Temas
- Detalles
- Escrito por: Dalgis Román Aguilera / Fotos: Tomadas de Internet
- Categoría: Temas
- Visto: 1604
La televisión cubana, pionera en el continente, tiene en su historia la indeleble huella de arriesgadísimas trasmisiones en vivo. Esta atrevida y urgente manera de hacer nos legó la formación de equipos de trabajo que crecieron, superando con talento, la tecnología de la época.
Evocando esos años nos abrazan las personalidades de figuras relevantes de la animación en Cuba: Germán Pinelli, Consuelo Vidal, Eva Rodríguez, entre otros nombres imprescindibles. Ellos se erigieron por derecho bien ganado en paradigmas de ese género considerado como: “El escalón más alto de la locución y de la actuación” como refiriera el maestro, referente de este género: José Antonio Cepero Brito.
El desempeño de estos animadores nos fue sembrando valores y sentimientos que iban más allá del contenido de sus programas. El pueblo aprendió a quererlos, y los extraña.
Consuelo Vidal, nuestra inmortal Consuelito se reconocía así: “…Yo soy, sobre todo, animadora”.
Sin pretender enumerar las posibles causas de la epidemia de trasmisiones grabadas en todo el Sistema de la Televisión en Cuba, una sencilla mirada a nuestras parrillas de programación aporta datos contundentes. La mayoría de los programas se graban.
Esta fórmula, asumida desde la llegada del video tape, limita el crecimiento de los profesionales de la palabra, y retarda la experiencia en el oficio.
Pareciera que estudiar el guion, hacer un eficiente trabajo de mesa, leer con adecuada entonación el Teleprónter, e incorporar con naturalidad preguntas y acotaciones preconcebidas, o frases escritas por otros, hacen el camino del comunicador. Perdemos el efecto convincente de una auténtica personalidad, el intercambio de emociones, la alegría y el estremecimiento.
Duele la ausencia casi absoluta de la interactividad que solo se consigue desde la animación de programas en vivo, que tengan al público como principal protagonista.
¿A dónde hemos relegado esa fórmula de probados efectos?, ¿por qué buscamos en televisoras extranjeras las simpatías de animadores que responden a intereses que difieren del proyecto social cubano?, ¿cómo poner a prueba el talento de quienes hoy muestran carisma y profesionalidad en el limitado rol de presentadores-entrevistadores?
En Cuba, los cursos de habilitación para locutores insisten en el dominio y respeto de la técnica, en el conocimiento del aparato fonatorio, y las condiciones naturales. Se suman a estos, otros contenidos de cultura general, y asignaturas que cumplimentan un programa muy bien pensado, pero que no profundiza de igual modo en todas las especialidades de la locución.
Se agrava el asunto con las limitaciones materiales y el factor subjetivo que tanta pesa en la aprobación de nuevos proyectos (temor al riesgo, facilismo, falta de creatividad) a todas ellas debemos enfrentarnos los colectivos y las estructuras de dirección. Ningún freno debería justificar la insatisfacción de nuestros públicos.
Los locutores tenemos que ser protagonistas del reclamo porque existan programas que nos exijan crecimiento, y que posibiliten practicar la técnica, desarrollar aptitudes, y hacer feliz a la teleaudiencia.
Trasmitir sentimientos, apoyar, entretener, alentar, animar, son facultades que le atribuimos a los buenos amigos casi siempre muy próximos y en tiempo real. Si asumimos que la televisión debe ser tan auténtica como la propia vida, devolvámosles a nuestras pantallas esa especialidad que en Cuba está casi en extinción: La animación de programas en vivo y con público.
- Detalles
- Escrito por: Autor: Pedro de la Hoz /Granma
- Categoría: Temas
- Visto: 1364
Al término de la transmisión original por TV Globo de la telenovela brasileña en curso por Cubavisión, Suerte de vivir, las referencias literarias sumaban 76. En muchos casos no fueron meras citas, sino incorporaciones orgánicas al desarrollo argumental
¿Dickens fue también un escritor fantástico? La pregunta surgió en un pequeño grupo que debatía sobre la telenovela brasileña en curso por Cubavisión: Suerte de vivir.
En un momento de las tradicionales celebraciones decembrinas en el occidente cristiano, cuando, decepcionado y en soledad, el protagonista se echa a morir, evoca los fantasmas del Cuento de Navidad, de Charles Dickens, narración que por su carga alegórica se aparta del tono de Oliver Twist, Historia de dos ciudades y Grandes esperanzas.
Alguien advirtió entonces que si una virtud poseía Suerte de vivir, era la de poner de moda la literatura. Habrá que dejar para otra ocasión discutir si el alcance artístico de la realización y los presupuestos dramáticos de la telenovela son o no válidos. El solo hecho de que libros y autores ocupen un lugar predominante en la trama amerita una reflexión.
Al término de su transmisión original por TV Globo, en enero de 2020, las referencias literarias sumaban 76 a lo largo de la telenovela. En muchos casos no fueron meras citas, sino incorporaciones orgánicas al desarrollo argumental, a partir del protagonismo de Alberto Prado Monteiro (Antonio Fagundes) y Paloma da Silva (Grazi Massafera), ejes de la relación afectiva entre un culto editor a punto de morir y una costurera, situación que de manera tangencial recuerda el Pigmalión, de George Bernard Shaw.
Clásicos de la literatura universal son puestos de relieve: Las mil y una noches; Don Quijote, de Cervantes; Romeo y Julieta, de Shakespeare; historias para todas las edades como Peter Pan, de James Barrie, Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll, y los relatos de los Hermanos Grimm.
Pero quizá la apuesta más interesante pase por jerarquizar las letras brasileñas. Dar su lugar en la pantalla a narradores de la talla de María Firmina dos Reis (la primera escritora negra en la nación), Jorge Amado, João Guimarães Rosa, Érico Veríssimo, Machado de Assis y Clarice Lispector, y de poetas de tanto relieve como Carlos Drummond de Andrade, con su inefable evocación del carnaval, y Mario de Andrade, potencia el interés por acceder a los valores culturales de autores que han aportado esencias a la identidad del país y del continente.
Por cierto, el televidente cubano no dejará de sorprenderse cuando más adelante, en medio de una de las idas y vueltas policiales de la trama, un personaje traiga a cuento a Mario Conde, el investigador creado por el cubano Leonardo Padura.
Según los guionistas, nada de esto fue fortuito. Una encuesta realizada en medio de la transmisión de la telenovela reveló que el 80 % de la audiencia nunca había completado la lectura de un libro.
Entre nosotros, la serie Calendario esbozó el camino de la factible integración entre promoción literaria y ficción audiovisual. ¡Cuánto más podría hacerse, sin forzar el asunto ni programarlo por decreto! Valga pensar en el reto, mientras transcurre la Feria del Libro de La Habana, tiempo en que la literatura gana espacio y adeptos.