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- Escrito por: Soledad Cruz Guerra/Cubaperiodistas
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Confieso haber tenido la esperanza de que en el avanzado siglo XXI la telenovela sería asunto del pasado, que habrían aparecido otros géneros, otros intereses en el gusto popular.
Pero ni Internet, ni las tan diversas opciones de conocimiento y disfrute que pueden encontrarse en las nuevas tecnologías han quitado a la telenovela la fascinación sobre amplios públicos aún cuando no han variado los recursos expresivos a los que apela, entre los que puede reprocharse el alargamiento de tramas y subtramas de la manera más facilista, sin ningún esfuerzo creativo.
En Cuba, que se considera matriz de la radionovela, antecedente de la aparecida luego en la TV e incluso de gran influencia en las primeras películas de intenciones nacionales, se trató de disminuir cursilería y melodramatismo al género sin renunciar a los resortes dramatúrgicos que le han propiciado su masiva comunicación.
Cualquier telenovela cubana, con más o menos acierto, tiene menos sentido folletinesco que las realizadas en otros lares y en ello influyeron referentes de autoras guionistas como Iris Dávila y Dora Alonso de quienes fue notable continuadora Maité Vera.
Uno de los primeros rompimientos con la telenovela más tradicional fue darle carácter prioritario en la trama a temas obreros y campesinos, a los conflictos laborales, a los cambios que se producían en el ámbito social y las contradicciones que producían, sin perder de vista las historias de amor signadas por las transformaciones de la existencia luego de 1959.
En los más recientes años se han visto amagos de retornar al lenguaje más tradicionalista de la telenovela, también propuestas experimentales, que han desatado la polémica porque hay sectores de los públicos que prefieren la tradición edulcorada, otros que apuestan por reflejar la realidad y no faltan los que no admiten la más mínima variación de los códigos establecidos por años.
En ese contexto se está exhibiendo por Cubavisión Asuntos pendientes, dirigida por Felo Ruiz y Tamara Castellanos y con un guion de Yamila Suárez enfocado en tres historias de mujeres, cuyo escenario labor es una fábrica con todos los conflictos y limitaciones para producir y los obstáculos que pone el machismo al empoderamiento de las mujeres.
En medio de la reverdecida voluntad de atender de manera especial el progreso femenino en la sociedad Asuntos pendientes resulta una telenovela muy oportuna porque justo ofrece las evidencias, desde la emocionalidad de la representación, de cuanto se precisa trabajar para conseguir cambios en mentalidades que en el avanzado siglo XXI parecen no haberse distanciado de épocas remotas.
Otro punto a su favor en el plano del efecto social, es haber vuelto a tomar en cuenta el ambiente obrero, un sitio donde se producen bienes concretos, que ha servido a los televidentes, reunidos en grupos en las redes sociales, para hacer análisis sobre la llamada política de cuadros, la ineficiente atención a los recién graduados que llegan, la desidia de ciertos dirigentes administrativos ante problemas de calidad.
Pero, los debates en torno a la telenovela han mostrado también cuantas mujeres continúan atrapadas en las trampas de la supremacía machista, en el constructo de las tareas que le han sido asignadas para la conveniencia masculina, como estar obligadas a sacrificar su bienestar profesional por los hijos, como si fueran responsabilidad exclusiva cuando debería ser compartida por los padres.
Asuntos pendientes no es una realización audiovisual que se destaque por el uso creativo de elementos como la fotografía, la musicalización, los aspectos, escenográficos, cuestiones no exclusivas de esta producción televisiva, porque en realidad la TV conserva el culto radiofónico por la palabra, sin que las imágenes, la música se integren como elemento expresivo de la trama. La mejor prueba de ello es que se puede escuchar, sin mirar, cualquier programa televisivo y no se pierde nada del transcurrir escénico.
Esos son los asuntos pendientes para la telenovela y las realizaciones televisivas que deberían, para una dinámica visualidad, aprovechar las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, contando con que las tengan, pero aún si no las tienen esforzarse, desde el guion, porque lo visual, lo sonoro sea parte de la dramaturgia.
Dentro de los términos convencionales de su lenguaje, tanto el guion, como la realización, Asuntos pendientes ha conseguido eficacia comunicativa mediante sus tramas y subtramas, personajes con bien delimitadas características psicológicas, conflictos bien trazados y diversos, actuaciones dispares, pero algunas muy meritorias. Y, sobre todo, nos ha recordado cuantos asuntos pendientes tenemos desde el siglo pasado, porque cambiar, cambiar profundamente resulta un proceso muy complicado para los terrícolas, sean insulares o continentales.
