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- Escrito por: DrC. Hilda Saladrigas Medina/Cubadebate
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“El hombre lo que necesitó siempre fue una gran causa.
Nunca habrá hombre grande sin causa grande.
Cuando hay una gran causa, mucha gente,
mucha gente, casi todos pueden llegar a ser
un gran escritor, un gran periodista,
un gran comunicador (…)”
Fidel Castro, 1999 [1].
Conscientes de que comunicación es mucho más que información porque comunicar es poner en común contenidos y la información es contenido registrado que se brinda.
Conscientes de que comunicación es mucho más que medios técnicos y plataformas tecnológicas porque comunicar es parte constitutiva del ser humano, biológica y psicológicamente argumentado, y del ser social, sociológica y culturalmente demostrado.
Conscientes de que comunicación social es dialogar entre todos y con todos como lo definiera el destacado pedagogo brasileño Paulo Freire, y para el bien de todos apegados al legado Martiano.
Conscientes de que comunicación social es el intercambio de contenidos que trascienden lo individual porque competen a lo público, en tanto agendas, a la vez que espacios de socialización físicos y digitales.
Lo público, entonces como aquellos asuntos, temáticas, agendas; problemas y soluciones; preocupaciones y certezas; pesadillas y sueños de interés; y objetivos colectivos acerca de los cuales es pertinente y legítimo dialogar abierta y libremente en lo público, entonces como espacio.
Conscientes de que la comunicación social como diálogo interactivo es intrínseca a la construcción y establecimiento de relaciones humanas y organizacionales para la reproducción o cambio social, en tanto perpetuación o transformación de una comunidad/sociedad, y cuya función principal es promover o revitalizar representaciones colectivas -compartidas o diferentes- con el fin de otorgar sentido y evaluación a la acción social organizada en diferentes espacios de convivencia e interrelación; a constituir mediante interacción la identidad colectiva y el tejido cultural conformado por tradiciones y ritos, formas de expresarnos y entendernos mediante la lengua y disimiles lenguajes.
Es obligado, entonces, ser conscientes de la necesidad de establecer deberes y derechos legislativamente sobre tan importante y complejo proceso constitutivo de lo social y lo simbólico en los diferentes ámbitos donde tiene lugar; para el caso cubano identificados y definidos tres: el organizacional, el mediático, y el comunitario.
El ámbito organizacional tan diverso como las tipologías de modos de organización que han encontrado las sociedades, según sus ideologías, para la asociación de sus individuos en pos de trabajar por el sustento individual, colectivo y societal; producir y/o servir en diferentes formatos por el objetivo o fin que persiguen; el tamaño y estructuras que adoptan; el alcance geoespacial que adquieren; el sistema de propiedad sobre los medios y modos de producción que poseen.
Organizaciones donde se articulan/desarticulan las relaciones de producción de bienes o servicios, - en términos de Marx [2] “relaciones sociales y técnicas que incluyen la propiedad, el poder y el control de las relaciones que gobiernan los recursos productivos de la sociedad, a veces codificados como leyes, formas de cooperación y asociación, relaciones entre las personas y los objetos de su trabajo, y las relaciones entre las clases sociales” (donde también son organizaciones los medios de difusión tradicionales y digitales, y las industrias culturales). Para las cuales el capitalismo restringe la comunicación directa y mediática – incluido lo digital -; en lo interno para crear climas laborales que favorezcan los rendimientos y en lo externo, a la fabricación de imagen y reputación, además de vender más y mejor. En la literatura al uso han sido identificadas como “comunicación corporativa”, si bien, en el hacer como tal, se han diversificado sus denominaciones.
El ámbito mediático, o sea, los medios de información colectiva [3]; (que actualmente incluye las denominadas redes sociales) mal llamados de comunicación masiva con toda intencionalidad por el capitalismo, particularmente la academia de los E.U, al llevar a rango de comunicación, lo que resulta difusión y denominar redes sociales al uso de plataformas tecnológicas digitales para el intercambio social y el trabajo colaborativo, que no es lo mismo, ni es igual.
Lo hacen por conveniencia para su manejo simbólico de la sociedad, al punto de concebirlos, gestionarlos y hacerlos ver; como protagonistas de procesos culturales y políticos que no le son exclusivos a dichos medios porque otros muchos actores, institucionales y sociales, intervienen en estos procesos.
