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- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
- Categoría: Temas
- Visto: 2010
La radio, esa fiel compañera de nuestras cotidianidades y procesos socioculturales, es la gran homenajeada en una telenovela audaz, polémica, que ha elegido plasmar los contrastes de la sociedad en la que habitamos desde la entrega y la honestidad. El derecho de soñar nos ha puesto frente a los ojos lo difícil que es hacer radio en un país cercado de disímiles maneras, pero que no renuncia a derechos más que legítimos: soñar y crear.
No fue poca la resistencia de algunos sectores del público hacia la serie en sus dos etapas; pero la segunda contó con la complejidad de intentar mostrar los procesos creativos del medio, de una manera efectiva, dinámica y que no atentara contra la dramaturgia de la obra. La experimentación de fórmulas y guiños genéricos fue clave para que el espectador resonara con el producto.
Tanto el guion original a manos de Ángel Luis Martínez y Alberto Luberta Martínez como la puesta en escena de este último en conjunto con Ernesto Fiallo, optaron por utilizar rasgos del género documental para homenajear nítidamente a figuras y estaciones radiales que han sabido contar desde las ondas radiofónicas el día a día del cubano. Los pequeños dramas humanos de creadores, muchas veces invisibles para el resto de la población, fueron capturados con mucha verdad; no podría ser de otra manera contando con la pluma de dos hombres tan conocedores del medio, que lo respetan y que lo saben vital en esta sociedad que cada día construimos entre todos.
El dilema de una veterana actriz intentando trascender sin renunciar a su pasión, la imposibilidad de un joven técnico de sonido de seguir trabajando en su puesto por la falta de un título legal, o el empeño de un trabajador de echar a andar un estudio de radio mediante su esfuerzo individual, entre otras subtramas, esbozan desde una estructura fragmentada verdades de la gente de la radio que tan bien conocen los autores.
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- Escrito por: Pedro de la Hoz | pedro@granma.cu
- Categoría: Temas
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Una máxima sagrada de la programación televisual es el respeto a los tiempos, comenzando por el tiempo de los que buscan información, orientación y entretenimiento en el medio de comunicación
¿A qué hora exacta comienza la telenovela? ¿Será posible saber con precisión la duración de la película? ¿No estarán abusando de los materiales de relleno? ¿Podrá evitarse la reiteración de menciones promocionales?
Preguntas y dudas frecuentes entre los televidentes son estas que encabezan nuestra columna de hoy. Una máxima sagrada de la programación televisual es el respeto a los tiempos, comenzando por el tiempo de los que buscan información, orientación y entretenimiento en el medio de comunicación.
Porque en la regularidad, la sistematicidad de una práctica, nace la conexión primaria entre programa y telespectador. Entre nosotros, las ocho de la noche es la hora de las noticias. Tres canales encadenados transmiten a diario el Noticiero Estelar. Bien por la arrancada; el problema está en la duración.
Para despejar malos entendidos, el autor de estas líneas conoce la excepcionalidad de determinados eventos informativos, derivada del relieve de la agenda y su impacto en los públicos. Sin embargo, en emisiones recientes se ha probado que el ajuste de los plazos para brindar una información oportuna y eficaz es factible y posible, si se reducen ciertos rituales, no siempre justificados, en la introducción del parte meteorológico y las secciones dedicadas a la cultura y los deportes. Lo que se va de medida afecta a los programas que siguen.
No hay quien siga la programación seriada de Multivisión, salvo la producción que arranca alrededor de las 8:40 p.m. Digo alrededor, puesto que nunca, jamás, coincide de un día a otro. El televidente debe estar atento a la cartelera de cada jornada, y ni aun así halla puerto seguro para satisfacer sus apetencias. Un lector, con toda la razón del mundo, se dirigió a este redactor para dejar constancia de sus casi delirantes pesquisas cotidianas a fin de conocer el horario de La teoría del Big Bang y El joven Sheldon entre siete y ocho de la noche.
Esa falta de compromiso con la puntualidad es mucho más evidente en las madrugadas de Cubavisión. Generalmente se programan dos películas, pero entre una y otra los rellenos, repetitivos algunos, se suceden.
Y si de mensajes promocionales se trata, a veces da la impresión de que se está apostando a la saturación. Lo que se llama la programación de cambio debe ser mucho más inteligentemente concebida y dosificada, si queremos que surta efecto.
¿Es exclusivo de la tv Cubana este rosario de problemas? No lo crea. En TeleSur la puntualidad a veces toma atajos increíbles por no hablar de que, entre un espacio y otro, puede emitirse una misma mención un par de veces. Rigor es la palabra que se me antoja necesaria para respetar los tiempos del televidente.