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- Escrito por: Ana María Domínguez Cruz/Juventud Rebelde
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En proceso de preparación de su cuarto disco, Mauricio Figueiral se entrega de lleno a sus proyectos televisivos Sesiones vagabundas y Cantar en la ducha, convencido de que continuarán trascendiendo
«Soy una persona agradecida con la vida que he tenido. Me doy por satisfecho con lo que he logrado y mucho de eso ha sido en mi país, donde encuentro mi paz y mis musas para crear. Es en Cuba donde soy feliz.
«Yo no quiero ser el número uno en la lista de éxitos, no quiero tener six pack en el abdomen, no me interesa vestirme con ropa de marca… Mis expectativas son las mínimas. Ahora el principal objetivo de mi vida es disfrutar de mi familia, mi país, el sol, la lluvia, la música… y trabajo lo necesario para costearme ese disfrute. Cuando lo tengo, ya no trabajo más, me relajo, me siento, y con calma planeo el próximo disco, la próxima canción.
«Ya no quiero ni que me paguen por cantar, en todo caso, quiero pagar yo por cantar. Yo quisiera encargarme de montar un escenario en la Plaza de San Francisco de Asís y contratar el equipamiento, los músicos y todo lo que haga falta para regalar un concierto un domingo a las cinco de la tarde para mi país. Los proyectos que me permitirán costear esa iniciativa surgen solos, pero lo más importante es que me interesa seguir viviendo a golpe de inspiración».
Mauricio Figueiral es obstinado, tenaz y apasionado. Lo admiro, precisamente por ese inagotable empeño de hacer las cosas bien y, sobre todo, de pensárselas en serio y para divertirse.
Sus álbumes (Mauricio Figueiral y todo lo contrario, Flores de tequila y La buena vida) son parte de ese divertimento que desde que era estudiante, le regaló tantas lindas vivencias. Graduado de la Facultad de Medios Audiovisuales del Instituto Superior de Arte intentó siempre combinar las especialidades, y convencido de que el contenido vale más que el envolvente, siempre se le podrá encontrar «cocinando» una idea.
—Si no vives, no creas… Así me dijiste una vez.
—Y te lo diré siempre. Si no vivo, no escribo. Tengo que salir de casa, irme de viaje, asumir proyectos a lo grande, atreverme, porque si no, no tengo palabras para escribir. Me cuesta mucho componer una canción a partir de las experiencias de otras personas, aunque lo he intentado, no me sale nada interesante. Y si vivo, tendré siempre ideas para nuevos proyectos.
«Es parte de lo que me propuse cuando atravesé la conocida crisis de los 30. Hay momentos en la vida en los que nos preguntamos qué queremos, y donde es imprescindible saber la respuesta para tomar las riendas del rumbo que sigue. Cuando uno se plantea lo que quiere hacer el resto de su vida, como parte del proceso de madurez que nos corresponde vivir, es preciso prestarle atención a ese pensamiento y trazarse metas objetivas. Eso hice y aquí me ves».
—Sesiones vagabundas, una de tus más atinadas ideas, fue una de esas metas…
—Sí, porque entre sus aciertos está el hecho de que es un proyecto que no tiene fin. Desde el segundo semestre de 2019 se transmite este programa concebido para televisión, en el que se combina la entrevista con la música en vivo y con las buenas energías, gracias a la posibilidad que me ofreció Canal Habana.
«Al principio fueron 24 capítulos en La Habana, pero estoy ansioso por hacerlo en otras provincias porque queda mucha cultura por mostrar en nuestro país, y fíjate que el proyecto ha trascendido hasta ser una producción de Telesur, con ambiciones perfectamente posibles de extenderlo por Latinoamérica.
«Cuando se agoten los artistas conocidos, podremos hacerlo con los absolutos desconocidos, que también tienen mucho que decir y mostrar. Y en Latinoamérica podemos hacerlo también con los músicos que viven de la música en la calle, y no solo con los famosos, y así sucesivamente. Por eso no tendrá fin y es un gran reto.
«Por primera vez asumí la conducción fija de un espacio con esas características y, a su vez, la dirección de un programa permanente, aunque por temporadas, pero de manera estable. Había hecho algunos capítulos del programa Entre manos, dirigido por Juan Carlos Travieso, y tuve experiencia como director de televisión en Venezuela hace mucho tiempo con el espacio Como cosa tuya, pero esta es mi gran prueba de fuego».
—La gira de Sesiones vagabundas comenzó, justamente, por Venezuela…
—Con la colaboración de Canal Habana y del Instituto de la Música, Telesur promueve esta gira por Latinoamérica que, ciertamente, tuvo 15 capítulos en el pasado mes de mayo en Venezuela, que pueden verse los sábados a las cinco de la tarde en el canal de Telesur y en la cartelera de Canal Habana.
«Próximamente se buscará la manera de extenderlo a países donde existan las relaciones para ello. Vivir nueve años en Venezuela me permitió conocer mucho de la cultura de ese país, por eso pude escoger los artistas, pero en Bolivia no conozco mucho.
«Hicimos un levantamiento en Colombia y podremos hacer buenos programas ahí, como también en Argentina. Pronto vendrá la experiencia en Bolivia y en otras naciones, y es parte de este camino interminable».
—El reto de la conducción y la dirección en televisión quisiste vivirlo nuevamente con Cantar en la ducha. Te has convertido en un mecenas…
—Debo mencionar a mi amigo Liuver Lozada, una persona extraordinaria, director y productor de televisión. Me invitó a volar con mis ideas para televisión y cuando ya Sesiones vagabundas se transmitía, me preguntó si tenía alguna otra idea. Era viernes, lo recuerdo, y le dije que el lunes le llevaría una propuesta. Te confieso que no tenía idea alguna.
