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- Escrito por: Maya Quiroga
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Los nuevos escenarios demandan una transformación integral y profunda desde el punto de vista tecnológico, conceptual, creativo, visual, estilístico y estético
El 24 de octubre de 1950 nació oficialmente la Televisión Cubana (TVC). Los precursores de este medio masivo de comunicación escribían una página gloriosa de la cultura nacional porque, como bien se sabe hoy, Cuba fue el tercer país de América Latina –junto a México y Brasil– en contar con ese maravilloso invento.
Aunque el equipamiento tecnológico que se empleaba en sus inicios era de procedencia norteamericana podemos decir, con orgullo, que el capital humano era cubano y que en nuestra pequeña ínsula se inventó la maquinaria de significación que es la telenovela.
En aquella televisión primigenia predominaban los espacios “en vivo” y las transmisiones de partidos de béisbol desde el habanero Stadium del Cerro. La programación comprendía también algunos espectáculos artísticos y un número reducido de musicales y humorísticos en los que se intercalaban cuñas promocionales, a tono con el carácter comercial del medio.
Con el Triunfo de la Revolución en enero de 1959, la TVC adquiere un carácter público, cultural y educativo. Perduran en la memoria colectiva espacios que han contribuido a la formación del gusto estético de las audiencias tales como: 24 x Segundo, De nuestra América, Historia del Cine y La Séptima Puerta, entre otros.
Desde el punto de vista tecnológico, la TVC transitó desde la realización en vivo –que se alternaba con la grabación en cintas cinematográficas (16 mm) –, hasta el uso de tecnologías procedentes del campo socialista. A finales de los años 70 comenzaron las grabaciones en distintos formatos de video tape. Luego se inició el paso de las transmisiones analógicas hasta la televisión totalmente digital, un proceso que todavía no ha concluido en Cuba.
Actualmente, con la convergencia mediática y la transmisión de mayores flujos de datos a través de la llamada Red de redes los usuarios tienen la posibilidad de decidir qué ver, cuándo y cómo hacerlo.
Por otra parte, con la pandemia de la Covid -19, vieron la luz múltiples plataformas digitales para la exhibición de audiovisuales y entraron en ebullición los campos de la animación, los videojuegos o los efectos visuales, lo cual ha planteado nuevos retos a la televisión tradicional.
En ese panorama resulta vital la capacitación de niños y adolescentes en el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones para la realización audiovisual infantil. Han florecido experiencias como los proyectos Rodando Fantasías, de Villa Clara; Picacho, en la comunidad Serrana de Victorino, municipio Guisa (Granma) y Cámara Chica, en el consejo popular La Conchita en Pinar del Río, que cuenta con el patrocinio del British Council y el Consejo Nacional de Casas de Cultura.
Otros proyectos comunitarios con una labor destacada al respecto son Arenas, de Cárdenas (Matanzas); Cámara Kikirito, de Güira de Melena, en Artemisa; Ananá, de Ciego de Ávila; Pupilas en acción, de Guantánamo; Voces del audiovisual de Gibara, en Holguín; Aventuras Baobabs, de San José de Las Lajas, Mayabeque y Tu Taller, un Proyecto de Desarrollo Local del municipio Plaza de la Revolución, en La Habana.
Sin renunciar a su objeto social de informar y entretener, las actuales circunstancias demandan de los teleastas cubanos un cambio de lenguaje que se apropie de elementos del séptimo arte, el teatro y otras manifestaciones artísticas y hasta literarias y tenga en cuenta las lógicas de sitios de redes sociales como Youtube, Instagram o TikTok. Será esta una de las vías para recuperar a un segmento de la población nacional que afirma que en su casa ya no se prende el televisor.
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- Escrito por: Sahily Tabares/Bohemia
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Pensemos en esta interrogante antes de crear la realidad de una imagen fotográfica fija o audiovisual que debe transmitir un mensaje en su texto y su contexto
I
ILa Habana, 1986. / Humberto Mayol
Infinidad de historias nos sorprenden cada día. A veces pensamos: “imposible imaginar lo visto en ese relato audiovisual. ¿Es posible que ocurra algo así? Y se veía clarito, clarito, el llanto de la acongojada mujer”.
