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- Escrito por: Lety Mary Alvarez Aguila
- Categoría: Temas
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Recrear desde la ficción entornos delictivos, crímenes, actividades ilícitas y otras manchas sociales ha construido la narrativa de un género históricamente gustado, tanto en la literatura como en el medio televisivo. El policíaco, como suele denominarse, parte de situaciones y misterios que serán descifrados por sus protagonistas. Pero más allá de una visión idílica y salvadora, el dramatizado policial puede representar casos posibles y cercanos a la compleja realidad.
Con tal misión ha cumplido Tras la Huella desde que apareció por primera vez en las pantallas cubanas. Casi 20 años han transcurrido y, a pesar de las transformaciones en la programación, nuestra televisión apuesta siempre por la producción y exhibición de la popular serie. En los últimos años, debido a las posibilidades y planificación de sus hacedores, ha formado parte de las opciones especiales que ofrece Cubavisión durante las temporadas de verano e invierno.
Un nuevo paquete de capítulos de Tras la Huella dinamizó las noches de domingo en la recientemente concluida etapa estival. Casos como Doble Play, El hilo de la madeja, Libre Cambio, Asuntos Personales y Lejos del mundo colocaron sobre la mesa temáticas inquietantes de la cotidianidad. Si bien el guion de la serie-con basamento en hechos reales- acostumbra incluir acontecimientos típicos de la concepción del género como los asesinatos, estafas o robo con violencia, cabe resaltar la perspectiva inteligente y actualizada para abordar fenómenos crecientes y relativamente nuevos en la sociedad. Ejemplo de ello resultan las negociaciones con moneda libremente convertible y las experiencias negativas que en múltiples ocasiones ha dejado esta especie de mercado.
Sin abandonar sus esencias, Tras la Huella explora y se sumerge en la Cuba de hoy con el fin de lograr un producto pulido con matices de realidad. Asimismo, procura aportar movilidad, suspenso y reflexión al televidente que, además de consumir el audiovisual como entretenimiento, se muestra cada vez más exigente ante la necesidad de identificación y la dosis de realismo por encima de la evidente ficción. Una atrevida incursión constituyó el abordaje del feminicidio, un sendero tan escabroso como real, y que sirvió de foco principal en el caso El hilo de la madeja. Fue Tras la Huella una vez más el espejo de pérdidas y temores, de largas investigaciones, de secuelas psicológicas y heridas abiertas para siempre.
Acierto para unos y desacierto para otros supuso la novedad de una temporada con varias miniseries contenidas en sí, pues la mayoría de las historias fueron presentadas y desenlazadas a lo largo de varias semanas. Ciertamente, este cambio estructural permite un flujo menos atropellado de la secuencia de escenas, aunque se corre el riesgo de que las sorpresas o entradas y salidas de personajes conlleven a un final inesperado y aparentemente desconectado del argumento del caso. Aun con las diferentes asimilaciones, surte efecto si se está en presencia de un enredo sustancioso y bien conjugado en cuanto a panfleto y dirección.
Tras la Huella continúa entre los espacios favoritos y esperados por el público cubano. Episodios estelarmente bordados, otros que no han gozado de total aceptación; actores con experiencia, oportunidad para rostros noveles. Esos contrastes, unidos a la entrega de su conjunto de guionistas y directores, definen y retan a un dramatizado policial que ha prevalecido en el tiempo como heredero de memorables programas de su mismo corte. Muchos esperan ansiosamente capítulos nuevos, otros desean ver más escenas en el plano íntimo de sus protagonistas, y todos extrañan a los antiguos integrantes de su clan verde olivo. Quién sabe si algún día nos puedan sorprender.
Recrear desde la ficción entornos delictivos, crímenes, actividades ilícitas y otras manchas sociales ha construido la narrativa de un género históricamente gustado, tanto en la literatura como en el medio televisivo. El policíaco, como suele denominarse, parte de situaciones y misterios que serán descifrados por sus protagonistas. Pero más allá de una visión idílica y salvadora, el dramatizado policial puede representar casos posibles y cercanos a la compleja realidad.
Con tal misión ha cumplido Tras la Huella desde que apareció por primera vez en las pantallas cubanas. Casi 20 años han transcurrido y, a pesar de las transformaciones en la programación, nuestra televisión apuesta siempre por la producción y exhibición de la popular serie. En los últimos años, debido a las posibilidades y planificación de sus hacedores, ha formado parte de las opciones especiales que ofrece Cubavisión durante las temporadas de verano e invierno.