Sesiones vagabundas, un espacio muy seguido en la televisión.Fotos: Tomadas del perfil en Facebook del entrevistado
«Me propuse entonces llevar a la televisión lo que ocurre en las redes sociales de manera espontánea. En nuestro país, donde levantas una piedra y encuentras cuatro cantantes talentosos, pues quise llevar una ventana a los medios tradicionales de las necesidades de reconocimiento de esas personas.
«Hemos hecho cuatro temporadas, casi 50 capítulos. Muchas personas me han criticado fervientemente esta propuesta porque tildan el programa de superficial, insustancial, desafinado. Tienen toda la razón, porque esa es la idea. No pretendemos cambiar el mundo, queremos divertirnos, refrescar el disfrute televisivo, pasar el rato.
«Lo conduzco con Jorge Albi, un español radicado en Cuba que posee una personalidad histriónica y pintoresca, que le ha dado un matiz singular al espacio, y ha sido muy acertada esta combinación.
«La verdadera trascendencia del programa se percibe en el después, en lo que sucede con esos cantantes. Les creamos un espacio en el Barbaram los segundos domingos de cada mes a las cinco de la tarde. Allí, a micrófono abierto, pueden estar ellos e incluso aquellas personas que lleguen y que no hayan estado en el programa.
«Los hemos llevado a diferentes espacios para que interactúen con el público y a partir de ahí han surgido grabaciones, videoclips y, sobre todo, la intención de que puedan presentarse a una audición para recibir su condición de profesionales y pertenecer a una empresa».
—Tan inmerso en la televisión, ¿en que etapa te encuentras en tu vida musical?
—Tengo canciones nuevas que formarán parte de un álbum en el que trabajar para mantener, disciplinadamente, mi ciclo natural de presentar un disco cada cuatro años desde 2011. Pero ya no quiero seguir haciendo una continuidad de mis discos anteriores. Quiero comenzar a hacerlos de manera diferente, con estéticas puntuales. Y me lo pensaré bien, porque en esta etapa de mi vida eso es lo que quiero. Pensarme bien cada paso para marcar la diferencia.
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- Escrito por: Natividad Sarría
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¿Qué hacer ante la avalancha multimediática que informa o desinforma a los públicos que las siguen? ¿Cuáles son los principales retos y problemáticas que enfrenta la televisión cubana a sus 72 años? ¿Qué contenidos generar ante un público que tiene la inmediatez al alcance de un clic? ¿Cómo lograr estar en la preferencia de los públicos de hoy, sin perder las raíces que nos identifican?
Cuando a finales de octubre de 1950, saliera al aire la señal de Unión Radio- Televisión Canal 4, muchos cubanos accedieron por primera vez a la magia envolvente de las maravillas captadas en las pequeñas pantallas de sus hogares.
Se convertía Cuba en uno de los primeros países en Latinoamérica en contar con un canal de televisión y, aunque en sus inicios no todos los cubanos pudieron acceder a las transmisiones televisivas, solo algunas personalidades de las clases más acaudaladas de la capital, con el paso del tiempo la señal televisiva invadiría provincias como Matanzas, Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba.
En sus inicios los programas televisivos que se transmitieron fueron algunos musicales, así como partidos de béisbol desde el estadio del Cerro.
Ya para el año 1958, los principales artífices de la llegada de la televisión a Cuba tenían otra meta: llenar las pequeñas pantallas con colores, de esta manera una vez más nuestro archipiélago volvería a ser noticia al convertirse en el segundo país del mundo en introducir la televisión a color después de los Estados Unidos.
Desde una gran fiesta en los jardines de la casa del que era entonces presidente de la Isla Carlos Prío; hasta dramatizados; personalidades como Bola de Nieve, Esther Borja, Luis Carbonell, entre otros talentos reconocidos en Cuba y en el mundo han sido visibilizados en nuestra pequeña pantalla. La televisión cubana posee una gran historia.
Con el triunfo de la Revolución cubana en 1959, se lleva a cabo un proceso de nacionalización de industrias extranjeras radicadas en Cuba. Es de esta manera que en 1962 se creó el Instituto de Radiofusión, cuyo nombre cambiaría después en 1975 para denominarse Instituto Cubano de Radio y Televisión, que se encargaría de ofrecer una programación radial y televisiva.
Han pasado 72 años de aquellos sucesos, de aquellas historias y programas reflejados en la televisión. Son 72 años de aquellos primeros pasos, de los primeros tropiezos y los primeros aciertos que lograron convertir a la Televisión cubana en lo que es hoy.
Sin embargo, los tiempos han cambiado a una velocidad tal que todavía a muchos les cuesta creer. La televisión hoy debe competir con la era del Internet, las redes sociales, las plataformas mediáticas que generan contenidos diversos.
La televisión cubana hoy compite con las grandes plataformas digitales de medios que buscan posicionarse entre la preferencia de los públicos. Debe tratar de complacer a una audiencia que cada día vive más conectada a la pantalla de un celular, muchas veces sin distinguir la fantasía de la realidad.
Nos encontramos ante muchos retos, primero debemos entender que no son los mismos tiempos que hace 70 años; debemos terminar de entender que al igual que han pasado los años, también han cambiado los públicos, por lo que hacer programas televisivos ajustados cada vez más a las realidades que vive el país es una necesidad.
Se debe analizar mejor que contenidos extranjeros mostrar, realizar más estudios de mercado para entender mejor a la población, sus gustos, porque al final ellos serán los consumidores de lo que se exhiba en la pequeña pantalla; aun así es necesario no perder de vista los valores por los que nos regimos y mantener la defensa de las virtudes que hemos adquirido y defendido desde los primeros años de la Revolución.