Tal comportamiento tiene como leitmotiv capitalista integrar el carácter lucrativo que para dicho sistema poseen los medios como formas económicas con su empleo como herramienta para la dominación hegemónica. Fenómeno tan complejo que para contrarrestar sus mediaciones nocivas emerge una disciplina que en nuestro país resulta asignatura pendiente: la Educomunicación, o sea la educación argumentada y responsable de la sociedad para el uso y consumo de la producción mediática en general, con énfasis en la monopólica lúdica, cargada de banalidad y patrones consumistas y conformistas; y la informativa saturada de desinformación (por exceso, por defecto, por negación y ocultamiento manipulativo de la realidad al que se incorpora hoy lo conocido como fakenews).
El ámbito comunitario donde convivimos por estar, sentir y ser, y que el capitalismo restringe a lo espacial, y en algunos casos a lo mediático muy local y puntual; cooptándoles constantemente su voz colectiva, popular, trasgresora, contrahegemónica que pasa con mucha volatilidad al accionar transformador que no se desea y manipula constantemente hasta con acciones comunicacionales, que eufemísticamente denominan “para el desarrollo”, que no se palpa, o “para el cambio social”, que no se materializa, al menos para las mayorías desfavorecidas; cuando no son aupadas para cambios convenientes al capitalismo global imperial, por ejemplo las revoluciones de colores instigadas desde las mal llamadas “redes sociales”.
Conscientes, entonces, de la complejidad de la comunicación social, el pueblo cubano en el ejercicio del poder político y gubernamental hace mucho viene apostando por mayor y mejor conocimiento y comprensión de este proceso, y sus prácticas para la construcción revolucionaria, la construcción socialista.
Esa construcción que a decir del investigador Fernando Martínez Heredia, entre otras muchas cosas, “Necesita rescatar en términos ideales y materiales las relaciones y la manera de vivir socialistas; mayor socialización dentro del ámbito y la gestión estatales (…) [4]”.
Esa misma construcción que en palabras del General de Ejército y líder histórico de la Revolución cubana Raúl Castro Ruz en su Informe Central al VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba planteara que “si tenemos un solo partido debemos promover, en su funcionamiento y en general en nuestra sociedad, la más amplia democracia y un permanente intercambio sincero y profundo de opiniones, no siempre coincidentes, estrechar el vínculo con la masa trabajadora y la población y asegurar la participación creciente de los ciudadanos en las decisiones fundamentales”[5].
Porque el pueblo necesita dialogar de manera directa en su centro de trabajo y/o estudio, en su lugar de residencia, con quienes los representan política, social y gubernamentalmente. Es por ello que se ha considerado un “pilar esencial de la gestión del Estado y Gobierno” en palabras del Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, compañero Miguel Díaz Canel Bermúdez[6].
Y ese diálogo, el pueblo también lo hace de manera indirecta a través de quiénes canalizan su pensar y su voz de manera institucionalizada en los ámbitos organizacionales, mediáticos, y comunitarios con su accionar técnico y profesional, o sea el rol de comunicador social [7], “amplia definición que concibe a este profesional como un intelectual con perspectiva humanista, capaz de impulsar la transformación de la dinámica sociocultural conforme a marcos axiológicos bien definidos”.
Poco conocida y mal interpretada, esta denominación no hace perder la especificidad de desempeños técnicos, profesionales y artísticos especializados, que a la vez deben ser éticos y responsables. Esa denominación - rol, no minimiza la valía de las diferentes prácticas que subsume como algunos piensan, más bien las ensancha cuando se acepta como mediador, consensuador, concertador de voces y de relaciones para las prácticas culturales, sociales y del ejercicio ciudadano.
De la preocupación política y humana, por tan complejo proceso articulador de otros muchos como ya se ha señalado, dan fe los documentos políticos y disposiciones normativas (no ley) que a lo largo de estos últimos 60 años han llamado la atención sobre el diálogo necesario con y para el pueblo al que primero se alfabetizó y para el cual se trazó, tempranamente, una clara política cultural.
No ha faltado en este devenir nacional el acompañamiento del pensamiento más lúcido de nuestros padres fundadores; se puede afirmar que comunicadores todos con la voz en tertulias y debates en grupos e instituciones culturales de otras épocas (recordar las tertulias de la Acera del Louvre en La Habana que comenzaron en los años previos a las luchas independentistas iniciadas en 1868 y los clubes revolucionarios que organizó José Martí en 1892 en Nueva York); el epistolario oportuno, la oratoria ardiente, la pluma fecunda, el verso comprometido, las obras de arte transgresoras, las reuniones febriles de obreros, campesinos e intelectuales, mujeres y hombres para organizarse contra poderes despóticos.
