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- Escrito por: Jordanis Guzmán Rodríguez
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Mucho se ha discutido, en entornos artísticos y académicos, la necesidad de concebir para la televisión, propuestas educativas que respalden el trabajo formativo de las escuelas y del propio hogar. Pero en ese intento de ecuación prefecta, que en un principio suena bien, sigue faltando una variable vital: los intereses reales de las actuales infancias, tan distintas a las de décadas pasadas, por estar sujetas a las nuevas tecnologías y a contenidos audiovisuales foráneos.
No siempre el audiovisual cubano ha entendido lo importante de arriesgar estéticamente en el mundo de los niños, quienes detectan con más facilidad cuando a un producto diseñado para ellos, le falta honestidad e imaginería. Por eso es tan importante escuchar a las audiencias, decodificar desde el análisis y el seguimiento, aquellos resortes comunicativos que los mueven, y a partir de ellos empezar a construir.
Por fortuna, el actor, dramaturgo, director y “niño eterno”, Maykel Chávez, sabe escuchar muy bien a las infancias; habilidad esta, seguramente adquirida en la radio, donde los Cuentos para Federico, vieron la luz en plena pandemia de la Covid. En ese soporte radiofónico, Chávez tuvo el tiempo suficiente para ensayar ciertas fórmulas, junto a aquel ratoncito azul, de carácter hiperactivo y opiniones muy suyas, que lo acompaña hace algunos años, desde que lo concibiera para el teatro, aunque otras fueran las esencias: Federico Valdemar.
En muy poco tiempo Federico conectó con el público, por esa voz divertida y la picardía que el propio Chávez le impregna a la interpretación del rol. Así, su paso al audiovisual se logró de manera orgánica, entendiendo que la radio descartaba del mundo de Federico a una de las infancias más vulneradas históricamente, por el desconocimiento y la falta de voluntades: las niñas y los niños sordos.
Nacía así, desde los estudios de animación del ICAIC, un programa entretenido, pícaro como su personaje protagónico, jovial, sincero y con un atractivo visual impresionante. Su primera temporada barrió con preconceptos y fórmulas anquilosadas de cómo hacer un programa infantil. Pero esta segunda entrega, concebida como un regalo para nuestros niños en la jornada estival, ha madurado y bordado con delicadeza los detalles que hacen de Fede Tv, más que un programa infantil, todo un proyecto sociocultural e incluyente.
Chávez, en su doble función de actor, director general y guionista del espacio, concibe una estructura aparentemente sencilla, en el que un tema central va dándole sentido a todos los materiales audiovisuales colocados en la emisión. Lo más nuevo de los estudios de animación del ICAIC, junto a obras de culto, sirve para graficar los disímiles tópicos de un programa que renuncia a la ñoñería, la idealización de lo infantil y al exacerbado azucaramiento en los diálogos.
Fede Tv es un programa para niños de este siglo: niños que se portan mal, pero que aprenden de sus errores; niños con miedos que tendrán que vencer; niños que son malos con otros, pero que en el proceso deciden ser buenos. Son esos detalles los que hacen a este programa dominical uno diametralmente opuesto a lo que nuestra televisión nos tiene acostumbrados.
El actor, en su doble rol de Pipo-Pipo y Federico, muestra una versatilidad increíble, acompañada de esa vocación innata en él para divertirse y divertir a los demás. Chávez es un hombre que ama a los niños y siempre está rodeado de ellos. Eso se nota en el tono con el que construye a Federico y su alter ego televisivo.
La intérprete de lenguaje de señas Massiel Suárez, es un elemento imprescindible en los objetivos de Fede Tv. Su participación como un personaje más, y no como un ente cualquiera dentro de un “cuadrito”, permite que el niño sordo se vea representado y que el oyente tenga la curiosidad y la voluntad de aprender las señas mostradas en el transcurso del espacio.
Una visualidad a base de gráficas y de mucho ingenio, provee de dinamismo a Fede Tv. Pol Chaviano se encargó de la construcción de este Federico versión marioneta, mucho más efectivo que la versión animada, pues permite inmediatez a la hora de grabar las emisiones. Aunque el títere en esta televisión del siglo XXI ha pasado a un segundo plano, cuando se hace un buen diseño los milagros pueden ocurrir, y este es el caso.
Los animadores Isis Chaviano, Reinier Escalona, Johanhm Ramírez y Armando Alba, fueron los encargados de proveer de magia al espacio, con todos los elementos gráficos que lo componen. Cada tema, idea importante a remarcar o diálogo ingenioso, está respaldado por la animación, un vehículo expresivo que nunca envejece.