Por doquier los seres humanos están sometidos constantemente a producciones mas mediáticas. En ellas predomina una continua e inseparable relación entre las imágenes y los valores lingüísticos, pues todos los elementos se interrelacionan dramatúrgicamente mediante convenciones genéricas y conforman lenguajes con diferentes códigos y señales.
A velocidades impensadas se multiplican cámaras, micrófonos, imágenes, planos, efectos especiales. Unos y otros construyen la “verdad” sobre hechos, situaciones, conflictos. Sin ningún límite, las informaciones, los contenidos y el entretenimiento son entregados a domicilio. Las personas asimilan, negocian o rechazan lo ofrecido, la apropiación y el uso de cada mercancía depende del gusto, del interés, de la subjetividad personal.
Pocas veces pensamos, o por lo menos no tanto como lo merece el asunto, en cuánto influye la dirección fotográfica en el ver que nos proponen ficciones, documentales, noticieros, revistas… En fin, cualquier relato audiovisual concebido para el cine o la televisión.
Utilizar una cámara sofisticada o moderna de ningún modo garantiza: “dejar subir solo el detalle hasta la conciencia afectiva”, como de manera oportuna advirtió el lúcido Roland Barthes.
Nunca puede perderse de vista que el artista de la fotografía no copia la realidad, la crea. Esta perspectiva es esencial para lograr convencer, seducir, interpretar lo que ocurre y cómo ocurre.
Sin embargo, constantemente se viola este principio vigente para el fotoperiodismo o cualquier otro género. Si antes hablábamos de la imagen hoy hablamos de la visualidad.
No siempre la TV tradicional establece jerarquías en la estrategia comunicativa de lo visual. Técnicos, artistas, periodistas, realizadores, los implicados en la puesta audiovisual y en la foto fija deben ser conscientes de que los medios son una realidad productora de cultura; instauran modelos e influyen en la preferencia y la sensibilidad de los públicos.
Lo que la cámara ve influye en el cumplimiento estricto de la ley de la verosimilitud (lo que impresiona por su verdad, aunque nunca haya sucedido).
Cuando una narración no responde a los principios de verdad y verosimilitud, es falsa. Presentar los conflictos de los personajes y sus respectivos caracteres, en armonía con los acontecimientos, requiere pericia dramatúrgica. Caracterizarlos constituye un arte complejo: qué dice, cómo lo dice, para quién lo dice.
Esto tiene que ver con la ubicación temporal y espacial desde donde se cuenta el relato.
Existe una pregunta fundamental en ocasiones ausente de la labor creativa del fotógrafo o la fotógrafa: ¿dónde coloco la cámara? Al parecer simple, pero llevarla a la realidad requiere técnica, investigación, saberes, cultura, experimentación.
Seleccionar el punto de vista, ese acto que precede, incluso, a la acción de mirar por el visor, ya implica una selección de editor, una postura activa, crítica, propositiva. Reflexiones: el autor de una fotografía debe ser artista antes que fotógrafo. O sea, debe ser primero creador y luego reproductor de la realidad.
Un ejemplo del deber hacer en la práctica, lo patentiza Humberto Mayol, en documentales del Proyectos Palomas que cuentan historias intensas, movilizadoras, participativas, donde la emoción se implica al ver lo que ve la cámara desde dimensiones antropológica, psicológica, social.
La TV media entre la elaboración del conocimiento de la realidad y el acto perceptivo de los sujetos que evalúan esa realidad.
Cada fotografía es un mensaje con su texto y su contexto. El texto es significante y significado y el contexto referente y paradoja.
El encuadre, la medición de la luz y de la velocidad, la composición, los contrastes, son cuestiones técnicas importantes, pero no bastan para lograr una fotografía verosímil.
Reflexionemos: la fotografía de prensa no puede estar ajena a la relación creador, obra, públicos. Este requerimiento tan obviado, en ocasiones, influye en la acción de compartir ideas y revelar valores mediante el quehacer de intérpretes que, dados sus desempeños, contribuyen al acto reflexivo y a la educación del pensamiento en tanto experiencia estética transformadora de nosotros mismos, del vecino, de la sociedad.