Temas
- Detalles
- Escrito por: Sahily Tabares/Bohemia
- Categoría: Temas
- Visto: 1550
Estrategias de un programa televisual y de foros de pensamiento influyen en la continuidad de diálogos necesarios para seguir estimulando la cientificidad y los razonamientos genuinamente revolucionarios
Lejos de cerrar temáticas, discusiones, intercambios de ideas y búsquedas de soluciones, los congresos suelen abrir nuevas vías para facilitar debates y colocar en la mira prioridades e interrogantes que pueden facilitar la toma de decisiones en beneficio de la cultura y la sociedad.
Así ocurrió a partir del IX Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, celebrado en junio de 2019. La continuidad del evento ha tenido seguimiento mediante diferentes foros en instituciones, espacios radiales y televisivos.
Por su parte, la membresía de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) ha destacado que solo desde la cultura es posible erigir sólidos paradigmas culturales. Lo ratifica en el programa Paréntesis (Cubavisión, Canal Educativo, 6:30 p.m.). En cada emisión las pautas de elaboración de las entrevistas se apoyan en una meticulosa exploración de las obras de los jóvenes artistas y sus dinámicas creativas.
Por supuesto, ningún espacio agota el socrático y poderoso vehículo de la conversación, pues la curiosidad incontenible siempre conduce al encuentro de hallazgos, pensamientos y reflexiones.
Lo patentizó un reciente encuentro en la sede nacional de la AHS donde concurrieron sus representantes de todo el país. Entre ellos lideró el reclamo de seguir estimulando la participación de los críticos y expertos en el diseño e implantación de una estrategia para el desarrollo de la crítica cultural, artística y literaria sobre los medios y en todos los medios posibles.
O sea, lo que se visibiliza en la pantalla tiene continuidad en el aquí y ahora como debe ser en la práctica. Nunca es ocioso repetirlo, Cuba tiene el desafío específico que le plantean los planes subversivos y desestabilizadores contra nuestro gobierno y un segundo desafío más global: el trabajo de conquista cultural que se extiende sobre el mundo a partir de los centros hegemónicos del Norte. Ciertamente, la descolonización tiene que ser una tarea cotidiana, sistemática, ética, responsable, transformadora porque el avance colonizador aparece de modo omnipresente.
Son imprescindibles en ese hacer y acontecer los saberes que robustecen cada obra creativa. Durante otro encuentro trajo a colación esta urgencia una experta en programas radiales, Caridad Martínez, Maestra de Juventudes, máxima distinción que otorga la AHS. Reconoció la valía en todos los escenarios del método propuesto por el célebre actor y director Stanislavski: “Hay que hablar con la mayor sencillez posible, sin patetismo, sin efectos de entonación faltos de sinceridad, ni un énfasis exagerado en la palabra”.
Varias generaciones aprenden de su manera de vivir el arte radiofónico desde la realización. Gustan de verla en ejecución, interiorizan que las construcciones mediáticas son mediaciones de procesos entre los sujetos sociales y sus realidades, interpretarlos permitirá aprehender lo autóctono, lo valioso, rechazar lo banal.
En la comprensión de la naturaleza comunicativa es clave la cultura dado su carácter de proceso productor de significados, pues vivimos en el mundo llamado de la postelevisión, la telefonía celular, el imperio de internet, las redes sociales, contenidos servidos a domicilio, los cuales facilitan la confección de un paquete propio.
¿Qué hacer ante tal avalancha? En primera instancia, ofrecerles a los públicos las herramientas para orientar su brújula en medio de la incontenible y pródiga hojarasca seudocultural.
Conocer, pensar y actuar exige un basamento científico, no se improvisa sobre la marcha. Los programas de TV deben tener una identidad propia, sus componentes influyen en el sentido del texto audiovisual, incluso, el inocuo en apariencia, connota una filosofía. Esta debe ser desentrañada mediante el análisis y el estímulo de la inteligencia.
