el grupo de teatro del Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba que dirigía José María Béjar, el primero de sus maestros de actuación. Integró tanto la Asociación de Estudiantes del Instituto, participando en actividades patrióticas, como la banda de música, el equipo de softbol y el coro. Mujer de gran sensibilidad humana y definidos ideales políticos.
Cursando el tercer año del Bachillerato cuando le atacó la fiebre tifoidea; estuvo grave, permaneciendo en reposo por un largo periodo de seis meses. Fue cuando le prestaron un pequeño radio por su reposo y en su convalecencia se pasaba todo el día oyendo las emisoras locales y nacionales; desde entonces le picó el bichito de la radiodifusión.
Cuando ya estuvo casi recuperada embulló a una prima que cantaba bastante bien y se fueron a la CMKW, a un programa de aficionados; su prima cogió miedo y no quiso cantar y Yolanda aprovechó que las había sorprendido un aguacero para probarse, pues no le tocaron la campana... Regresó al siguiente día y volvió a cantar, ganándose un paquete de galletas con que premiaban y quedándose así prendada de la radio para toda su vida…
Finalmente se presentó en la emisora provincial CMKW como cantante con la canción Échale un quinto al piano, de la autoría de Felipe Valdés Leal, compositor mexicano, (trofeo RCA Víctor, premio Wurlitzer ´57 y medalla de oro en Universal ´62). Comenzó como actriz aficionada, hasta quedar integrando los elencos de la misma emisora, donde debutó en Cosas que pasan.
A sus 15 años comenzó en la CMKW integrando el elenco artístico de la compañía y cobró el primer salario de su vida profesional (de 30.00 pesos), el que le dio a su padre para que cumpliera su sueño y se comprara un botecito. En 1945, con la toga y el birrete prestados por sus amigas, se gradúa de Bachiller, ganándose una matrícula gratuita para la Universidad de La Habana, cosa que no pudo realizar por no poder sufragar los gastos que implicaba eso en aquellos tiempos.
Cuando le ofrecen un trabajo como telefonista en la Compañía de Teléfonos en Santiago de Cuba, para complacer a su madre comienza en el mismo; casi se enferma…, no oía radio, no pasaba por la emisora. No resistía ese trabajo. Su madre le dijo que estaba loca, aunque su padre le dio su apoyo, cuando regresó más tarde a la emisora.
En Santiago trabajó en la emisora en programas cómicos, dramáticos, cuentos para niños, comerciales y en la locución de Reloj del Aire. Se convierte en actriz junto a su hermana Carmen Pujols; fueron las primeras locutoras radiales que tuvo el Oriente de la Isla.
Allí conoció a quien más tarde fuera el amor de su vida y padre de tan bella familia: ese otro gran actor de cine, radio, televisión y teatro, Salvador Wood, baluarte de la Cultura Cubana, brindándole ambos al pueblo lo mejor de su arte; con él, contrajo matrimonio el 24 de noviembre de 1949 y juntos compartieron el resto de sus fructíferas vidas y labor artística. Formaron una hermosa pareja, cuyos dos herederos son: Yolanda Wood Pujols, Doctora en Artes y Letras, y Patricio Wood Pujols, destacado actor de cine, televisión y teatro.
Con su esposo llegó a La Habana por una convocatoria que lanzó la emisora radial RHC Cadena Azul, titulada “Las voces nuevas”, donde quedó contratada, convirtiéndose en una de las voces líderes de la actuación y de la locución del país. Ha sido considerada como un hito femenino dentro de la locución, siendo protagonista de muchos comerciales y espacios estelares de las novelas radiadas durante toda la década de los años 50. Es fundadora de la televisión cubana.
Esposa de Salvador Wood por más de 65 años, actuó en las radionovelas de RHC Cadena Azul, Radio Progreso, Unión Radio y CMQ hasta 1952, momento en el que comienza también en la televisión, simultaneando su labor como actriz con el de locutora de comerciales.
En la década de 1950 protagonizó novelas en los espacios estelares de las emisoras nacionales de la radio y más tarde en la TV. Por 11 años protagonizó la novela radial más escuchada en aquel entonces Sublime vocación, en el rol de Silvita, y Lo que el río arrastra o como también se conocía, “la novela de las 11 de CMQ Radio”.
Vivió la mayor parte de su vida en Cojímar, desde 1953 compartiendo la vida con su familia y sus ideales patrióticos, partiendo junto a su esposo al exilio después del fracaso de la huelga del 9 de abril de 1958. Apoyando la emisora Radio Rebelde desde Caracas, Venezuela, con la emisora El indio azul, divulgando las acciones del 26 de julio.
Regresó a la patria al triunfo del Revolución, integrándose al país y a las nuevas ideas del gobierno y de su líder Fidel Castro. Se incorporó a las milicias, fue presidenta de su CDR durante 30 años, la FMC, la Reforma agraria, brigadas de guardafronteras, la alfabetización, fundó la escuela “Urselia Díaz Báez”, todo ello sin abandonar su labor como profesional de la radio y la televisión, alcanzando primer nivel en su evaluación como actriz. Y ejerció como jurado en los Festivales Nacionales de la Radio en más de 20 ediciones.
Después de 1959 intervino en programas dramatizados de Aventuras: Los mambises, La guerrilla del altiplano, Enrique de Lagardere, los teleteatros Barranco abajo y telenovelas en el espacio de Horizontes. Trabajó en la novela Cuando el agua regresa a la tierra, dirigida por Mirtha González Perera. En el filme No hay sábado sin Sol bajo la dirección de Manuel Herrera. Fue fundadora en 1968, de Tele Rebelde, en la ciudad de Santiago de Cuba.