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- Escrito por: Valia Valdés
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El Taller y Concurso de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena, convocado por la Asociación Hermanos Saíz en el mes de marzo pasado, invitó al Dr Joaquín Borges Triana a compartir sus puntos de vista sobre la especialidad que tantos debates ha suscitado en ámbitos como la UPEC, la UNEAC y la AHS.
Borges Triana es cercano a la Asociación desde que, junto a Bladimir Zamora, Omar Mederos y Nidia Fajardo participó en el proyecto nacional Los días de la música. La iniciativa de los primeros años de la década de los noventa tuvo como propósito promover figuras emergentes y diseñar la campaña promocional y el circuito de presentaciones de los artistas ante un público juvenil. Ese esfuerzo posibilitó dar a conocer la obra de cantautores como Carlos Varela y Polito Ibáñez.
La relación estrecha del periodista con la revista artístico literaria El Caimán Barbudo y su insistencia en la investigación de las expresiones musicales alternativas, que han encontrado espacios de legitimación en la organización de los jóvenes creadores, consolidaron su vínculo permanente con la AHS por lo que no podía faltar su perspectiva personal al impartir la conferencia: Periodismo Cultural. Entre la crítica y el pensamiento.
El Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro reconoció ante al Portal de la Televisión que atravesamos el peor momento de esta especialidad periodística, no solo por la ausencia de crítica o su mal ejercicio, sino porque a la hora de informar o determinar las prioridades en materia de cultura se cometen errores. Entre ellos, la selección de la relevancia de los contenidos, la falta de información del periodista y deficiencias técnicas en cuanto al empobrecimiento del lenguaje.
Joaquín refirió que este tema ha sido seguido en distintas etapas por la Gaceta y Cubaperiodistas (sitio UPEC), pero señala como una causa decisiva del fenómeno el hecho de que no se han creado programas adecuados para formar a los estudiantes que se van a dedicar al periodismo pues se graduan de forma generalista, en radio, prensa escrita y televisión, sin dominar una especialización, lo cual a nivel internacional se resuelve mediante posgrados y maestrías.
Vale decir que el Instituto Internacional de Periodismo Jose Martí se enfoca en resolver estas carencias. En 2022, el IPJM ofreció el posgrado: Crítica con Arte, coordinado por Borges-Triana, el cual contó con importantes investigadores y funcionarios de alto nivel del MINCULT con el fin de propiciar la superación a partir del conocimiento de las dinámicas de la creación artística en el ámbito nacional.
En dicho curso, el periodista compartió una amplia bibliografia con los asistentes ya que, sin dudas, para hablar del tema cultural hay que conocerlo a profundidad, además de estar informado de las más recientes herramientas que se utilizan en el análisis del discurso, entre ellas: la perspectiva de género, generacional, racial y performática, esta última muy socorrida en los estudios de artes como la danza, el ballet, el teatro y los audiovisuales.
Recuerda el profesor que en la Universidad de las Artes, las carreras de Teatrología, Musicología y Danzología, orientadas a la crítica, carecen de la enseñanza de Teoría de la Comunicación o de cómo escribir para los medios, por lo que los egresados de esas especialidades que se orientan hacia al periodismo cultural lo hacen sin la preparación adecuada.
Sumaría a las valoraciones de Joaquín el hecho de que la práctica del periodismo cultural en la actualidad varía entre los que se limitan a informar, los que ejercen la crítica, o aquellos que solo reconocen los aspectos positivos del hecho artístico, hartos de la actitud defensiva de los artistas e instituciones que reciben un señalamiento.
En el medio televisivo ocurre la circunstancia de que, al no ser constante el seguimiento de los parámetros de calidad de las producciones, verse restringido el rol del asesor y olvidadas las experiencias de trabajo que anteriormente demostraron eficacia, la valoración crítica llega tarde y resulta testigo de otra mala inversión de los estrechos recursos de los que dispone el ICRT.
Mientras en el mundo gana fuerza la multimedialidad para hacer que el mismo producto sea efectivo en distintas modalidades, medios y soportes, a partir de una construcción múltiple y diversa de la información, en Cuba estamos por solucionar el asunto de la especialización, muy cuestionado últimamente. El debate, como pueden observar, no está cerrado.