Tan poderoso es el mensaje dejado por Fede Tv emisión tras emisión, que ya, escuelas, círculos de interés, o peñas culturales, hacen uso de estos materiales en sus respectivas dinámicas. Cuando un formato se convierte en un proyecto más allá de la pequeña pantalla, es porque hay una audiencia ávida y necesitada de estos contenidos. Federico ha abierto puertas para otros espacios con propuestas de inclusión y empoderamiento infantil. Es, por demás, el reflejo vivo de las nuevas infancias; esas, que como Fede , siempre tienen una pregunta en la “puntita” de la lengua y unas ganas enormes de aprender.
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- Escrito por: Sahily Tabares/Bohemia
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El telefilme Árbol negro, reconocido por los públicos, revela valores que debe cultivar la sociedad cubana
¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? Ambas interrogantes suelen ser planteadas en ficciones audiovisuales televisivas; guionistas, directores y equipos creativos son conscientes de que el arte no es un tratado antropológico, ni de otro tiempo; en tanto propuesta dialógica deviene látigo con cascabel para interrogar; pues provoca desazones, nunca oasis de paz. Lo asumió el colectivo del telefilme Árbol negro, que transmitió la revista Una calle, mil caminos. Fue el de mayor aceptación entre los públicos y seleccionado mediante encuestas valorativas en las redes sociales.
El telefilme Árbol negro cuenta la historia del joven Alberto, quien vive en un barrio marginal de Trinidad donde determinadas experiencias influyen en su transformación personal. Una amplia gama de complejidades imbricadas en el tejido social son abordadas por los guionistas Charles Wrapner y María Isabel Nieblas, directora de la puesta. Las problemáticas raciales, migratorias, el respeto a los ancianos, la amistad, el cuidado de los animales, la defensa de la naturaleza, nutren la rica iconografía de temáticas y géneros dramáticos asumidos sin didactismo al educar desde el arte.
La agudeza al recrear actitudes positivas y sensibilidades desde una lectura ética renuncia a complejidades incómodas de lo real. Provocador, sugerente, el concepto narrativo realza calidades artísticas, cabe mencionar, la dirección fotográfica de Yuniel Mentado y la original concepción sonora desplegada por Julio Montoro, que incorpora la música como un personaje omnipresente en el relato vivido, nunca inocente: coloca en la mira desmemorias, tradiciones, mitos y figuras legendarias de la cultura en Cuba apenas evocadas, entre ellas, Rosa Inmaculada Valdés Pino, perteneciente a una estirpe fundacional.
¿Cómo llevar adelante entramados complejos de profundas connotaciones culturales, filosóficas, en registros verosímiles sobre acontecimientos, conflictos y contextos contemporáneos de hondas raigambres?
Los noveles actores Alejandro Guerrero y Mía Mejías, intérpretes de Alberto y Laura, respectivamente, interiorizan razones, sentimientos, hallazgos reencontrados en árboles genealógicos de familias empeñadas en la preservación identitaria y el disfrute documental implícito, redescubierto al volver sobre huellas frescas acunadas sin distancias ni olvidos.
Hurgan en lo entrañable la primera actriz Miriam Socarrás y Santiago Alfonso, artista íntegro, ejemplo de sinceridad, compromiso y disciplina en cualquier escenario.
La historia se distingue por la valentía y la honestidad intelectual; ambos dan rienda suelta a dudas, sorpresas, sueños. A modo de estilete las escrituras lingüísticas y visuales visibilizan el yo recóndito puesto de repente a flor de piel por conciencias y almas en una ficción abierta a transformaciones existenciales.
Su densidad emocional borda matices; en dicho proceso participa el televidente en una especie de viaje y, finalmente, el amor salva.
Lideran en el telefilme poéticas sugerentes entendidas estas mediante el sentido de la conciencia crítica patente en el guion y la puesta telefílmica a partir del sólido ideal estético: conozcamos las raigambres para saber hacia dónde debemos ir.
Asociaciones logradas en escenas caracterizadoras y preparatorias, y el enfoque selectivo fotográfico de la secuencia filmada en el cementerio, un lugar sagrado en la memoria perpetua: dan fe de la artisticidad de un Árbol negro que le habla a la sociedad para todos los tiempos.
Graduada de la Facultad Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes, la guionista y directora María Isabel Nieblas debe continuar desarrollando su talento en narrativas ficcionales que, como ésta, revelan valores; redescubrirlos es una manera de persuadir, y esto urge. Sedimentarlos corresponde a la escuela, los medios de comunicación, las familias, la sociedad.