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- Escrito por: Luis Carlos Frómeta Agüero/La Demajagua
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Daniel Diez Castrillo, cineasta, documentalista, director fundador de la TV Serrana, Premio Nacional de Televisión 2015, ofrece su testimonio.
“La Televisión Serrana fue un proyecto que costó trabajo consolidar, lo presenté en 1986 y salió al aire en el 1993:
-¡Estás loco!, -dijeron unos. -Solo durarás dos meses en la Sierra Maestra, afirmaban quienes desconocían, y no creían en el trabajo comunitario.
“Para materializar las ideas, comencé a buscar el lugar apropiado para enclavar la televisora, así estuve cerca de cuatro años recorriendo diversas partes de la Sierra Maestra.
“Pasaba meses viviendo allá arriba con los campesinos, filmaba documentales y los editaba en La Habana, hasta que llegué a San Pablo de Yao, una zona llena de maleza, escenario de la última epopeya revolucionaria en la que combatió el Che.
“Me detuve en un lugar, que luego llamamos El Mirador y sentí una especie de magia sobre mi cuerpo, jamás vivida, era el lugar adecuado.
“Llegamos con la convicción de no ser los colonialistas que se adueñarían de aquel entorno, sino de dar a conocer sus vidas, costumbres, comidas, fiestas, oficios, educación, juegos, carencias, historias, la mística, los rituales afroespiritistas, los conflictos sociales…
“Siempre se habla del significado para los campesinos del hecho de contar con una TV, también resultó importante para los creadores que no son de esas zonas, el contacto con hombres y mujeres, en quienes funcionan: bondad, afecto, gratitud y respeto a las familias.
“Un vecino, preocupado por el hospedaje de actores y actrices, nunca imaginó que los protagonistas serían ellos mismos, al reflejar sus realidades muy diferentes a las de las ciudades.
“Felizmente, la Unesco, presidida entonces por el Señor Federico Mayor Zaragoza, dispuso el financiamiento para los primeros equipos: súper VHS, edición por corte, y durante su visita a Cuba inauguró, desde La Habana, por control remoto con la TV Serrana, la referida institución.
“Allá arriba descubrí, también, la sombra de mi cuerpo y conté más estrellas que las apreciadas en La Habana.
“Con frecuencia recorríamos diversos asentamientos, proyectábamos materiales y dialogábamos con los campesinos, a partir de esas cruzadas audiovisuales conocíamos nuevos temas de interés, que los realizadores trabajarían luego, así logramos la verdadera democratización de los medios.
“La formación del personal no era posible realizarla en academias convencionales, creamos entonces nuestro Centro de estudios para la Comunicación Comunitaria, en el que no solo debíamos enseñar las técnicas audiovisuales, sino transmitir la esencia del trabajo comunitario.
“Formamos, además, los Grupos de creación alternativos con jóvenes residentes en otros municipios, que no trabajaban en la TV Serrana, realizamos un taller de un mes, ellos buscaban las ideas en sus territorios, escribían guiones, dirigían y operaban los equipos puestos a su disposición.
“Instituimos el Grupo de creación artística, integrado por todos los realizadores con quienes se discute el proyecto, el guión y al final se valora la obra para su aprobación.
“Otra experiencia importante fue la relación con los niños, siempre presentes en nuestra obra, necesario eslabón para estrechar más los vínculos con la comunidad, de ella se desprendió el video-carta, para ofrecerle al mundo nuestra realidad y las de otras partes del universo, jamás vistas en pantallas.
“La televisora constituyó un estadio superior en el trabajo audiovisual comunitario y participativo en zonas de difícil acceso, lanzó la mirada al país y propició la transferencia tecnológica a los habitantes de esas comunidades para que fueran ellos los futuros creadores de la TV Serrana.