El empleo de cartas, espacios culturales y de socialización; la máquina de escribir; el periódico; la radio; la televisión; el cine y todo el tiempo los debates institucionales y sindicales (Parlamentos Obreros de los años noventa) y públicos sobre llamamientos políticos, propuestas legislativas y agendas de interés público; las Asambleas del Poder Popular en la circunscripción dos veces al año y los despachos con el Delegado de la circunscripción del Poder Popular, al menos mensualmente, entre otros muchos. Todos como medios - espacios para difundir, polemizar, proponer; también para dialogar, consensuar, participar.
Desde disímiles profesiones (el escritor, el poeta, el artista, el político, el periodista y hasta los publicistas que hicieron desde la publicidad de finales de los años cincuenta, tribuna para convocar a la lucha (como olvidar la campaña 03C [8]: “cero compras, cero clubes, cero cabarets”), y una vez que triunfa la revolución, -bajo la dirección del Che -, convertir sus habilidades y competencias creativas en mensajes de bien público, en una campaña que respaldara la alfabetización, o que se hiciera comunicación interna en el Ministerio de Industrias para ofrecer información necesaria a los trabajadores para realizar mejor su labor y conducir de manera humana y respetuosa la relación entre cuadros y subordinados.
Buenas prácticas del hacer comunicativo mancomunado entre pueblo, especialistas de todas las áreas técnicas, profesionales y artísticas, cada uno desde su manera- medio- posibilidad de expresión y debate, y la guía del liderazgo del Partido y el Estado encarnado en la figura trascendental del Comandante en Jefe, Fidel Castro, resultan ser las sendas campañas de comunicación social con objetivos humanistas y políticos (en ese orden) que se llevaron a cabo para el regreso a la patria primero, de Elian González, y segundo, de los Cinco Héroes desde los Estados Unidos hasta donde llegaron y penetraron esas acciones comunicativas contentivas del sentir de una nación por sus hijos.
Un análisis reposado de ellas permite ver a un pueblo en las calles marchando con pancartas, pendones, consignas a viva voz a lo largo y ancho de toda Cuba. Permite constatar a una prensa muy comprometida con periodistas muy profesionales diciendo, argumentando y polemizando a través de todos los medios tradicionales y emergentes, físicos y digitales, así como con todos los géneros de expresión (la noticia, el editorial, la crónica, el reportaje, la investigación rigurosa y documentada, la opinión, la fotografía testimonial). Permite observar un hacer gráfico visual de vanguardia sígnica y simbólica; una realización audiovisual y sonora diversa en formatos y géneros. Permite advertir el actuar sublime de artistas profesionales y aficionados de diferentes manifestaciones y modos de crear y expresar la estética revolucionaria: escritores, poetas, dramaturgos, pintores, escultores, actrices y actores, músicos y una larga lista porque fueron muchas y muchos.
El resultado: voces amplificadas y multiplicadas, solidaridad internacional globalizada y justicia obligada que los devolvió porque todo ese arsenal comunicacional cultural, que no cabe citar en este párrafo, estuvo acompañando de acciones diplomáticas, humanitarias y políticas.
Claro, que todo eso tiene como contexto un país y su pueblo: Cuba que en su particularidad puede y debe hacer las prácticas todas, y las comunicativas sociales de modo diferente, de modo revolucionario.
Del pueblo cubano surgieron aquellas figuras y las que a lo largo de todo este tiempo más técnicos y profesionales, muchas veces empíricos, pero muy comprometidos, con diferentes denominaciones al uso según el oficio y la práctica (lo cual no es casual porque el capitalismo de ello se ha encargado pues fragmenta, divide, desune) han hecho y hacen comunicación social de diferentes matices+, con disimiles propósitos y con heterogéneas directrices. Porque siempre existen líneas de pensamiento e ideología que guían ese accionar más objetivo o subjetivo; más sublime o cotidiano, más individual o colectivo, más comprometido o inocuo.
Una Ley de Comunicación Social en Cuba hoy, entonces, resulta una síntesis de la historia de prácticas populares democratizadoras y de experiencias profesionales que por ser propias y particulares han tenido siempre su dosis de universalismo.
