Temas
- Detalles
- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
- Categoría: Temas
- Visto: 2461
El teaser oficial del live action de La Sirenita, presentado en la expo anual de Disney hace apenas una semana, ha reavivado las terribles llamas del odio y el prejuicio, que ya venían formándose desde el año 2019, cuando la compañía reveló que Halle Bailey, una joven actriz y cantante afronorteamericana, sería quien le daría vida y voz a la icónica Ariel, personaje que en 1989 sacara de la crisis creativa a la casa del ratón.
Muchos son los argumentos expresados por los que se oponen a una sirena negra; los más reiterados hablan de inclusión forzada, de irrespeto hacia la versión del 89 y hacia el propio cuento de Hans Cristian Andersen, además de alegar oportunismo comercial por parte de Disney. Esto último no suena tan descabellado conociendo las estrategias de la industria hollywoodense, donde todo se vale en cuestiones de mercado. Y querámoslo o no, anunciar que una joven afronorteamericana será la primera princesa negra en un live action de Disney es todo un golpe de efecto; la empresa lo sabe, todo Hollywood lo sabe y el público también.
Pero apartando estas cuestiones más asociadas al marketing, el cambio de tez de La Sirenita, no nos debe parecer ni casuístico ni forzado; más bien nos está hablando de un punto de giro en la relación de la industria con la sociedad en que se mueve. Como perfecta metáfora sociocultural, Ariel no será la única que recobrará su voz robada en esta nueva cinta, sino toda una comunidad, y con ella una generación que comienza a andar por este mundo nuestro, no tan justo ni tan idílico como los cuentos de hadas.
Son sin dudas conmovedores los últimos videos en las redes, de niñas afrodescendientes saltando de alegría al notar que Ariel es una chica negra como ellas. Tal vez esta representación pudo haber llegado muchas décadas atrás, detalle este que no le resta valor a la decisión de la compañía.
Pero mucho tiempo antes de que Disney pensara en la posibilidad de una sirena negra en su catálogo, la televisión cubana ya tenía la suya. Una pequeña sirenita de aleta rosa, piel canela y trenzas afros color de fuego, nos contagiaba con su alegría, su hermosa voz y su optimista canción. Coralina, nos mostraba de manera orgánica y coherente con nuestra identidad caribeña, una nueva mirada al mito de la sirena. Le daba la posibilidad a la niña cubana de jugar a ser sirenita, a tener un amigo cangrejo y a aprender de sus errores.
Lo más interesante es que nadie se cuestionaba el color de piel de la coqueta niña; se asumía con la naturalidad que representa vivir en un país justo, revolucionario e inclusivo.
Para el departamento de animación de la televisión cubana, Coralina representó una bocanada de aire fresco a inicios de la década de los 2000. Era un proyecto novedoso, alegre, con un diseño de personajes muy auténtico y un buen uso de las técnicas de animación. La recreación del fondo marino y de sus criaturas, aunque sin dejar de ser animados, resultaban realistas para el público infantil que disfrutaba una y otra vez del único episodio de Coralina.
Sería muy interesante y oportuno que la televisión cubana retomara este proyecto y personaje, e hiciera de él una serie animada que nuestros niños puedan disfrutar. Temas como el cuidado al medioambiente, el amor a la familia, el respeto a la diversidad, entre otros, podrían funcionar de maravillas con un personaje tan carismático y popular como Coralina.
Que nuestros niños y niñas se sientan representados en personajes propios, llenos de cubanía y valores, es, ante todo, una ganancia sociocultural que no podemos perder. Si ya fuimos una vez los creadores de la primera sirenita caribeña en los dibujos animados, nos toca ahora recuperarla del olvido y enriquecer su mundo de magia, colores y cubanía.
- Detalles
- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
- Categoría: Temas
- Visto: 1349
El humor televisivo en Cuba siempre ha gozado de gran popularidad y ha dividido a los públicos en dos bandos muy reconocibles: los que prefieren un humor más elaborado y crítico, y los que eligen ligereza en los planteamientos y una visualidad más fresca y acorde a los nuevos tiempos. Las demandas de ambos bandos son totalmente legítimas y merecedoras de toda la atención del medio y sus realizadores.
Mientras que una comedia de situaciones se encarga de articular un relato con algunas fórmulas preestablecidas y hasta cierto punto inalterables, la revista humorística se encarga de aglutinar, en un mismo espacio, varias situaciones relámpagos que en muy breve tiempo deben desarrollar el gag que conduzca a la risa.
A simple vista parecería fácil la misión del tele-chiste, un subgénero dentro del humor que no siempre es puesto en el lugar que se merece, pero que sin dudas tiene particularidades que lo hacen complejo y eternamente efectivo.
Durante más de 10 años, un programa dominical de Cubavisión ha reivindicado al género y a sus exponentes, y nos ha puesto a exclamar junto a ellos: ¡A otro con ese cuento!
Nacido de los destellos de un programa anterior, tan popular e ingenioso como el que nos ocupa, A otro con ese cuento ha contado todo este tiempo de transmisión con humoristas probados, talentosos, especializados sobre todo en la concreción e inmediatez con que se debe asumir el tele-chiste.
En pocos segundos el intérprete debe desarrollar un arco dramatúrgico que haga explotar el contenido humorístico del chiste, aunque a veces dicho contenido sea pobre e incluso mediocre; pero un buen humorista siempre sabrá salir airoso de un material de dudosa calidad.
Muchos son los que desaprueban lo estereotipado de algunos personajes regulares en el programa, pero solo desde ese trabajo “externo” se pueden lograr resultados tan inmediatos. El absurdo y la aparente banalidad sirven como una solapada sátira y denuncia a una sociedad de consumo ajena a nuestros intereses socioculturales, pero que el programa asume como un juego.
Ese perenne aire veraniego del espacio le sienta muy bien, sobre todo por el día y la hora en el que es transmitido. Tal vez el cuidado en rubros como vestuario y ambientación debiera ser mayor, pero hasta esos detalles funcionan como un sello estilístico que definen al proyecto, que lo diferencian de otros espacios dentro y fuera de la Isla.
A otro con ese cuento es un programa con una capacidad (no siempre explotada) de reinventarse. A su favor tiene el tiempo y el público, pues ninguno de estos dos elementos se quedan estáticos, siempre están en constante cambio y evolución, la misma que con los años ha tenido este proyecto, ya no tan nuevo, pero siempre empeñado en sacarnos una amplia sonrisa.