“Para lograr una obra universal, lo ideal es colocar la mirada desde lo local al país, al mundo, e integrar en la acción todos sus elementos, lo demás depende de cómo se trabaje y fue lo que hicimos, poner nuestros materiales en los canales cubanos, eso garantizó decirles a todos: ¡Aquí estamos!
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- Escrito por: Sahily Tabares/Bohemia
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En la actualidad, la era de internet genera en el espacio mediático transformaciones condicionadas por el uso y la disposición de los nuevos medios audiovisuales que pasan a ser colaborativos.
La realidad es una construcción discursiva que los guionistas y directores recrean a partir del imaginario social, entendiendo este como el conjunto de creencias, mitos, frustraciones, deseos que nutren la idiosincrasia de cada sociedad.
Públicos de diferentes generaciones exigen ver en la pantalla de la TV lo real tal cual, otros prefieren la edulcoración de ese complejo universo; no podía ser de otra manera, pues la comunicación televisual en tanto mediación social, político-ideológica, cultural, estética, aporta nuevos lenguajes, destrezas, escrituras informáticas.
El medio transmite códigos, democratiza el acceso al conocimiento. El acelerado crecimiento de la ciencia impone una rápida obsolescencia de saberes que realizadores de varios países llevan a la ficción para mover el pensamiento de las audiencias.
De alguna manera consideran cierta reflexión del poeta y etnólogo Miguel Barnet en su ensayo La fuente viva: “Junto a la corriente rica de la ficción las obras deben ir de la mano escudriñando la enmarañada realidad latinoamericana”.
Por ejemplo, el cine de la región ha alcanzado una peculiar contundencia al destacar la exploración antropológica de los relatos en la materia dramática que los sustenta. Tal práctica también intentan seguirla algunas telenovelas.
Suerte de vivir (Cubavisión, martes, jueves, sábado, 9:30 p.m.) recrea la autenticidad de poetas, escritores, músicos de Brasil, mediante la valía de una editorial de ficción (Prado Montero) que privilegia el enriquecimiento de los lectores mediante títulos formativos, de calidad literaria. Los personajes de Paloma y don Alberto denotan, además, un marcado interés por destacar el valor de lo popular, la valoración ética explícita.
Cada acción subordinada –mal llamada subtrama– exige la acción participativa del lector/televidente para ser completado en todas sus dimensiones. Por supuesto, abundan los esquemas consabidos de las telenovelas: infidelidades, traiciones, máscaras, pero sabemos que al final triunfará el verdadero amor.
No obstante, la puesta estimula la curiosidad para dejar insomne la necesidad de indagar, volver sobre interrogantes, una práctica de los antiguos filósofos griegos que necesitamos cultivar con sistematicidad, ahora y en el futuro. Es una fuente generadora de aproximaciones a la realidad social vista mediante historias locales, particulares, que no solo se presentan desde el universo estético, sino también cognitivo, lo cual desempeña un papel crucial al momento de reflexionar sobre temas, cuestiones susceptibles para las mayorías en cualquier lugar del mundo.
Defender el entretenimiento culto parece ser un punto de vista de Suerte de vivir, si bien sustentado en el disfrute fácil y en el regodeo melodramático en algunas escenas. Los conflictos (fuerzas en contradicción que generan la acción dramática) no traen novedades al universo telenovelesco, pero colocan en la mira las diferencias entre poderosos y pobres, el oportunismo, la falsa vanidad, el amor de una niña hacia una madre demasiado ocupada en prioridades que no incluyen a su pequeña.
Todavía queda mucho por ver, valorar, sobre todo con respecto a los planteamientos sobre la violencia, que no se define solo por el espacio físico en que ocurre, sino por las relaciones de poder, la naturaleza de los vínculos entre las víctimas y sus atacantes.
Tampoco aquí es inocente la significación de melodías, ritmos, textos privilegiados en canciones, obras literarias; estas dan fe de la fortaleza de una cultura auténtica que no admite el control hegemónico. Pensemos en esto.