No es un capricho gremialista, ni academicista, ni legislativo, normar lo que se ha ido constituyendo en el día a día y sus imperativos, no siempre acertados, ni asertivos que, dejados a la libre espontaneidad o al actuar parcelario, daña más que beneficia.
Una Ley de Comunicación Social en Cuba hoy tal y como está formulada, es una necesidad de estos tiempos de guerra de cuarta generación declaradamente dirigida al conocimiento y su soporte neurofisiológico, el cerebro humano y al pensamiento colectivo, la cual exige resistencia creativa que estructure los ámbitos comunicacionales en pos de una sociedad más culta, democrática y con mayores niveles de justicia social.
Ella tiene que ayudar a vislumbrar y accionar sobre la gran complejidad de un proceso que ya se ha descrito, y llevarlo a cabo con un planteo no menos difícil de lograr, pero factible y urgente: una concepción sistémica e integradora con añadidos importantes: el pleno autorreconocimiento y reconocimientos mutuos de los diferentes ámbitos (subsistemas) y actores que lo constituyen en pos de la necesaria integración y complementariedad.
Construirlo, además, con mirada estratégica, no cortoplacista con principios y objetivos humanistas y transformadores. Ambicioso empeño, difícil conducción, pero no imposible para quienes han demostrado “hacer posible la maravilla” como ha dicho el trovador Silvio Rodríguez. De paso apuntar que, para nada, este resulta un modo de pensar y hacer respecto a diferentes acciones comunicativas en otros lares; todo lo contrario, pues como ya se ha apuntado anteriormente no es de conveniencia ni económica, ni política, ni ideológica. Por tanto, tiene y tendrá muchas incomprensiones y hasta detractores, pero eso es superable en unidad revolucionaria con pensamiento crítico e innovador.
Sin dudas, tiene muchos riesgos: el desconocimiento, la incomprensión, la tozudez, la indiferencia, la mediocridad, la falta de voluntad de hacer con conocimiento de causa. Y claro está la mayor alerta, ya comentadas por algunos colegas: hacer de la letra escrita, el accionar practico revolucionario de todos los días, por parte de todos los que hacemos comunicación social, que en última instancia somos el pueblo.
[1] Castro Ruz, Fidel (1999) Discurso en la clausura del VIII Congreso de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), en el Aula Magna de la Universidad de La Habana.
[2] Marx, Carlos (1858) Grundrisse. Cuaderno VI. Sobre El Capital.
[3] Definidos así por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) en 1965.
[4] Heredia, Fernando (2015). Problemas del socialismo cubano en A la mitad del Camino.
[5] Castro Ruz, Raúl (2021). Informe Central al VIII Congreso del PCC.
[6] Diáz- Canel, Miguel (2018). Entrevista para TeleSur realizada por Patricia Villegas.
[7] Denominación propuesta por el Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) en la década de los años ochenta.
[8] Radio y Televisión cubanas, finales de 1957.
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- Escrito por: IVÓN PEÑALVER/Cubarte
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Decir su nombre encierra un conjunto de imprescindibles condiciones para todo aquel que apueste por el acto de informar/comunicar: veracidad, conocimiento y rigor, un cúmulo de palabras que convertidas en un todo, perfectamente reunidas, convierten a Guillermo “Guille” Vilar Álvarez, en referente obligado para generaciones presentes y venideras.
Con el periodista, director radial y televisivo, promotor y crítico cultural, reconocido con la Distinción por la Cultura Nacional, el Micrófono de la Radio y el Premio de Periodismo Cultural “José Antonio Fernández de Castro”, entre otros lauros, conversamos para compartir algunos criterios que, por la velocidad de los días, no siempre abundan oportunidades para hacerlo.
Desde tu experiencia, ¿cómo informar instruyendo, educando…?
Justamente, eso sucede cuando pasan los años y has adquirido la suficiente experiencia de que cada vez que te propongas entregar cualquier tipo de información al receptor, ese mensaje tuyo lleve implícito una carga de educación para quien lo reciba.