Mucho después de su jubilación, el pueblo disfrutó su reaparición junto a su esposo Salvador Wood, y su hijo Patricio, en la telenovela de Maité Vera Lo que me queda por vivir, por el canal Cubavisión en su espacio estelar.
En disímiles entrevistas que se le hicieron, Yolanda siempre manifestó “sentirse muy orgullosa de la educación y desarrollo de sus dos hijos. Nunca hemos tratado de influir en ellos, ni de buscarles puestos y oportunidades atenidos a nuestro prestigio. Ellos han triunfado por sus propios méritos y talentos”.
Por su talento y perseverancia fue merecedora de la Distinción por la Cultura Nacional y a sus 80 años de vida fue galardonada con el Premio Nacional de Radio, además le fue entregada la condición de Miembro de Mérito de la UNEAC, Artista de Mérito y Fundadora del ICRT, Micrófono por el 70 Aniversario del la Radio, Medalla Raúl Gómez García, Premio Nacional y Fundadora de la Radio Cubana, y el Primer Premio con su hermana Carmen Pujols en el 1er. Festival del Pregón en Santiago de Cuba. Fue militante del PCC por más de 30 años hasta el final de sus días, entre otros muchos otros reconocimientos.
Se cumplieron sus aspiraciones y deseos de: “Triunfar como actriz, triunfar plenamente, satisfactoriamente, aportando todo cuanto pueda, pues mi triunfo será de todos los míos y de mi patria”.
Yolanda pidió que se lanzaran sus cenizas al mar que tanto la inspiró… deseo que se cumplió el 13 de agosto de 2015, a los 88 años de edad, junto a familiares, amigos y vecinos de Cojímar; allí permanecerá como “Un anticipo a la eternidad”.
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- Escrito por: Ivón Peñalver
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Cuando se habla de lírica dentro de la canción cubana, sin dudas, el nombre de César Portillo de la Luz reluce entre los más significativos. Uno de los grandes compositores que marcó ese modo de decir nominado filin, al asumir el bolero y la trova influenciados, fundamentalmente, por la armónica del jazz.
Fue César, tal y como le llamaban los más cercanos, el hombre más apegado a la reflexión filosófica, por así decirlo, dentro de este movimiento de la canción. Hecho que lo llevó en más de una oportunidad a validar el propósito primero de los medios masivos de comunicación. Para él, la radio y la televisión cumplían el importante rol de acentuar el gusto en el público, preferencia que, según su criterio, debía estar sustentada en lo más autóctono de la tradición de un pueblo.
Es esa la máxima que lo llevó a compartir más de una vez con el cantautor Silvio Rodríguez en el espacio televisivo Te doy una canción, el cual, como bien indicaba su nombre, reverenciaba ese género que tantos lauros ha dado a la cultura de casa. Allí, desde estéticas diferentes— aunque unidas desde el respeto por el sentir del creador y el espectador—, ambas generaciones se afirmaban.
Cada aparición de César Portillo en este programa fue pretexto para convidar al refinamiento del gusto; para valorar el significado del texto como herramienta de placer y a su vez de conocimiento; para no permitir la escucha paciente, sino entender que toda letra responde, consciente o no por parte del creador, a un contexto determinado, de ahí la necesidad de respetar lo que se dice y cómo se dice.
Por esas razones, su presencia fue siempre tan bien recibida tanto en un espacio dedicado a la trova, como en otros programas destinados a la canción lírica. César fue invitado a emisiones especiales del programa Álbum de Cuba, y constituyó una “visita de lujo”, tal como la definió la excelsa anfitriona del espacio, la maestra Esther Borja.
En otras ocasiones, Portillo de la Luz fue entrevistado en el programa Proposiciones, bajo la conducción de Pablo Milanés. Allí se conoció sobre su apego a los clásicos de la literatura, no solo de la línea romántica, también del género de aventuras, lo cual influyó tanto en su sensibilidad lírico-emocional como en muchos preceptos de la sicología social que defendió.
Las novelas Los miserables y El rojo y el negro ocuparon un sitio muy especial dentro de su cosmovisión, de ahí que constantemente reafirmara la relación del hombre y su contexto, hasta dónde las acciones del individuo responden a la correlación causa y efecto, por tanto los resultados son consecuencia de quien se es, y en qué escenario de vida se desenvuelve.
Y es dentro de esa misma línea, a partir de su praxis creativa, que demostró cuánto la poesía en la canción sobrevive a tendencias o maneras de decir de distintas épocas, siempre que lo narrado toque las fibras más íntimas del individuo, sencillamente porque los sentimientos son universales per sé. La magia está en cómo se adecuan a las exigencias del tiempo.
Del férreo carácter del autor de temas como “Contigo en la distancia”, y “Son al son”, muchos han dado cuentas, de igual manera de su gran sensibilidad. Ese querer y poder decir lo justo en el momento indicado, sin darle demasiada importancia a las consecuencias, sobre todo a la terca mediocridad, hizo que en más de una ocasión cualquier interlocutor inseguro quedara frenado ante su delgada, pero enérgica presencia.
Y es que César Portillo, entre sus tantos atributos personales, destaca como un filósofo natural de la vida, a ella le cantó y a ella honró. Fue homenajeado en galas especiales en el Concurso de composición e interpretación Adolfo Guzmán, y se han celebrado en la capital nueve ediciones del Concurso de Interpretación que lleva su nombre; no obstante aún el certamen no ha llegado a los medios de comunicación con la fuerza que merece. Y esto es una deuda aún por saldar, porque este autor que este cumpliría cien años, aun cuando se haya marchado hace nueve, es de los que perdura—no solo en Cuba—más allá de los complejos compases en su guitarra-, sino también y, sobre todo, por haber creado un mundo de emociones, a través de imágenes que han quedado, para siempre, en nosotros.