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- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
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Si un género televisivo grafica con precisión el entramado sociocultural y espiritual de los territorios que lo consumen, ese es la telenovela. Derivados de la radionovela, que a su vez parte del folletín impreso, los culebrones televisivos nacieron con la sobrenatural capacidad de activar resortes emotivos en los públicos, en una suerte de empatía colectiva que marcó lo que hoy denominamos fenómeno de audiencia.
Mucho se ha discutido qué país fue el pionero en la producción del género. Para algunos está claro, pero para quien tenga dudas, hay una verdad incuestionable: la telenovela es un formato latinoamericano. Se siente en las historias, en las motivaciones narrativas, y en la ampulosidad con la que son construidos algunos personajes y situaciones.
El culebrón televisivo es un género de excesos, donde cabe todo tipo de experimentación, siempre y cuando sea hecha con gusto y mesura. Cada país lo ha sabido adaptar a sus necesidades culturales y ha potenciado diversos rasgos según el interés o la pertinencia socio-histórica de la obra.
Grandes emporios de la comunicación hicieron de la telenovela, desde los años fundacionales, su producto estrella. La comercialización a diestra y siniestra, sumada a la juventud de la televisión como medio, propició que las facturas y calidades dramatúrgicas no siempre fueran las mejores. Los lugares comunes e historias parecidas se hicieron recurrentes, pero mostraron efectividad para una audiencia doméstica empeñada en escapar, por un unos instantes, de sus realidades.
Esa fue la carta con la que las televisoras, los guionistas y estudiosos del género comenzaron a jugar. Ya la fórmula había sido más que probada en la radio y ahora la telenovela reafirmaba su eficacia, por lo que usarla una y otra vez, era tan solo la manera de moldear la arcilla de un recipiente infinito, sin fondo; al menos fue lo que se pensó por más de cuatro décadas. Desde los años sesenta hasta los noventa, el formato se comportó inalterable, con ciertas adecuaciones según la región, pero con la misma premisa melodramática: el bien vence al mal y los justos serán recompensados.
Televisoras de la talla de Televisa (México) o Rede Globo (Brasil) potenciaron la exportación de sus productos, logrando llegar a un impresionante número de países. Ni barreras culturales, idiomáticas o religiosas impidieron que la telenovela hiciera soñar y suspirar a millones de espectadores por todo el mundo. Que fenómenos audiovisuales contemporáneos como los doramas o las series turcas tengan el alcance con que cuentan hoy, es producto de esa exposición desmedida de las telenovelas latinoamericanas. Con tonos y objetivos discursivos diferentes, estas variantes regionales del género, entraron a la competencia en un momento donde los tópicos se sentían desgastados y las audiencias tradicionales comenzaban a disolverse, desplazarse a otros modos de entretenimiento.
Productos audiovisuales como los realitys, las series limitadas o los contenidos de plataformas como Youtuve o TikTok, son, en la actualidad, competencia muy fuerte para la telenovela, tal cual la conocemos. En vista de estos cambios en el consumo, el culebrón se ha querido adaptar a los tiempos, reduciendo la duración de las producciones y así abaratar costos, adquirir apariencia de otros formatos y entrar en el mundo del streaming.
Todo esto pudiera hacernos pensar que el género sufre una crisis irrecuperable, pero tal vez solo sea el camino natural de un fenómeno cultural diseñado para absorber todo lo que encuentre a su paso. El ser humano necesita hallar en el arte la representación de emociones tan íntimas como el amor o el deseo, y ahí la telenovela sigue teniendo el número uno.
Cuba, alejada por mucho tiempo de las fórmulas más tradicionales del género, ha vuelto (con cierta discreción) al camino de los melodramas clásicos, con protagonistas reconocibles, historias vibrantes y situaciones que rayan en lo inverosímil, como todo buen culebrón que se respete. Cierto es que las facturas y las soluciones productivas no son las mejores, pero a diferencia de décadas anteriores, el público cubano está prefiriendo las novelas del patio por encima de las extranjeras. A eso ha ayudado la retroalimentación de las redes sociales y la generación de contenido aleatorio referente a los productos.
Pensar entonces en una crisis del género no es del todo correcto. Estamos simplemente presenciando un cambio de paradigma, una adecuación cultural de los contenidos, a la que le está faltando equilibrio, mayor estudio del fenómeno. Mientras existan espectadores atrapados por la magia del amor y las intrigas folletinescas, habrá telenovela para rato, aunque cambien ciertas reglas.
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- Escrito por: Félix A. Correa Álvarez
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El canal Cubavisión ha sido galardonado con el Premio TAL 2024 en la categoría de Mejor Contenido de Animación por el cortometraje Chimbe. La Red TAL (Televisión América Latina), que agrupa a los canales públicos y culturales de la región, reconoce cada año las producciones más destacadas por su calidad, innovación y relevancia social. Este premio es un merecido reconocimiento al esfuerzo de los Estudios de Animación de Cubavisión y a su equipo creativo.
Chimbe, dirigido por Vladimir Emilio García Herrera y con guion de Olga Montes Barrios, es un conmovedor corto animado que narra la historia de una pequeña jutía conga. La trama aborda temas como la protección de la naturaleza, el respeto a las especies en peligro de extinción y los valores de la amistad y la familia. Ambientado en los paisajes de la Cordillera de los Órganos y los mogotes del Valle de Viñales, el cortometraje presenta una visualidad cautivadora y una narrativa pausada que refleja el ritmo de la vida rural cubana. La obra, realizada en animación 2D y con una duración de 12 minutos, está dirigida a niños y adolescentes.
El camino hacia este reconocimiento no fue fácil. La producción de Chimbe enfrentó los habituales desafíos de los proyectos animados en Cuba, como la falta de recursos y la inestabilidad del equipo técnico. Sin embargo, el compromiso del director y su equipo hizo posible una obra de calidad que ahora recibe el aplauso de toda Latinoamérica. Chimbe es el piloto de una serie de 15 capítulos que espera financiamiento para su desarrollo completo, posiblemente a través de una coproducción.
En palabras del director Vladimir E. García Herrera para el Portal de la Televisión Cubana: “La nominación y ahora el premio son una gran alegría para todo el equipo. Creo que el resultado visual es muy bello, y lo digo con total orgullo pues es un resultado del equipo”. García Herrera también destacó, en la entrevista realizada por la periodista Valia Valdés, su interés en una narrativa más tranquila, evitando los ritmos vertiginosos que predominan en las animaciones infantiles actuales.
El Premio TAL a Chimbe es un homenaje al esfuerzo constante por mantener viva la animación cubana y a una generación de creadores que, como Alberto Herrera Benítez, tío del director, han dejado un legado que hoy continúa inspirando nuevas producciones. La distinción celebra no solo a una obra específica, sino también a la perseverancia y creatividad que caracterizan a los animadores cubanos.
Este reconocimiento reafirma el valor de contar historias que transmiten sensibilidad y enseñan a proteger el entorno natural, una misión cada vez más necesaria en el contexto actual. Felicidades a Cubavisión y al equipo de Chimbe por llevar el arte de la animación cubana a nuevas alturas.