Desde que comencé a escribir hace cuarenta años para El Caimán Barbudo acerca de músicos del rock anglosajón, yo sabía que estaba manejando un nivel de información al que no todo el mundo tenía acceso, pero a la vez sabía que estaba legitimando el valor de esos músicos entre mis lectores, y a la vez ellos iban adquiriendo la capacidad de porqué era importante conocer de excelentes artistas como Jimi Hendrix, Janis Joplin o el grupo Kansas. Desde ese gusto consolidado, paulatinamente, por el buen rock a través de diferentes artículos de la columna “Entre Cuerdas”, durante una década, todos los meses, el lector también se iba abriendo hacia otras manifestaciones del arte universal como el guitarrista Paco de Lucía o el citarista hindú Ravi Shankar. A partir de ese momento, no hay publicación, programa de radio o de televisión en que no persista en dejar mi legado acerca de que el buen arte, llame como se llame —si es auténtico— se convierte en algo así como la ambrosía para el alma. Es más, todavía en mis colaboraciones habituales con publicaciones como La Jiribilla, el Portal Cubarte y en el periódico Granma, no dejo de perseverar en la información oportuna acerca de algún hecho musical, pero que, a la vez, le aporte al lector un sentimiento adicional que lo haga reflexionar y le permita sacar importantes conclusiones al respecto.
¿Cómo defines tu vínculo con los medios masivos de comunicación?
Lo importante de semejante pregunta es que debo de responderla después de más de 45 años de haber llegado a Radio Progreso, mi Cuartel General, desde donde colaboré lo mismo con Radio Habana Cuba que con Habana Radio o con Radio Rebelde; del mismo modo que he hecho programas para la televisión cubana como A Capella o Música del Mundo para Canal Habana, pero sin abandonar la guarida de Progreso.
Y digo que estoy en el momento más apropiado para responder dicha pregunta porque, obviamente, he recopilado con los años, la experiencia de lo que significa trabajar para los medios cubanos. He conocido algún que otro director de programas que, en mi opinión, nunca pudo encontrar el rumbo de cómo matizar el poder que tenía entre sus manos al frente de un espacio y, por lo tanto, ya nadie los recuerda. Pensaron que mientras más música chatarra pusieran, más famosos serían y por lo tanto más dinero ganarían. No es que a mí no me interesara el dinero como a cualquiera, pero si llegaba a ser famoso o no, no sería por la mala música de mis programas; sino porque en tal sentido, quien decidía seguirme tanto en mis propuestas radiales como televisivas, era porque sabe que nunca haría concesión ni al mal gusto ni a la chabacanería, y es muy importante que el receptor te respete por semejante decisión, porque a la vez, él se siente respetado por las propuestas que uno le ha ofrecido.
Desde el primer momento que comencé en 1978 en Radio Progreso con el programa Encuentro con la música, específicamente con la sección “Perspectiva”, siempre tuvimos claro que no nos estábamos dirigiendo a un público inglés o norteamericano que consumiera ese tipo de música rock; sino que el conductor Jorge Gómez y yo, teníamos que utilizar el lenguaje y enfoque apropiados para nuestros jóvenes oyentes cubanos, quienes tenían todo el derecho del mundo de conocer a esas luminarias del rock que hoy son grandes figuras del arte universal.
Recuerdo cuando cierta persona —de quien me reservo el nombre porque está fallecida— publicó en El Caimán Barbudo que por mi promoción del rock había que darme la “Medalla de los Beatles” y el “Diploma de Led Zeppelin”.
Al mes siguiente le respondí por la misma publicación que, por el respeto que me merecían sus canas, mi intención con dicho trabajo era solo contribuir en el empeño de que el rock ocupara el lugar que le correspondía junto a todos los otros géneros musicales que hemos hecho nuestros. Y el tiempo me ha dado la razón. Y obviamente, si pude responderle con tanta parsimonia y amabilidad, era porque tenía la seguridad de que me asistía la razón. Ahora que hago un recuento de aquellos años, comprendo que siempre he visto a los medios como una tribuna desde la cual tienes el enorme privilegio de dirigirte a un vasto auditorio que necesita de nuestros conocimientos. En cada persona que nos escribe o aborda en la calle para agradecerme cualquier información por mí suministrada, y que esta le haya influido en su personal perspectiva del arte, ese reconocimiento sincero y franco, no tiene precio. Ahí está la certeza de que poder haber trabajado durante tantos años para los medios en una Cuba bloqueada también culturalmente y que haya dejado una huella en algunas personas, eso es, reitero, un gran privilegio, imposible de cuantificar porque sencillamente, es inmenso.
Como lo es la radio y la televisión, el Submarino Amarillo es también tu casa. ¿Cuánto de él queda en ti y cuanto, de ti, está en él?