Un nuevo paquete de capítulos de Tras la Huella dinamizó las noches de domingo en la recientemente concluida etapa estival. Casos como Doble Play, El hilo de la madeja, Libre Cambio, Asuntos Personales y Lejos del mundo colocaron sobre la mesa temáticas inquietantes de la cotidianidad. Si bien el guion de la serie-con basamento en hechos reales- acostumbra incluir acontecimientos típicos de la concepción del género como los asesinatos, estafas o robo con violencia, cabe resaltar la perspectiva inteligente y actualizada para abordar fenómenos crecientes y relativamente nuevos en la sociedad. Ejemplo de ello resultan las negociaciones con moneda libremente convertible y las experiencias negativas que en múltiples ocasiones ha dejado esta especie de mercado.
Sin abandonar sus esencias, Tras la Huella explora y se sumerge en la Cuba de hoy con el fin de lograr un producto pulido con matices de realidad. Asimismo, procura aportar movilidad, suspenso y reflexión al televidente que, además de consumir el audiovisual como entretenimiento, se muestra cada vez más exigente ante la necesidad de identificación y la dosis de realismo por encima de la evidente ficción. Una atrevida incursión constituyó el abordaje del feminicidio, un sendero tan escabroso como real, y que sirvió de foco principal en el caso El hilo de la madeja. Fue Tras la Huella una vez más el espejo de pérdidas y temores, de largas investigaciones, de secuelas psicológicas y heridas abiertas para siempre.
Acierto para unos y desacierto para otros supuso la novedad de una temporada con varias miniseries contenidas en sí, pues la mayoría de las historias fueron presentadas y desenlazadas a lo largo de varias semanas. Ciertamente, este cambio estructural permite un flujo menos atropellado de la secuencia de escenas, aunque se corre el riesgo de que las sorpresas o entradas y salidas de personajes conlleven a un final inesperado y aparentemente desconectado del argumento del caso. Aun con las diferentes asimilaciones, surte efecto si se está en presencia de un enredo sustancioso y bien conjugado en cuanto a panfleto y dirección.
Tras la Huella continúa entre los espacios favoritos y esperados por el público cubano. Episodios estelarmente bordados, otros que no han gozado de total aceptación; actores con experiencia, oportunidad para rostros noveles. Esos contrastes, unidos a la entrega de su conjunto de guionistas y directores, definen y retan a un dramatizado policial que ha prevalecido en el tiempo como heredero de memorables programas de su mismo corte. Muchos esperan ansiosamente capítulos nuevos, otros desean ver más escenas en el plano íntimo de sus protagonistas, y todos extrañan a los antiguos integrantes de su clan verde olivo. Quién sabe si algún día nos puedan sorprender.
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- Escrito por: Madeleine Sautié /Granma
- Categoría: Temas
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Elpidio Valdés es hoy un símbolo. No es preciso «traducir» lo que para cada cubano este nombre significa. Verlo, escucharlo, repetir las frases suyas ancladas en el sentimiento despierta en cada quien una emoción propia que ya se esparce por cinco décadas
No necesitó volar ni tener poderes sobrenaturales para convertirse en el héroe de ficción preferido por los niños y por no pocos adultos. Su proeza está en «protagonizar» pasajes que beben esencias de la historia de Cuba, bien conocida por su creador, el caricaturista, realizador de dibujos animados, guionista y director de cine Juan Padrón. A él le debemos la dicha de haber hecho nuestro un personaje como Elpidio Valdés, un coronel del Ejército Libertador que hace frente al dominio español, que ama a María Silvia y galopa sobre Palmiche, un caballo insurrecto y compañero inseparable del pillo-insurrecto-manigüero mambí.
Hace 53 años se asomó al mundo, desde las páginas de la revista Pionero, en una historieta que, al darlo a conocer, se convertía en la puerta por donde llegaba este sugestivo personaje que conquistaría después el animado y, para siempre, el corazón de la Isla, defendida valientemente en cada una de sus aventuras.
La grata acogida de Elpidio Valdés por el público fue algo que en su momento sorprendió a Padrón. Así lo refirió en una entrevista: «La gente piensa que crear personajes es como una tarea. (…) Los personajes agarran al público y se hacen populares, pero tú no lo haces como meta, es la gente la que lo adopta o no. Tú no puedes hacer nada contra eso. No puedes decir “este personaje es el que va a representar a la gente”. Les gusta o no les gusta. Yo nunca me imaginé que Elpidio Valdés fuera a prender así dentro de los niños e incluso los adultos». Y más adelante explicó: «yo lo hice con todo mi respeto al público, entreteniéndolo, dándole cosas interesantes, haciéndolo reír, y tratando de que fuera de la mejor calidad posible. Nada de facilismos, busqué, estudié cómo eran los españoles, me leí cientos de libros de la guerra de independencia».
Elpidio Valdés es hoy un símbolo. No es preciso «traducir» lo que para cada cubano este nombre significa. Verlo, escucharlo, repetir las frases suyas ancladas en el sentimiento despierta en cada quien una emoción propia que ya se esparce por cinco décadas. Apenas las primeras de lo que será su eterna vida.