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- Escrito por: Autor: Pedro de la Hoz /Granma
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Al término de la transmisión original por TV Globo de la telenovela brasileña en curso por Cubavisión, Suerte de vivir, las referencias literarias sumaban 76. En muchos casos no fueron meras citas, sino incorporaciones orgánicas al desarrollo argumental
¿Dickens fue también un escritor fantástico? La pregunta surgió en un pequeño grupo que debatía sobre la telenovela brasileña en curso por Cubavisión: Suerte de vivir.
En un momento de las tradicionales celebraciones decembrinas en el occidente cristiano, cuando, decepcionado y en soledad, el protagonista se echa a morir, evoca los fantasmas del Cuento de Navidad, de Charles Dickens, narración que por su carga alegórica se aparta del tono de Oliver Twist, Historia de dos ciudades y Grandes esperanzas.
Alguien advirtió entonces que si una virtud poseía Suerte de vivir, era la de poner de moda la literatura. Habrá que dejar para otra ocasión discutir si el alcance artístico de la realización y los presupuestos dramáticos de la telenovela son o no válidos. El solo hecho de que libros y autores ocupen un lugar predominante en la trama amerita una reflexión.
Al término de su transmisión original por TV Globo, en enero de 2020, las referencias literarias sumaban 76 a lo largo de la telenovela. En muchos casos no fueron meras citas, sino incorporaciones orgánicas al desarrollo argumental, a partir del protagonismo de Alberto Prado Monteiro (Antonio Fagundes) y Paloma da Silva (Grazi Massafera), ejes de la relación afectiva entre un culto editor a punto de morir y una costurera, situación que de manera tangencial recuerda el Pigmalión, de George Bernard Shaw.
Clásicos de la literatura universal son puestos de relieve: Las mil y una noches; Don Quijote, de Cervantes; Romeo y Julieta, de Shakespeare; historias para todas las edades como Peter Pan, de James Barrie, Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, y los relatos de los Hermanos Grimm.
Pero quizá la apuesta más interesante pase por jerarquizar las letras brasileñas. Dar su lugar en la pantalla a narradores de la talla de María Firmina dos Reis (la primera escritora negra en la nación), Jorge Amado, João Guimarães Rosa, Érico Veríssimo, Machado de Assis y Clarice Lispector, y de poetas de tanto relieve como Carlos Drummond de Andrade, con su inefable evocación del carnaval, y Mario de Andrade, potencia el interés por acceder a los valores culturales de autores que han aportado esencias a la identidad del país y del continente.
Por cierto, el televidente cubano no dejará de sorprenderse cuando más adelante, en medio de una de las idas y vueltas policiales de la trama, un personaje traiga a cuento a Mario Conde, el investigador creado por el cubano Leonardo Padura.
Según los guionistas, nada de esto fue fortuito. Una encuesta realizada en medio de la transmisión de la telenovela reveló que el 80 % de la audiencia nunca había completado la lectura de un libro.
Entre nosotros, la serie Calendario esbozó el camino de la factible integración entre promoción literaria y ficción audiovisual. ¡Cuánto más podría hacerse, sin forzar el asunto ni programarlo por decreto! Valga pensar en el reto, mientras transcurre la Feria del Libro de La Habana, tiempo en que la literatura gana espacio y adeptos.
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- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
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A los senderos de una mejor sociedad se llega gracias al contacto con los adolescentes y jóvenes que la forman; esos con la inquietud e inconformidad suficiente para cambiar el rumbo de las cosas, siempre y cuando haya en ese cambio, valores que, como sólidas columnas, sostengan la diversidad de ideas y posturas que lleva implícita la juventud.
Nuestros medios de comunicación han sabido siempre acompañar a la juventud cubana con propuestas audiovisuales edificantes, acorde a sus intereses y al contexto social del que son hijos. Revistas de opinión, programas musicales, de participación, etc., han marcado la identidad colectiva de varias generaciones; pero han sido los dramatizados, aquellos programas televisivos que más han calado en el público infanto-juvenil, por la inmediatez de sus discursos.
El frescor del lenguaje, el tratamiento certero de temáticas propias de estas edades, las innovaciones estéticas y el descubrimiento de jóvenes figuras de la actuación para los medios han sido siempre factores en el éxito de las series juveniles del patio; pero sin lugar a dudas, el desarrollo tecnológico y el contacto de los públicos con materiales foráneos bien facturados y “arriesgados conceptualmente” han influido en el gusto estético y la necesidad de nuevos contenidos. Una serie juvenil hecha en la Cuba de estos tiempos, andará irremediablemente inmersa en dos mares representacionales: aquel en defensa de la formación de valores y otro más preocupado por ser un retrato “fiel” de la juventud que tenemos.
Los dos últimos años han representado para la televisión cubana un resurgir de sus series juveniles, luego de casi una década sin desarrollar ningún proyecto que funcionara como la voz de nuestros adolescentes y jóvenes. Tres proyectos con estéticas y miradas diferentes han sido los iniciadores de este nuevo comienzo.
Calendario, con guion de Amílcar Salatti y dirección de Magda Gonzáles Grau abrió la posibilidad para tratar temas muy asociados a los retos y responsabilidades de la educación cubana para con sus niños, adolescentes y jóvenes, que son, en resumidas cuentas, el futuro de este país. La serie vistió los temas con organicidad, buen gusto y la suficiente empatía para no pasar inadvertida. Un guion construido desde el lenguaje de los jóvenes terminó por redondear las intenciones de la serie: enaltecer la labor de los educadores encargados de iluminar la inocencia de una de las etapas definitorias del ser humano.
A los otros dos proyectos juveniles más recientes, le han faltado quizás, nitidez en sus planteamientos formales. El regodeo del lenguaje o la imagen no siempre es efectivo en materiales diseñados, no solo para un segmento poblacional, sino para otros públicos que circundan a esa primera audiencia.
Válida ha sido la intención de rescatar un género extraviado por años sin razones aparentes. Sabidas son las carencias productivas que afectan la aprobación de un proyecto, pero el género en cuestión ha demostrado por décadas la habilidad de sumar públicos y de poner sobre el tapete temas medulares en nuestra sociedad.
Con el reciente estreno de la segunda temporada de Calendario y la evidente efectividad de series anteriores como Valientes y Primer Grado, se hace necesario pensar en nuevas historias, nuevas miradas ficcionales que nos acerquen al mundo de los jóvenes y sus inagotables dilemas. Mucho queda por contar de la juventud que tenemos y que soñamos. Es solo abrir el corazón, desde la responsabilidad y la ternura.