Al Submarino… llegué en el 2011 junto con Ernesto Juan Castellanos por un llamado de nuestro hermano Abel Prieto quien, en ese momento, fungía como Ministro de Cultura, para que nos ocupáramos de la dirección artística de dicho centro cultural de ARTEX. Es cierto que yo no estaba para nada habituado a la vida nocturna de los clubs, pero el lugar se distinguía por su diseño, con personajes del animado Yellow Submarine de Los Beatles; había tanta elegancia y buen gusto en la atmósfera, que decidí probar suerte con el llamado de Abel. Al final, después de algún tiempo de compartir iniciativas con Ernesto Juan, él se marchó y me quedé al frente de este trabajo, labor que cada vez me tiene más amarrado al mismo.
Por una parte, pude confraternizar estrechamente con los músicos cubanos de rock para que montaran un repertorio de dos horas a versiones de clásicos del rock anglosajón, mientras en la sesión de videos foráneos, pude ir conformando poco a poco una línea estética a seguir en los DJ´s, en el sentido de que deben de priorizar los mejores grupos foráneos con sus mejores videos. Esta directiva junto con el agradable ambiente del lugar, el buen servicio gastronómico y el esfuerzo de cada grupo de rock del patio por llegar a figurar entre los de mayor demanda del espacio consiguen, invariablemente, que cada nuevo cliente que nos visita, se quede maravillado de que exista entre nosotros un lugar así.
Cuánto hay de mí en el Submarino… pues la exigencia de que no por gusto en cada presentación de un grupo, doy la bienvenida al público como que han llegado al mejor centro cultural de Cuba. No puede ser de otra forma cuando la gerencia administrativa está en plena concordancia con la dirección artística y así avanzamos, al unísono, para resolver cualquier imprevisto.
Al cabo de estos doce años de trabajo, muchas personas nos agradecen que el Submarino… se mantenga como el primer día, no solo por la buena conservación del sitio; sino también por la persistencia de no ceder ante la posibilidad de difundir otra música ajena al rock y que la disciplina, en el mayor sentido de la palabra, sea nuestra meta a seguir cada noche que abrimos para el público. No nos queda la menor duda, de que se han sentado las bases para que llegue a ser en La Habana lo que significa el Ronnie Scott´s de Londres; pero con la música rock.
Por un lado, The Beatles y por el otro Juan Formell y Los Van Van, ¿cuánto se funden estas líneas en el Guille Vilar de hoy?
Yo sé que esta confluencia llama la atención porque generalmente tendemos a ser fundamentalistas en nuestros gustos, y si eres roquero no te debe de gustar el songo de Juan Formell y viceversa. Juan estaba por encima de eso y me llamaba, cariñosamente, “el roquero mayor”. Creo que existe una línea invisible que a une a estas diferentes manifestaciones, línea que representa la calidad excepcional de ambas instituciones.
Si bien es cierto que Los Beatles fueron como nuestro patrón de prueba para abordar el resto de los otros géneros musicales, precisamente por esa diversidad estilística que fueron abarcando poco a poco y que, gracias a ella, abrieron una puerta por la que entraron una infinidad de manifestaciones diversas del rock; ante esta situación yo no podía reaccionar de otra forma que también abriéndome al mundo de la música toda, siempre y cuando tuviera calidad. Por otra parte, es cierto que Juan puso a los Van Van en la cima de la música bailable cubana con una imaginación creativa y un talento fuera de liga, pero soy absolutamente cubano y como tal reacciono ante el sabor del tumbao de los mejores temas de la orquesta: sensación que me cala hasta los huesos.
En conclusión, el hecho de ser lo más abierto a la cultura universal posible, esto no quiere decir que no tenga el derecho de sentirte sumamente orgulloso de lo tuyo, como es el caso de Juan Formell y Los Van Van.
Juan Formell junto al musicológo y director de programas de radio, Guillermo Vilar (Guille).
Así, entre claras respuestas que enmarcan un decir muy propio, a prueba de cero concesiones de lo cual se siente orgulloso, y nosotros por poder aplaudirlo, al cierre de estas reflexiones, de seguro, el Guille Vilar quedó en busca de nuevos temas sobre los cuales ahondar en sus espacios de escritura, o de otros tantos videos del mundo que conecten con este universo particular que es Cuba. Esta isla donde la música le debe tanto a excelentes cultores, y a voces como la del Guille, que se levanta cada vez, desde la cultura, para llegar a donde todos, incluso, a los que a veces no alcanzan.