Lo aseveró otro Maestro de Juventudes de la AHS, el inolvidable intelectual Fernando Martínez Heredia, al presentar en la sala Charles Chaplin el filme Che, un hombre nuevo, de Tristán Bauer, el 5 de octubre de 2010: “Todo su trabajo, su vida y su ejemplo van en busca de lograr que la riqueza cultural acumulada se reparta y llegue a ser para todos. Este llamado tan fuerte y tan logrado, a que todos nos sirvamos del Che, y que le aseguremos su grandeza del único modo digno y factible, que es continuando su camino, su pensamiento y su obra, aprendiendo con él a crear realidades y a pensar, a soñar futuros factibles, a sonreír, construir y pelear”.
Pensemos en esto.
- Detalles
- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
- Categoría: Temas
- Visto: 1823
Volver sobre los pasos de un género que por décadas contribuyó al entretenimiento, espiritualidad y formación de los más pequeños de casa, no es un hecho fortuito. A los recuerdos del pasado también se llega con la intención de construir un mejor futuro, y si de nuestra televisión se trata, su luminosa historia siempre nos tiene reservados múltiples caminos de creación y rigor artístico.
El espacio de las teleaventuras cubanas, ese que durante décadas sentó a toda la familia frente al televisor, estaría cumpliendo este 2023, sesenta años de existencia. Por desdicha las aventuras fueron desapareciendo, casi sin darnos cuenta, de las ofertas televisivas. Los cambios tecnológicos y el contacto cada vez más inmediato con materiales foráneos apresuraron la caída al vacío de un género caro, complejo y necesitado de mentes creativas y sensibles.
En la década de los 2000 se hizo un esfuerzo enorme por parte de la televisión, con el objetivo de no dejar morir el espacio. Con mayores o menores aciertos artísticos, las teleaventuras de aquella época revisitaban obras de la literatura universal o usaban el recurso del remake, para volvernos a contar historias que habían calado en los corazones de varias generaciones.
Ciencia ficción, fantasía y otros subgéneros nacidos desde la modernidad coqueteaban tímidamente, gracias a los argumentos creados por los guionistas. No siempre se lograban buenas obras, pero prevalecía la necesidad de probar fórmulas y asumir riesgos creativos.
Tal empeño en no dejar morir un género, nunca fue un capricho; fue en todo caso una necesidad sociocultural de traspasar por vía de la comunicación, importantes valores y enseñanzas a nuestros niños y jóvenes.
Pero realizar de manera continuada materiales tan demandantes productivamente hablando, desde una televisión pública con recursos limitados, se hace insostenible; aún más si tales productos entran en una no muy ventajosa batalla con obras foráneas, vestidas con mayores presupuestos económicos y estéticos.
Muchos son los que confunden al género Aventuras con las teleseries juveniles, y aunque parten de búsquedas artísticas semejantes, son formatos con estructuras, misiones socioculturales y audiencias diferentes. Aunque muchas series juveniles puedan tener un costado aventurero, esto no las convierte en una aventura; en el tono y los referentes de ambos géneros está la diferencia.
Si bien, el espacio Aventuras tal cual lo conocemos, sería imposible de rescatar por las consabidas carencias económicas que también afectan a las producciones televisivas, no sería descabellado pensar en variantes del género que resulten más viables y atractivas para el público al que está destinado.
El recurso de las series por temporadas podría funcionar en una nueva concepción del formato, entendiéndolo como un producto muy dependiente de las audiencias.
Las teleaventuras en Cuba pueden ser una gran odisea, si a las intenciones y los deseos no se le pone intelecto y creatividad; pero si las ganas de hacer y el esfuerzo colectivo de realizadores, guionistas, técnicos, productores y actores, son bien canalizadas, pueden emerger buenas historias e ingeniosas soluciones productivas, para así recatar el género que con más acierto aglutinaba a toda la familia en un mismo espacio audiovisual.